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La librera Almudena Amador. Eva M. Rosúa/verlanga
Almudena Amador, responsable del establecimiento Ramon Llull de Valencia: «La librería es refugio y trinchera»

Almudena Amador, responsable del establecimiento Ramon Llull de Valencia: «La librería es refugio y trinchera»

La librera, que recibió el premio de Cultura por la innovación de su negocio, sostiene que Valencia es «una plaza poco atractiva para el sector editorial»

Carmen Velasco

Valencia

Sábado, 25 de noviembre 2017, 20:51

Almudena Amador recibió la pasada semana el premio de la Generalitat que distingue la innovación de la librería Ramon Llull (calle Corona, de Valencia). «Me hice librera por casualidad y por necesidad», admite. Empezó trabajando en un pequeña editorial y luego pasó a la librería Punto y Coma de refuerzo en una campaña. «Lo que empezó como algo temporal se convirtió en un trabajo que duró cuatro años y en el que aprendí especialmente de mi jefe, Gaspar Lasso. Había cursado al tiempo estudios de Inmigración y Extranjería y quería dedicarme a ello pero pusieron en venta en la librería y la compra se convirtió en una buena alternativa al paro. A partir de ahí, la librería se convirtió en toda una pasión», rememora.

-¿Qué es lo que más le gusta de su oficio y lo que menos?

-Me gusta el contacto con los libros (el acceso a ellos, la posibilidad de leer tantas cosas) y con las personas que se relacionan y forman parte de la librería. Me ha dado muchas alegrías personales y grandes amistades. Me gusta la construcción de un proyecto, que supone aprender e intentar mejorar constantemente. Me gusta el contacto y conocimiento de los magníficos proyectos editoriales que tenemos en todo el país. Me gusta el estímulo intelectual, la posibilidad de escuchar cosas tan interesantes y tan bien contadas. Me gusta que la librería sea refugio y trinchera, nuestra forma de ser en el mundo, nuestro pequeño foco de resistencia frente al estado de cosas, frente al lugar común, al trazo grueso, a la velocidad imperante y a la falta de profundidad, de reflexión, de empatía y de autocrítica. Es muy duro y muy exigente el ritmo diario, eso es lo que peor llevo, junto con el descomunal y a veces incomprensible trabajo de almacén que marcan los distribuidores.

«Es preocupante que se expulse a quien solicita la contabilidad del Gremi de Llibrers»

-¿Qué supone el premio de la innovación a la librería?

-Un reconocimiento a nuestro trabajo, que agradezco mucho, y también una motivación para seguir adelante intentado hacer las cosas bien.

-Un negocio cuya materia prima es la cultura, ¿qué precisa clientes o fieles?

-Una comunidad de lectores, que no sólo compran libros, evidentemente, también, sino que forman parte de la vida de la librería y hace de ella lo que es.

-Se suele hablar de falta de apoyo institucional, de Amazon y de la pérdida de lectores, pero ¿qué necesita una librería para sobrevivir?

-Una comunidad de lectores, pero también un cambio de mentalidad y forma de trabajo en la distribución de libros. Resulta increíble que esto se haya convertido en uno de los grandes obstáculos para desarrollar nuestro trabajo. Nos iría mejor si las condiciones de trabajo de los autónomos no fueran tan asfixiantes, si los índices de lectura no fueran tan alarmantes, si el sistema educativo no pensase más en la empleabilidad y productividad que en la formación, si se le diese a las Humanidades la importancia que merecen, si la Educación y la Cultura fueran asuntos medulares a nivel estatal.

-¿Cómo ve la situación de la cultura en Valencia: gestión política, respuesta de ciudadanía, etc.?

-Veo un torrente de propuestas, de capacidad de trabajo y de creatividad, buena disposición y voluntad, pero también descontento y precariedad. Me cuesta pensar en políticas culturales cuando el sistema educativo arrincona a las Humanidades y las Artes y cuando damos por bueno que el sector cultural, o gran parte de él, esté instalado en la precariedad. Muy mal síntoma que escritores, artistas plásticos, actores, dramaturgos, músicos, cineastas, etcétera no puedan vivir dignamente de su trabajo.

-Ha sido crítica con el Gremi de Llibres, que expulsó a su librería y otras dos...

-Lo fui y lo soy. Me parece una anomalía que un miembro de una asociación profesional no pueda ejercer su derecho, sino su obligación, a hacer propuestas, expresarse libremente, preguntar por las cuentas y discrepar del uso y gestión de los recursos, sobre todo cuando son manifiestamente cuestionables. Encuentro muy preocupante que nos expulsasen justo tras haber solicitado la contabilidad de los últimos cuatro años. Y me pregunto quién veló y quién no por el buen funcionamiento del gremio, si de eso se trata. En lo que respecta a las tres expulsadas, la situación no ha cambiado. No sólo no nos han abierto la puerta, sino que nos la han cerrado de nuevo al solicitar la readmisión este mismo año. Tampoco me extraña, nuestra postura en defensa de la transparencia y el buen hacer sería hoy exactamente la misma, frente a la opacidad.

-No estar agremiada, ¿hace más difícil la viabilidad de su negocio?

-Claro que complica la viabilidad. No estar agremiada dificulta enormemente el acceso a la feria del libro, que es una de las campañas más rentables del año para un librero independiente, si no la más. También se nos priva de la dimensión cultural y social que podría tener la feria.

-¿Qué puede hacer las instituciones públicas por las librerías?

-En el campo autonómico y municipal, crear un tejido cultural fuerte, con colaboraciones e interrelaciones entre colegios, institutos, universidades, bibliotecas, librerías y otros agentes o espacios culturales; hacer seguimiento y fiscalización, con absoluta transparencia, de la dotación presupuestaria para el plan de fomento de la lectura; cuidar a las bibliotecas y dotarlas de presupuestos adecuados y de formas de trabajo y mecanismos que agilicen y faciliten su labor; mejorar las condiciones de trabajo de las entidades culturales. Valencia se ha convertido en una plaza difícil y poco atractiva para el sector editorial, lo que dificulta mucho llevar adelante lo que una quisiera en términos de programación. Esto se debe a la falta de eco y repercusión en los medios culturales valencianos. La necesidad de una mayor visibilidad es una demanda constante.

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