Marlene Dietriech visitó tres veces España. Vino a Madrid, Barcelona y acudió a las Fallas de Valencia en 1963. Se hospedó en el hotel Astoria. El céntrico edificio de la plaza Rodrigo Botet, que ha sido objeto de una reforma, es el lugar elegido por ... Arturo Pérez-Reverte para presentar a los medios de comunicación 'El problema final'. «Este es mi hotel cuando vengo a Valencia. Hacía cinco o seis años que no la visitaba«, afirma el columnista del 'XL Semanal'.
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Marlene Dietriech tuvo un affaire con Hopalong Basil, el actor que protagoniza la novela de Pérez Reverte. Lo tuvo en la ficción, todo es literatura, es decir, todo está en 'El problema final', el último título de Pérez-Reverte. En esta novela, que retrotrae a los títulos clásicos de Agatha Christie o Conan Doyle, Basil ejerce de detective. Trata de descubrir quién está detrás de unos crímenos ocurridos en un idílico hotel de una paradisiaca isla del Mediterráneo, frente a Corfú. «He querido hacer una novela canónica, clásica. Utilizo la literatura como juego», explica.
No toda la cultura es juego. «La palabra juego es muy peligrosa porque tiene muchas interpretaciones. Habrá novelistas, como Saramago, para los que la literatura no es un juego pero yo soy un niño que juega a disfrazarse y escribir es una forma de seguir jugando a ser los personajes y a inventarme historias. En 'El problema final' propongo al lector jugar con las reglas de la novela clásica», argumenta.
La trama está ambientada en los años 60. «He elegido esa década porque no había teléfonos móviles ni internet. Yo soy un escritor del siglo XX que vive en el siglo XXI. Mi mundo cultural, mi biografía, es del siglo XX. Se me hace muy cuesta arriba una novela en la que aparezcan drones, teléfonos móviles... No me gusta escribir obras con la parafernalia de la tecnología del mundo actual», apunta el autor de la serie Alatriste.
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Tampoco se ve publicando autoficción. «Yo tengo dos novelas biográficas, 'Territorio comanche' y 'El pintor de batallas'. Ese soy yo y en el resto, hay literatura. Mi vida es tan variada, turbulenta y movida que no necesito autoficción. Yo cuento novelas con la mirada que la vida me dejó, con lo que leo, veo e imagino».
Leer «ensancha el mundo» y un mal uso de las pantallas «puede empequeñecerlo», sostiene. «En un teléfono móvil tienes 3.000 años de cultura, acceso a bibliotecas y enciclopedias, alcance a todo lo que necesitas. Lo que pasa es que no rentabilizamos la herramienta tan poderosa que tenemos. Antes, la vida, la condición social, la pobreza, la política... hacían que hubiera gente que no tuviera acceso a la cultura, eso era muy triste. Nadie era culpable de ser analfabeto hace 200 años; ahora eso ha cambiado. El ignorante, el que no sabe, el que se deja manipular es porque quiere, porque tiene los mecanismos defensivos para utilizarlos. No tenemos derecho a ser ignorantes y lo somos«. Y continúa: «No hay un profesor Moriarty o un genio del mal que planifique un mundo ignorante, somos nosotros los que por estupidez generamos el mal«. »Con un malvado se puede negociar, pero con un tonto no hay posibilidad ninguna. Ahora en el mundo hay demasiados tontos e ignorantes dictando opinión y condiciones«, remata.
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En 'El problema final' Hopalong Basil y Francisco Foxá asumen los roles de Sherlock Holmes y John H. Watson. No dejan de ser unos impostores porque no son detectives, pero ejercen como tales ante una serie de crímenes y el resto de personajes lo acepta. «Este es un tema muy interesante. En la vida real todos asumimos roles. En momentos de crisis, la gente se encuentra tan desvalida que necesita referentes. Con cultura suficiente se puede reconocer a los líderes adecuados, sin ella cualquiera que se autodefina como líder puede serlo. Seguimos de una manera borreguil a gente que no está cualificada para dirigir y eso es un peligro. Siempre es el más bruto, el más manipulador el que se lleva el gato al agua. Ante esto, la única defensa es educación y conocimiento para poder identificar a los canallas», argumenta y declina valorar si en estos momentos estamos en las manos de los líderes correctos.
Pérez-Reverte inventa ficciones en novelas y opina sobre la realidad en artículos de opinión. En el último artículo publicado en XL Semanal, titulado 'El silencio ofende', escribe: «España, siempre enferma de su propia Historia». A la pregunta de si tiene cura, Pérez-Reverte es tajante: «No. Vamos a estar enfermos siempre». La única cura, añade, pasa por la educación.
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El novelista, que no tiene miedo a llamar a las cosas por su nombre, se toma unos segundos para abordar la situación de Israel. «Es un hecho indudable que Israel lleva mucho tiempo empujando a los palestinos a la desesperación y la cólera. También es un hecho indudable que secuestrar a mujeres, niños y ancianos y matarlos es una infamia y más si se hace en nombre de Dios, Alá o Alahu Akbar (Dios es grande), como dicen ellos». Preguntado por otros temas de actualidad, como la posible amnistía que facilitaría la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno o si Luis Rubiales sería un personaje verosímil en una novela, dice desconocer qué es la amnistía o a Rubiales.
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