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«Los crímenes de ricos no son tan sangrientos como los de los pobres»

«Los crímenes de ricos no son tan sangrientos como los de los pobres»

Reyes Calderón firma la octava entrega de la jueza MacHor y sitúa el escenario de la trama en una lujosa urbanización de Sotogrande

Jueves, 6 de febrero 2025, 15:57

De los asesinos en serie al atracón de asesinatos: seis ricachones mueren de una tacada en una exclusiva urbanización de Sotogrande (Cádiz), el costosísimo retiro donde los ricos adoban su aburrimiento entre casas de colores y canales navegables. Esta es la trama principal de la última novela de la escritora Reyes Calderón (Valladolid, 1961), que acaba de entregar a la imprenta 'Los crímenes del caviar' (Planeta), octava entrega protagonizada por la jueza Lola MacHor.

En esta ocasión, una casualidad termina con la vida de un matrimonio dueño de una compañía farmacéutica, que la palma al mismo tiempo que un príncipe árabe, un cardenal con aspiraciones a suceder al Papa, un afamado empresario y un médico reconocido. Reyes Calderón lo tiene claro: «Los crímenes de ricos no son tan sangrientos como los de pobres», argumenta Reyes Calderón. El único nexo entre todos los difuntos es que los seis cenaron juntos en un restaurante de postín.

Ante la masacre, Juan Iturri, inspector de la Interpol, se encarga de investigar el enrevesado caso, en el que, ya puestos a morir, muere hasta el marido de Lola MacHor, el doctor Jaime Garache. Iturri, que se marchó de España por no soportar la idea de que la jueza no le correspondiera en su pasión amorosa, regresará para husmear como sabueso.

Humor y conjuras sazonan esta novela que, como dice su autora, «es muy adictiva». No en balde, la ficción tiene todos los ingredientes para mantener en vilo al lector: conspiraciones eclesiásticas, historias de amor y venganzas, reparto de herencias y maniobras para que los avances científicos queden en manos de unos pocos privilegiados.

«No he visto a ningún corrupto que devuelva el dinero. Si va a estar poco tiempo en prisión, quizás le compense»

En Los crímenes del caviar, un eclesiástico intrigante, Igor Zánel, define al papa Francisco como un inepto y un blasfemo. Frente a la tesis de que la Iglesia católica está a punto de sufrir un cisma, la novelista aduce que las crisis siempre preceden a las soluciones. «No soy vaticanista, pero creo que cuando las cosas se hallan al borde del abismo es porque se van a poner bien. Lo vimos con la banca vaticana. El papa Francisco se ha tomado muy en serio la pobreza y está intentando poner orden».

La justicia, el tiempo o la juventud no pueden comprarse, sostiene la autora, quien aduce que la envidia, los celos, la venganza y el ansia de poder, sentimientos que inducen a cometer un asesinato, «están en la condición humana». Y es que el dinero tiene poderosas razones. «No he visto a ningún corrupto que devuelva el dinero. Si alguien va a estar poco tiempo en la cárcel por buena conducta, le puede compensar cumplir una condena corta si conserva su patrimonio».

Fines y medios

Reyes Calderón abunda en citas de Maquiavelo, cuyo pensamiento, dice, sigue vigente. «Esta sociedad sigue justificando muchos medios completamente ilícitos, inmorales e inhumanos en fines que, por muy loables que sean, no tienen cabida». Para saber de lo que habla y familiarizarse con el escenario de la novela, la escritora ha hecho frecuentes visitas a Sotogrande y Marbella, cuya magnificencia no deja de sorprenderla. La escritora ha indagado si existe alguna relación entre el tipo de asesinato y la pertenencia a una clase social. «Ningún magnate te va a robar la cartera a punta de cuchillo, pero sí hay muchos cleptómanos de clase alta». En cambio, entre los menos pudientes es más común la existencia de asesinos en serie, sobre todo si se trata de huérfanos, hijos de prostitutas y gente que procede de familias desestructuradas.

Para la autora, quienes amasan fortunas se creen por encima de la ley y piensan que el dinero lo compra todo. «Ese es, en gran medida, el tema de la novela y sobre el que he investigado». A diferencia de otras veces, en que ha dormido con un arma blanca en la mesita de noche cuando ha indagado en los asesinos en serie, en esta ocasión no ha sufrido este tipo de aprensiones.

«Todos portamos un detective dentro que va persiguiendo pistas», alega la escritora, a quien le cuesta elegir entre Raymond Chandler y Agatha Christie, maestros ambos del relato criminal. «Es difícil, pero me quedo con las mujeres», apunta.

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