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Fernando García de Cortázar. manuel charlón
Fernando García de Cortázar: «La historia es un antídoto contra la ignorancia»

Fernando García de Cortázar: «La historia es un antídoto contra la ignorancia»

«Los valencianos cultos saben que su territorio nunca fue víctima de las tensiones separatistas», defiende el escritor, que presenta nuevo libro

Noelia Camacho

Valencia

Miércoles, 8 de diciembre 2021, 01:41

'Paisajes de la Historia de España' (Espasa) es el último libro de Fernando García de Cortázar, catedrático de la Universidad de Deusto (Bilbao), director de la Fundación Vocento y uno de los autores que más y mejor ha desgranado la historia del país. Ahora, con este volumen, reivindica más de medio centenar de lugares por donde discurrieron los hechos que nos han traído hasta aquí. Y no se olvida de Valencia, la tierra del Cid Campeador y de Joanot Martorell.

-¿Por qué ha considerado que es el momento de evocar los 'Paisajes de la historia de España'?

-La historia es lo que otorga hondura a España. Fenicios, griegos, romanos, árabes, judíos, cristianos… De todos ellos quedan testimonios en nuestro país. No sólo fósiles y ruinas, sino murallas, teatros, mezquitas, iglesias, trazados urbanos que sobreviven casi intactos, formando parte de nuestra cotidianidad… Cualquiera de estas huellas del pasado es un pequeño túnel de tiempo. Porque el paisaje es historia, nos habla de lo que hemos amado y odiado, de lo que hemos creado y destruido, de lo que hemos soñado y lo que se ha desvanecido. Con esa idea, deudora de los escritores del 98, he escrito estos Paisajes de la historia de España, un libro que llevaba tiempo queriendo escribir y con el que sigo fiel a mi empeño de llevar al presente la realidad histórica de nuestro país como algo que nos apela e implica, superando el discurso de la decadencia y el pesimismo, un libro en el cuento nuestra historia a través de casi medio centenar de lugares.

-En su recorrido por tantos lugares, que son plasmados en el libro y en los que pone de manifiesto la riqueza histórica del país. ¿Qué lección extrae para transmitirla a los españoles?

-Una muy sencilla: que España no es una abstracción ni un mero trámite legal cumplimentado en 1978, es el fruto de una larga tradición, de un prolongado hermanamiento, de un deseo claramente expresado de continuar la vida en común… el producto de un enriquecedor proceso de mestizaje y de un ímpetu cultural desarrollado a lo largo de los siglos.

-¿Buscaba no ser centralista? Sus paisajes discurren por toda la geografía española…

-Claro, no podía ser de otra manera. La historia de España palpita a lo largo y ancho de toda nuestra geografía. Además, este libro es también el reflejo de mis pasiones, de mis preferencias y las de los miles de lectores que me vienen acompañando desde hace años, que con la serenidad de un patriotismo sin aspavientos creen que ha llegado el momento de desandar el camino falso y proclamar abiertamente la razón y el sentimiento de España, su huella universal, la belleza del idioma de san Juan de la Cruz o Pablo Neruda y su resuelta decisión de sobrevivir a cualquier amenaza.

España

«España no es una abstracción ni un mero trámite legal cumplimentado en 1978, es el fruto de una larga tradición»

-¿Revisitar la historia nos ayuda a desprendernos de prejuicios?

-La historia es un antídoto contra la ignorancia, una buena vacuna contra las distorsiones de la ideología y de la propaganda, que solo aspiran a falsear las cosas La historia nos recuerda, además, algo que olvidamos con frecuencia: que el desarrollo, el progreso, la cultura… son cosas frágiles, logros que pueden perderse o destruirse con facilidad. No hay nada más ingenuo que pensar que lo que no se sabe no hace daño. El pasado es inflamable. Y puede manipularse para alimentar el narcisismo colectivo, para justificar una matanza o una guerra. O como temía Orwell después de su paso por la guerra civil española, para abrir paso a un mundo de pesadilla en el que cualquier dictador puede controlar el presente y también el futuro. La Historia sirve para desenmascarar a los cultivadores de la amnesia planificada que, no solo en el País Vasco, quisieran hacer olvidar los crímenes recientes de ETA. Con una mano echan tierra sobre el pasado aún caliente mientras con la otra siembran el odio contra España a hombros de las ofuscaciones del nacionalismo vasco.

