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«Fraguar un libro es como caminar entre la bruma»

«Fraguar un libro es como caminar entre la bruma»

la semana de Paloma Sánchez-Garnica ·

La finalista del Premio Planeta, en plena promoción de 'Últimos días en Berlín', reparteel tiempo entre la lectura compulsiva, la natacióny un marido que cuida la casa y le ayuda a documentarse. «Es el compañero perfecto», dice

sergio garcía

Domingo, 12 de diciembre 2021, 00:25

A Paloma Sánchez-Garnica sus novelas invitan a imaginarla viajando en tren, tocada con un sombrero Charlestón y los labios pintados de 'rouge', mientras perfora con la mirada los cristales empañados del coche cama. Absorta como si guardara un secreto, escapando por los pelos de nazis y comisarios estalinistas, cómoda entre los pliegues que dibujan las fronteras. Pero la finalista del Premio Planeta con 'Últimos días en Berlín' vive a caballo entre Madrid y Marbella, y su idea de la felicidad tiene más que ver con montar el árbol de Navidad en compañía de sus nietos que con beber Jägermeister en un velador de Unter den Linden. Paloma es una mujer de costumbres: no perdona los 40 minutos de natación matinales, ni la siesta de una hora después de comer. Mientras se encierra a leer o a escribir, dependiendo de si está o no promocionando una novela, su marido, describe ella, es el «compañero perfecto»: lo mismo pone la mesa que administra, hace de documentalista o revisa sus escritos.

Lunes

6.30 horas. Cada día empieza con diez minutos de meditación y otros tantos de yoga. Luego despierto a Manolo, mi marido, y desayunamos juntos un plato enorme de fruta que prepara él con plátanos, granadas, kiwis, piña, uvas... y luego dos tostadas, una pequeña con mantequilla y otra grande con aceite de oliva y ajo negro. Ah, y café con leche. Un momento tranquilo, sosegado, que aprovechamos para hablar de lo que ha pasado y de lo que está por venir.

7.40 horas. Ahora que estoy en Madrid promocionando 'Últimos días en Berlín' voy cada mañana a nadar al Palacio de Hielo, que está cerca de donde vivimos y hago largos durante 40 minutos. No me tengo por muy deportista, pero sigo esta rutina desde hace 25 años porque de joven la espalda me daba mucha guerra y el fisio me recomendó que dejara el aerobic, que era una barbaridad.

10.00 horas. Cuando no estoy escribiendo, leo. Por la mañana, por la tarde, antes de acostarme... Puedo tener abiertos seis libros al mismo tiempo, aunque ahora me he volcado con 'El inocente', de Ian McEwan. También 'Tomás Nevinson', de Javier Marías, que es como una 'masterclass' de narrativa. Estoy fraguando mi novena novela, pero no me preguntes de qué va a ir porque todavía no lo sé ni yo. Es como caminar entre brumas. Soy muy pudorosa con mi trabajo; siento que en cualquier momento puedo dar un giro de 180º.

Martes

11.3.00 horas. Sacar una novela me lleva alrededor de dos años, entre documentarme, la escritura propiamente dicha y las sucesivas relecturas. Ocho, diez horas. Y eso incluye sábados y domingos, porque cuando estoy metida en harina no hay fiestas. Mi marido está jubilado y es el que se encarga de la intendencia de la casa. Me ayuda a documentarme con lo que yo no alcanzo a leer, es mi primer lector, el que escucha mis dudas sobre los personajes o la trama... Vamos, el compañero perfecto.

14.15 horas. No me gusta nada la cocina; a mí la Thermomix me ha cambiado la vida, no te digo más. Hoy tocan espinacas con garbanzos y salmón; agua cuando comemos en casa y un ribera del Duero si salimos a comer fuera. Después de los informativos -generalmente el de Antena 3- y el café, mi marido y yo nos echamos una siesta que gracias a mí es de una hora, porque si fuera por él....

20.00 horas. Dice Irene Vallejo, que durante la pandemia hemos sido un poco quijotes a la inversa, la lectura nos ha salvado de la locura. No estoy de acuerdo con que en España se lea cada vez menos, lo que pasa es que se están diversificando mucho los instrumentos para hacerlo. Yo no soy de eBook ni de audiolibro, pero bienvenidos sean. Mi percepción es que incluso se han recuperado lectores que habían dejado de serlo.

Miércoles

11.00 horas. Acaban de decir que el medio ambiente preocupa a todos, aunque sólo el 60% está dispuesto a hacer un esfuerzo grande para arreglarlo. Muchos me parecen. Yo reciclo, aunque quizá no todo lo que debiera. Hacer un mundo mejor es más caro, lo estamos comprobando, pero tenemos que ir mentalizándonos porque hay cambios que no se pueden hacer de la noche a la mañana.

19.00 horas. He venido a Sevilla para promocionar los Premios Planeta en Caja Sol, el último acto conjunto que tengo con los de Carmen Mola. Las redes sociales te acercan mucho a los lectores, te transmiten su energía, pero reconozco que yo no soy muy digital y me limito a contestar los mensajes personales que me llegan por Facebook, Twitter, Instagram... Soy nefasta para eso.

Jueves

9.15 horas. Nos hacen una entrevista en el Hotel Inglaterra a los premiados por Planeta y salgo con el tiempo justo para tomar el AVE que me lleva de vuelta a Madrid. Oigo por ahí la última hora de la pandemia ¿Cómo es posible que vayamos por la sexta ola y aún haya gente que se niega a vacunarse? Puedo entender que hubiera miedo al principio, con tanta gente mayor en primera línea. ¿Pero ahora? ¿después de todo lo que se ha invertido y del trabajo de los científicos? No me cabe en la cabeza, la mente humana es insondable.

18.30 horas. No escribo novela histórica, aunque la historia sea el espacio en el que se mueven mis personajes, sometidos a unas circunstancias y a unos prejuicios que influyen en cómo gestionan sus sentimientos. No me importan tanto Hitler o Stalin, como la influencia que ejercen en la vida cotidiana de la gente corriente.

Viernes

15.30 horas. Vivimos en un estado de derecho en el que todo el mundo puede expresar sus ideas aunque sean contrarias a las mías. Y eso es bueno. Imagínese un mundo sin contrarios; pensar todos igual, qué horror ¿no? Pero no puedo evitar cierto temor cuando los extremos van adquiriendo posiciones de poder, porque somos demasiado manipulables. Es cierto que las posturas se han polarizado, pero yo soy optimista. La gente corriente lo que quiere es trabajar, vivir tranquila, salir de viaje, reunirse con la familia, un sueldo y una casa dignos. Vivir y dejar vivir.

22.30 horas. No somos de ver series, aunque alguna como 'Chernóbil' nos ha enganchado. Probamos un mes con Netflix, pero acabamos desistiendo: era eso o leer, y en casa ese dilema no existe.

Sábado

18.00 horas. Llegan las navidades y los rumores de desabastecimiento. Siempre hay alguien interesado en alimentar el fantasma de la escasez, el consumo y sus peajes: suben los precios quince días antes y luego los bajan como si fuera la gran oferta. ¿Qué sentido tiene? Si no tenemos de una cosa, tendremos de otra. Bueno, a mí lo que me interesan son mis nietos -tiene dos, de 7 y 4 años- que vienen este puente y están como locos por montar el árbol de Navidad con su abuelo, mientras a sus padres les damos fiesta para que se vayan por ahí y hagan vida de pareja.

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