Libreros de viejo ante un futuro dominado por el algoritmo
OTOÑO LITERARIO DE LAS PROVINCIAS ·
Los guardianes de los libros confían en la supervivencia del papel y se muestran dispuestos a adaptar sus negocios a las nuevas tecnologías
OTOÑO LITERARIO DE LAS PROVINCIAS ·
Los guardianes de los libros confían en la supervivencia del papel y se muestran dispuestos a adaptar sus negocios a las nuevas tecnologíasSon los guardianes de los libros, libreros de lance, y también de viejo. Vender letras impresas al margen del último grito editorial es su trabajo. Así contribuyen a que los títulos de la literatura se mantengan vivos en una sociedad que lucha contra el avance de la página digital frente a la impresa en papel. Caminan hacia el futuro que se inscribe en conceptos como el de algoritmo, esa especie de columna vertebral que parece recorrer un porvenir de pantallas. Su universo, aunque teñido de encantador romanticismo, no puede mantenerse ajeno a las corrientes del siglo XXI y ellos, los libreros, lo saben. Internet se revela como aliado para la conquista de nuevos mercados en un sector para el que hoy el libro de segunda mano es la baza; las grandes colecciones van perdiendo titulares, aunque también ganan otros, sobre todo, entre las mujeres. Tal es así que los protagonistas de la historia están seguros de que el negocio del libro continuará.
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El de esos establecimientos en los que se pueden comprar volúmenes por un euro, y también encontrar los que cuestan 8.000, es sin duda un universo apasionante en el que se surmergió el Otoño Literario de LAS PROVINCIAS. En La Rotativa se reunieron Antonio Lorenzo, propietario de la librería El Asilo del Libro; Julián Lorenzo, de La Guarida de las Maravillas, y Eduardo Mengual, titular de Al Tossal.
Abrió el diálogo Eduardo Mengual cuando habló de la misión del oficio afirmando que su papel es conseguir que «títulos y autores que en otros momentos fueron buscados no se pierdan en el tiempo», que los libros -en gráfica expresión- «no vayan a la basura», declaró.
Noble compromiso que para darle cumplimiento, los libreros se ven empujados a luchar contra competencias que unas veces lo son sin paliativos, y otras lo que en realidad son buenos compañeros de viaje. «La principal competencia es el gran número de particulares que no están inscritos en ningún régimen económico y se dedican a la venta de libros», sentenció Julián Lorenzo, propietario de La Guarida de las Maravillas.
Otra cosa son los medios digitales, que a diferencia de lo que a priori se puede pensar, el resultado es bien distinto: «Son una de las vías de negocio que tenemos en este momento, se pueden complementar. Tenemos que adaptarnos al medio. Hay portales en los que trabajamos todos los libreros de lance y a través de ellos vendemos volúmenes que por otros medios, en las tiendas o en las ferias, no se venderían. Hay que adaptarse a cada mercado según el tipo de libros que se quieren vender».
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Surgió entonces la voz de Antonio Lorenzo, quien no dudó en hablar de futuro, la clave de todo, para confirmar lo ya apuntado por su sucesor. También el propietario de El Asilo del Libro consideró que «el futuro está en adaptarse a los medios que van surgiendo», y eso que confiesa ser poco amigo de internet. Sin embargo Eduardo Mengual no deja espacio a la duda: «Desde que me introduje en las nuevas tecnologías, vendo un sesenta por ciento más».
Aún queda otro asunto que atender. A juicio del propietario de El Asilo del Libro, estos profesionales van a tener que seguir atentos a las corrientes que alimentan los gustos de los posibles clientes, porque en esto también «hay modas a las que nos tenemos que adaptar, a los temas que se solicitan. Hace un tiempo Blasco Ibáñez se vendía como rosquillas y ahora cuesta mucho. Mientras, salen otras cosas que se suelen vender. Pero el negocio del libro continuará».
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En el viaje hacia el porvenir, los emblemáticos establecimientos anuncian novedades. «Hay más mujeres que antes que se acercan al coleccionismo. Es algo que he visto en la feria de Madrid en Recoletos. Muchas más mujeres se han hecho clientes», apunta Antonio Lorenzo, quien sin atreverse a establecer la razón por la que puede estar ocurriendo, reitera que «lo cierto es que ha habido una especie de despertar y espero que esto siga así».
En este paisaje la actividad pasa por la renovación generacional de los amantes del libro, lectores o admiradores del objeto mismo, algo muy ligado al tebeo o cómic. La profusión de ilustraciones va unida a la sociedad del siglo XXI, y así se traduce en los gustos de quienes se acercan a las librerías de lance en busca de historias gráficas, recorridos que en buena medida justifican que algunos entren en estos comercios.
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Eduardo Mengual, especialista en tebeos y libros de historia, arrojó luz sobre la cuestión. «El cómic es una iniciación, más ahora que no son tan infantiles. Llevan más y mejores textos, y mejores ilustraciones. Y de ahí pasan a otros títulos y géneros», advirtió. Antonio Lorenzo añadió otro dato que confirmó la tendencia: «Hoy se gastan más dinero en un tebeo que en un libro». Y el propietario de La Guarida de las Maravillas abundó en que «hay más coleccionismo en el mundo del cómic». Es la radiografía de una sociedad que busca ver todo plasmado en imágenes y sale en su busca.
Mientras los gustos lectores que -como apuntó Antonio Lorenzo- también se rigen por modas, trazan una vía de llegada de neófitos o se erigen en medio de fidelización, las librerías de viejo también sufren las consecuencias de albergar un canal abierto por el que algunos escapan. quienes al tomar un volumen en sus manos aprecian la edición, se detienen en los detalles de su impresión, la encuadernación o cualquier otro detalle que habla del libro como objeto cada vez son menos. Ante esta realidad, no sorprende que el propietario de El Asilo del Libro afirmara con contundencia que «el libro como objeto de colección ha perdido muchos adeptos. Antes te compraban, no tenías que vender». Quedan coleccionistas de libros más baratos, pero «no aquellos que buscaban las grandes piezas», aclaró. Hoy es la búsqueda de lecturas de segunda mano la que mayor número de seguidores, como se diría en las redes sociales, genera.
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La entrada de volúmenes en los establecimientos está garantizada. Cada vez son más las familias que ante el fallecimiento de los parientes se deshacen de bibliotecas. Detrás se extrae el retrato de una sociedad que carece de espacio y soporta el desarraigo de los libros en medio de un universo de prisas. Pero estos comerciantes están empeñados «en evitar que se pierdan los libros», apunta Mengual.
No temen al e-book porque hay clientes que tras haberse entregado a la lectura digital y enamorarse de un autor o género, les busca porque quieren encontrar el mismo título en papel para conservarlo en su biblioteca. Queda el amor por contar con volúmenes en casa. Mientras se aprecie vivir al calor del papel, habrá libreros de viejo dispuestos a rescatar títulos y garantizar su pervivencia. Ese es el secreto: amar los libros.
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