-En uno de los capítulos recala en Valencia. Reivindica al Cid, al Siglo de Oro, la Lonja, Joanot Martorell y las Torres de Quart y Serranos. ¿Cómo ve a la Valencia del siglo XXI? ¿Qué lecciones deberíamos aprender los valencianos de nuestro pasado?

-No puedo silenciar mi preocupación ante un futuro que parte de las últimas décadas en las que hemos rodado por una pendiente de desidia intelectual, de complaciente ignorancia, de feroz relativismo, de liquidez cultural. Valencia tiene una historia tan rica que jamás debería olvidar por mucho que los vendedores de humo se esfuercen en hacerlo. En mi libro Paisajes de la Historia de España, he pretendido acercarme a ese gran legado valenciano, a ese inmenso tesoro de ideas, formas artísticas y fantasías literarias que manifiestan la mejor tradición de nuestra patria. Los valencianos cultos saben mejor que nadie que su territorio nunca fue víctima de las tensiones separatistas de Cataluña, manteniéndose siempre fiel a la Corona, a la unidad de España. Cuando en el arranque de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, el Gobierno se asustó ante las iniciales manifestaciones independentistas yo le comenté humorísticamente al ministro de Cultura: «si supierais Historia hubierais organizado las Olimpiadas en Valencia».

-Asegura que «Hay lugares que contienen la memoria de toda una época». ¿Cuáles son esos lugares para usted, los que encierran sus recuerdos?

-Hay lugares, en efecto, que son la crónica majestuosa y trasparente de un tiempo. Y hay otros lugares cuya capacidad evocadora resulta más humilde, aunque no menos poderosa. Mis recuerdos viven en unos y en otros. De los primeros, y que aparecen en este libro, podría citar Santiago de Compostela, Salamanca, Toledo, Madrid… De los segundos, Ermua. Por mucho que pasen los años, en Ermua yo sigo oyendo los gritos de la gente y viendo las pancartas y carteles que inundaron aquel terrible mes de julio de 1997 en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco: «Miguel te esperamos», «No le matéis». ¿Cómo olvidar la crueldad de los terroristas? ¿Cómo olvidar que, por unas horas, por unos pocos días, el miedo cambió de bando, en tanto la ciudadanía vasca se vio empujada a desterrar ambigüedades y equidistancias y a proclamar si estaba del lado de los verdugos o de las víctimas?

-¿A Fernando García de Cortázar, como a Unamuno, le duele España?

-Sí, a mí también, como a mi paisano, me duele España, donde la liquidación de la cultura y el saber humanístico han impulsado el despilfarro de una preciosa herencia nacional. No hay duda de que el independentismo nunca habría alcanzado sus niveles de seducción si España hubiera sido sentida y vivida por los ciudadanos con una intensidad emocional y racional capaz de enfrentarse a la ofensiva separatista. En este libro he querido recuperar para nuestra historia el sentimiento que toda nación suscita.

Lengua

«El idioma español no está en peligro: los españoles y España, sí»

-Usted ha dicho que la crisis actual de España es más importante que la del Desastre del 98, ¿por qué?

-Porque nunca, en esos años de cambio de siglo, se negó, se impugnó España sino que, por el contrario, los intelectuales se interrogaron sobre su pasado y su viabilidad con una conmovedora inquietud. Lo que caracterizaba a aquellos pensadores y escritores era su patriotismo abierto, su irrenunciable amor a España, su independencia de criterio, su coraje cívico, su valentía intelectual y su absoluta falta de frivolidad. Estoy seguro de que a todos ellos, fueran cuales fueran sus proyectos políticos personales, les avergonzaría el silencio de los intelectuales de hoy respecto de su patria y les alarmaría la ligereza con que nuestra clase política se empreña en arruinar la fuerza de nuestra cultura y el vigor de nuestra historia.

-¿El español, como idioma universal, corre peligro en su propia casa?

