![Libros' torturados': prohibidos, quemados, mutilados, tachados o emparedados](https://s2.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/11/27/03-libros-kgnC-U210845704027Tr-1200x840@RC.jpg)
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El intento de acallar, cercenar, prohibir o suprimir pensamientos, palabras y tesis ajenas es tan antiguo como la humanidad. Una práctica que creció con la escritura y que se convirtió en delirante tras el invento de la imprenta y la difusión de unos libros que ... sufrieron toda suerte de 'torturas'. Censurarlos, prohibirlos, tacharlos, expurgarlos, mutilarlos, quemados y hasta emparedarlos, fue un radical ejercicio cuyos efectos en nuestros país repasa la Biblioteca Nacional de España (BNE) en la exposición 'Malos libros, la censura en la España moderna'. En cartel hasta el 11 de febrero, expone 94 piezas de las que 87 sin índices de libros prohibidos de la BNE.
«La censura ha existido siempre y en todas partes, pero los métodos para castigar textos y autores considerados 'malos' tras la multiplicación de libros por la imprenta nació en el siglo XVI con los índices de libros prohibidos surgidos en las universidades de la Europa católica», precisa María José Vega, catedrática de Teoría de la Literatura de la Universidad Autónoma de Barcelona y responsable de la exposición. Unos índices «que perseguían y censuraban sobre todo la herejía, y que no partieron de la Inquisición, que no se preocupó mucho por la obscenidad», asegura la experta.
Se dedica la muestra a esos severos 'Index librorum prohibitorum', las listas de miles de libros prohibidos que los guardianes de la ortodoxia vetaron. Pero también a los libros perdidos, quemados, emparedados o arrojados a los pozos, que de todo hubo.
Los índices nacieron para combatir la herejía, el protestantismo y los libros luteranos. «Pero alcanzaron también a la historia, a la ficción, a las oraciones y las formas de piedad popular, transformando la industria editorial, la ordenación de las bibliotecas, la organización de las profesiones y oficios en torno al libro, y hasta la concepción de la escritura y de la lectura», explica la comisaria. Determinaron también la percepción de la heterodoxia en estampas o medallas «generando un clima de recelo, culpa y sospecha ante el libro y la textualidad».
La exposición plantea que la censura de libros puede entenderse «como una forma de limitar y erradicar el disenso religioso y político». «Un instrumento de control social y de creación de convicciones, y un medio de acceder a las conciencias de los individuos mediante la vigilancia de la lectura y la intervención en la textualidad».
Los primeros índices surgen en las facultades de Teología de París y Lovaina, a mediados del siglo XVI. Los teólogos, vigilantes de la herejía y el protestantismo, cargaron contra los libros de teología, espiritualidad, devoción, historia, derecho, adivinación, astrología y magia. «La Inquisición no se preocupó mucho por la obscenidad. Eso quedaba para los confesores», apunta Vega, que asegura que la proliferación de los libros 'malos' «se llegó a comparar con la llegada de la peste en las ciudades». Los índices habrían sido así «cortafuegos» del protestantismo y «una medida profiláctica o de salud pública».
No hay una cifra global de los libros afectados por la censura desde el pionero índice de París, de 1544, hasta el último español, de 1790, y el último europeo, el índice romano de Pío XII, publicado en Roma en 1948 y en vigor hasta el concilio Vaticano II de 1962. Pero se sabe que entre 1544 y 1596 afectó a 6.311 títulos de unos dos millares de autores. El primer índice español de libros prohibidos por la Inquisición apareció en 1559 y fue implacable con las obras religiosas y espirituales ante la eclosión del protestantismo «sin condenar ni la lascivia ni la obscenidad», insiste la comisaria.
Junto a los libros prohibidos los hubo expurgados, con pasajes tachados de los que varios ejemplares en la exposición, como 'Mallei meleficorum', de Jakob Sprenger (1436-1495), un manual contra brujas y demonios con un expurgo tan agresivo que los borrones sobre los pasajes prohibidos agujerearon la página. En una 'Divina Comedia' de 1564 se tachó con tinta negra el comienzo del 'Infierno', por las referencias de Dante al clero. Una página del 'Orlando furioso', el poema épico de Ludovico Ariosto se emborronó igualmente con tinta.
También se emparedaron libros para salvarlos del furor inquisitorial. Así ocurrió con la biblioteca de Barcarrota (Badajoz), hallada en 1992 durante las obras de rehabilitación de una vivienda. Tras un tabique se ocultaron once libros y un documento -un diálogo erótico homosexual- emparedados desde el siglo XVI. Entre ellos, una edición del 'Lazarillo de Tormes' de 1554 y obras de nigromancia o artes adivinatorias escritas en español, portugués, francés, italiano y latín. No figuraban en ningún índice, «pero se ocultaron ante clima de censura inquisitorial», dice la comisaria.
Los índices prohibieron también libros de espiritualidad, sobre todo en romance castellano, al que se tachó de «ataque a la literatura espiritual» en la segunda mitad del siglo XVI, algo que lamentó Santa Teresa de Jesús en su 'Libro de la vida'.
En los originales de los fondos de la BNE se constata cómo se practicó la censura entre los siglos XVI y XIX, con colecciones del Consejo de la Suprema y General Inquisición, cuyos materiales de trabajo interno se depositaron en la Biblioteca Nacional en 1848.
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