
Lorenzo Silva: «Los jueces están escribiendo ahora las mejores novelas sobre corrupción»
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El escritor, que mañana recibe el premio del festival Valencia Negra, afirma que la cultura «es el verdadero patrimonio inmaterial» de un paísA Lorenzo Silva se le puede preguntar de todo. Es lo que tiene llevar más de 20 años asomado a la literatura y a la actualidad, opinando sobre la situación social y política desde el respeto y la libertad. El padre de los agentes Bevilacqua y Chamorro, articulista de LAS PROVINCIAS y uno de los autores más reconocidos del país, recibirá mañana el premio Francisco González Ledesma por su trayectoria en el marco del festival Valencia Negra.
–¿Cómo valora el reconocimiento que se le da en Valencia Negra?
–Estoy feliz. Muy pocos premios de los que me han dado han sido por mis novelas negras. Hay varias razones para el agradecimiento. La primera, porque esta ciudad ha sido siempre muy generosa conmigo. También, por el coraje y la valentía de los responsables de Valencia Negra. Su trabajo demuestra que las ciudades se pueden construir con la cultura, que su imagen va más allá del fútbol y de los grandes edificios de trencadís. Y, por último, porque a González Ledesma tuve la suerte de conocerle, es una persona a la que aprendí a admirar y a creer.
–Viene a este festival, pero usted ya sabe lo que es poner en marcha iniciativas de estas características, no en vano, está al frente de Getafe Negro. ¿Este género ha dejado ya de ser menor en la literatura?
–No sé si me toca a mí decirlo pero es cierto que en los últimos años esto ha cambiado. Decía el crítico Ricardo Sanabre que había que sacudirse esos prejuicios. Raymond Chandler era mejor escritor que Ernest Hemingway.
–El año pasado se cumplieron 20 años de la primera novela de la saga de Bevilacqua y Chamorro. ¿Ha pensado alguna vez que eran un peso para Lorenzo Silva?
–Nunca. Esta saga me ha dado la oportunidad de contar muchísimas cosas. No han sido una hipoteca, más bien un trampolín. Lo cierto es que a esta serie yo la concibo como un único gran libro.
–En los últimos tiempos ha centrado su literatura en la ciberdelincuencia, la trata de personas y el narcotráfico. ¿La corrupción ha pasado ya a un segundo plano?
–El relato de la corrupción se está haciendo ahora en la Audiencia Nacional, en las provinciales. Ahora, la mejores novelas las están escribiendo los jueces. Eso es muy buena noticia. Pero no debemos olvidar que quedan por explotar otras corruptelas como la trata de personas y de drogas, que se desarrollan en connivencia con los responsables públicos.
–¿La realidad satura al escritor? ¿Quedan temas de los que escribir?
–Siempre. Lo que hay que hacer es buscar un camino personal. En la literatura compites con autores muy potentes. En los seis minutos que he tenido para leer el periódico he visto la historia de esa chica desaparecida en París y que ha sido encontrada desorientada. Eso tiene una novela. Puede que no sea truculenta ni espectacular, pero teniendo imaginación, las historias no faltan.
–Hace algunos meses que abandonó las redes sociales. ¿ Vivimos tiempos de odiadores casi profesionales? ¿Hay demasiada crispación?
–Las dejé porque eran un mecanismo que drenaba mi tiempo y capitalizaba mis esfuerzos en beneficio ajeno. Además, mediante la literatura, tengo el privilegio de mantener una suerte de conversación de calidad con las personas. Pero lo que me preocupaba es que personas a las que admiro eran capaces de escribir tonterías. Si las dices y te dan cinco mil 'likes', se te sube a la cabeza.
–¿Lo de Cataluña da para una novela negra, un sainete...?
–Lo sucedido en Cataluña se está tratando en los tribunales. Se cometieron delitos graves, eso lo creo, aunque no sé si el de sedición. Después, llegará el tiempo de la política y, sobre todo, de la racionalidad. No existe una Cataluña tan diametralmente opuesta como para ser independiente. Lo siento por los independentistas, pero Catalauña es más española de lo que ellos desearían.
–¿Se ve como ministro de Cultura?
–A mí nadie me ha llamado, pero no. Encajo mal con la política partidista en España pese a que yo tengo vocación de servicio público. La cultura sigue siendo un ámbito muy secundario.
–¿Tiene solución?
–No lo sé. Pero la cultura es el verdadero patrimonio inmaterial que tiene un país. No ha habido ningún gobierno con la visión estratégica suficiente para darse cuenta. Un ejemplo sería que el ministro de Cultura fuera vicepresidente del Gobierno y no estuviera en un extremo de la mesa.
–¿Nos merecemos a nuestros políticos?
–Esa es la gran pregunta. Están a un nivel más bajo del nivel del país, pero también debemos reflexionar en si hay un déficit de compromiso en los españoles con la gestión pública.
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