-Si tuviera que destacar una de las muchas deudas que el mundo tiene con España, me quedaría con la gran aportación de nuestra lengua, una lengua de ida y vuelta con América, la lengua de los conquistadores y también de la independencia, roca de cultura, permanente, continua, en medio de las borrascas de la historia; lengua no del imperio, sino de la imaginación, del amor, de la justicia. Curva airosa de Berceo a Neruda, o de san Juan de la Cruz a Vargas Llosa, pasando por Gracián, Clarín, Lorca, Alejo Carpentier… No creo que el español corra peligro, pero sí es una paradoja que nuestro idioma que gana hablantes vertiginosamente en todo el mundo los pierda en el territorio peninsular. Veo con gran preocupación cómo determinadas disposiciones políticas parecen avalar el proyecto separatista de demolición del Estado democrático y de la Constitución que lo sostiene. El idioma español no está en peligro: los españoles y España, sí.

-Según diversos estudios, los españoles estamos entre los pueblos que menos se enorgullecen de su propia cultura. Sin embargo, hay muchas cosas de las que deberíamos enorgullecernos. ¿Es tiempo ya de acabar con los complejos?

-Por supuesto. Hay que recordar que hay muchas cosas que recordar. Un país que ha dado a Cervantes y a Lope de Vega, a Velázquez y a Goya, a Francisco de Vitoria y a Miguel de Unamuno, a Tomás Luis de Victoria y Manuel de Falla es un país que puede y debe sentirse orgulloso de su pasado. No se trata de sacar pecho ni de vivir de glorias pasadas, pero sí de dejar de ver nuestro pasado con los anteojos de la leyenda negra, sí de habitar con el corazón nuestra herencia. Europa, el mundo, serían peores, más incompletos o injustos, sin las grandes aportaciones hispanas, sin los traductores de Toledo, el pensar recio de la Escuela de Salamanca, el empuje explorador de los siglos XV Y XVI… Si yo me identifico con Galdós no lo hago levantando el brazo ni abombando el pecho; lo hago sintiéndome orgulloso de pertenecer a un horizonte cultural concreto.

«La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas de la historia. Pero sólo quien ignore la complejidad de la naturaleza humana puede escandalizarse de estas ambigüedades y contradicciones»

-Ha mencionado la leyenda negra. Hoy son muchos los españoles que ven el descubrimiento y la conquista de América como un puro y simple genocidio.

-La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas de la historia. El heroísmo y la abyección fueron igualmente notorias en ella. Pero sólo quien ignore la complejidad de la naturaleza humana puede escandalizarse de estas ambigüedades y contradicciones. Por otra parte, la epopeya americana contó con una autocrítica que no se había producido nunca antes en la historia. Ni la Grecia de Alejandro Magno ni la Roma de Julio César se plantearon nunca si sus procedimientos eran o no justos. La España de los Reyes Católicos y de los Austrias, sí. Los informes, las juntas especiales y las leyes de indias revelan el empeño de la Corona por administrar los nuevos territorios con unos escrúpulos de conciencia que todavía hoy, tras siglos de lucha por los derechos humanos, no dejan de sorprender. Había, por supuesto, conquistadores y colonos que actuaban como bestias, pero la política de la monarquía dio a luz el más completo y avanzado cuerpo legislativo de su tiempo, animado por un espíritu de justicia que no se halla en ninguna otra legislación colonial. Fue con el ascenso de las élites criollas y los procesos de Independencia, y no con los Austrias españoles, cuando empezaron las políticas más despiadadas hacia los indígenas, marcados, entonces sí, racialmente, condenados al más absoluto de los menosprecios. Hoy pocas culturas del mundo poseen una riqueza comparable a la de la América hispana. Y esto se debe a que una nueva sociedad, heredera de la tradición ibérica, nació a la historia en el siglo XVI: un nuevo mundo mestizo cuyas bases se encuentran en el estrecho contacto establecido entre conquistador y conquistado. Porque, a diferencia de lo que sucedía en las posesiones de ultramar de Inglaterra u Holanda, donde siempre se mantuvo la distancia entre colonos y nativos, el contacto y la mezcla fueron la costumbre, la norma no escrita de los españoles en el Nuevo Mundo. A ello contribuyó, sin duda, el concepto de humanidad desarrollado por los teólogos de Salamanca, que nunca pusieron en discusión la fraternidad del género humano.

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