La poetisa estadounidense Emily Dickinson decía que «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro». Ante el aislamiento hospitalario por una enfermedad, la reclusión en prisión o el retiro en un monasterio, la biblioteca se convierte en el mejor medio para que pacientes, presos y religiosos rompan muros y se transporten a cualquier lugar, en cualquier momento. Los libros, del que hoy se conmemora el Día Internacional, son «su remedio contra todos los males» y en muchos casos la «salvación para todos ellos».
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En el Hospital Universitari i Politècnic La Fe lo tienen claro: «La lectura no cura, pero salva la mente», aseguran las bibliotecarias del centro, Aure Lluch y Lola Alonso. Ambas dirigen desde hace un año la biblioteca Pepa Salavert del centro y coinciden en que «es uno de los trabajos más gratificantes». Ellas son las encargadas de evadir a los pacientes de los médicos, las pruebas, los goteros y las cuatro paredes blancas que les rodean. «Con los libros les hacemos volar más allá y les devolvemos la sonrisa», comenta Lluch.
Y es que la lectura la utilizan como una técnica auxiliar de la medicina para mejorar el estado psicológico de los enfermos combatiendo el aburrimiento, la soledad, la melancolía, la ansiedad, la pérdida de intimidad. En la Primera Guerra Mundial las personas que estaban al cuidado de los heridos ya observaron que estaban más relajados y psíquicamente mejor los que leían y hoy en día lo ratifican. «Es una suerte contar con una biblioteca porque muy pocos hospitales tienen una», apunta Alonso.
A través de donaciones públicas y privadas han logrado desde 1991 conseguir más de 10.000 obras entre las que se puede encontrar poesía, teatro, cómics o lectura infantil y religiosa. Los libros de autoayuda son los más demandados desde la entidad para tener en la estantería central. Pero los más leídos son las novelas. 'Patria', de Fernando Aramburu, sobre la vida en el País Vasco bajo el terrorismo de ETA, es el que más está triunfando estos últimos meses. «Tenemos dos ejemplares y siempre están ocupados», asegura Alonso. Le sigue 'Los pacientes del doctor García', de Almudena Grandes, con acontecimientos reales y desconocidos de la segunda guerra mundial y el franquismo. «Lo cierto es que el perfil de los enfermos más lectores es de mediana edad porque los jóvenes ya casi no leen», manifiesta Lluch. Por ello, dos veces por semana, las encargadas suben a las habitaciones de los niños con «la biblioteca móvil», un carro con todo tipo de libros infantiles, para promover la lectura entre los más jóvenes. Además, siempre hay un libro como regalo el día de su cumpleaños o en Navidad.
La estancia en un hospital es dura. La Fe recibe a ciudadanos de todos los rincones del país que convierten el hospital en su casa. «Una mujer que llevaba tres meses con el marido ingresado en la UCI devoraba los libros para que el tiempo sentada en una butaca pasara más rápido. Nos agradeció infinitas veces nuestra labor en la biblioteca», cuentan Lluch y Alonso, que además de recomendar libros preparan infinidad de actividades culturales. Para mañana celebrar el día del libro, recibirán la visita de las escritoras Teresa Broseta y Mercé Viana, y del ilustrador Toni Cabo. Pero ambas lo único que piden es que «la gente done libros porque a muchos les dan la vida».
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Las dos bibliotecas del Establecimiento Penitenciario Antonio Asunción, la cárcel de Picassent, facilitan la vida en prisión de muchos presos, además de estimular su desarrollo intelectual, cultural y social de los reclusos. Los propios internos gestionan los más de 7.000 préstamos al año que se solicitan y las casi 10.000 lecturas registradas, según los datos facilitados desde instituciones penitenciarias.
Una biblioteca en la Unidad de Preventivos y otra en la de Cumplimiento suman un total de 34.212 libros y 40.738 volúmenes, entre los que han destacado este año autores como Arturo Pérez-Reverte, Jorge Bucay o Ken Follet. La fantasía es lo que más triunfa después de los códigos penales, la legislación y diccionarios, que se solicitan de forma habitual y desde la institución consideran como libros de consulta y no de lectura.
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Diecinueve salas de lectura que buscan facilitar la regeneración cultural de los reclusos y por tanto influir en su incorporación a la sociedad. Además, este año se ha creado en la Unidad de Preventivos un «carro libro para que los internos vean, toquen y así puedan elegir libros directamente, ya que por medidas de seguridad no pueden acudir a la biblioteca. Este sistema ha supuesto un incremento en las lecturas», aseguran desde la institución.
Mientras, rodeados de montañas pero también entre muros, los del Monasterio Santo Espíritu, se encuentra la orden de los franciscanos que atesora desde 1878 una biblioteca de referencia con 80.000 obras y 42 incunables, «y eso que durante la Guerra Civil hubo una gran perdida de volúmenes porque los frailes huyeron del monasterio», cuenta su encargado Alberto Marín. En el fondo antiguo destacan obras de Luis Vives o Gregori Mayans. Actualmente no aceptan donaciones, por tanto aumentan su fondo con la compra de libros y revistas que puedan interesar por su carácter franciscano, teológico o de historia de la Iglesia. Allí se encomiendan a libros de teología o franciscanismo para sumar a su sabiduría. Aunque en el último año han subido las consultas a temas históricos de Sagunto. Esta biblioteca, como las de algunas iglesias de la ciudad de Valencia (San Agustín o San Bartolomé), cumplió una gran labor educadora para los más necesitados y sin recursos en los años posteriores.
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