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Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) presenta en Valencia Mirafiori (Ed. Alfaguara), su última novela, un relato intestino de amor, desamor y fantasmas. Un libro que le rompió su patrón de escritura, que le obligó a parar sin saber si había final y que arrancó varias veces para cerrar de manera sublime. Mirafiori completa la trilogía de Miss Marte y Malaherba. La editorial presenta al gallego -periodista de El País- como la vuelta del mejor Jabois. Como si alguna vez se hubiera ido. La cita, este jueves 23 de noviembre por la tarde, a partir de las 19 horas, en la Llibreria Ramon Llull (calle Corona, 5) de Valencia. Atiende la entrevista por teléfono, después de un poco de chapa y pintura en el dentista.
-El final de Mirafiori me cayó encima una tarde de domingo.
-(Ríe) La tarde de domingo donde yo no quiero domingos por la tarde.
-No sé si es lo que busca, ese nudo en la tripa.
-En realidad no buscas una intención en el lector sino una intención en el autor. Estás escribiendo y procuras que a ti también te deje poso lo que escribes y que haya un final a la altura de los protagonistas. Darles un destino fatal pero con cierta perspectiva. Al escribirlo no me quedé jodido sino contento, porque estaba el punto final, una cosa que esperaba. Ahí se unió la felicidad del punto final con una cierta amargura de ese vómito emocional que ella (Valentina) hace, pero también la satisfacción de haberle dado final a una historia con la que estuve varado bastante tiempo.
-¿Le liberó el punto final?
-Sí. Nunca pensé que pudiese escribir esta novela. Yo escribo las novelas muy rápido y con esta he tardado casi tres años. La empecé en 2021 y la escribí en tres golpes de tiempo. Eso nunca lo había hecho. Llegó un momento en el 22 y en el 23 que pensé que no iba a hacerlo. Era la primera vez en mi vida que fallaba un plazo de entrega. Soy un tipo que apura mucho los plazos y que involuntariamente putea mucho a sus editores, escribo sobre la hora, en la frontera, en el periodismo y en las novelas. Y en esta ocasión me falló el tiro. No lo hice. La entrega de mayo pasó a octubre. Y en ese tiempo pensé que tampoco lo iba a hacer. Cuando puse ese punto final, se lo di a mi editora, lo leyó y supe que había terminado la novela. Fue una liberación absoluta en lo personal y en lo profesional, y en muchas otras cosas. Y porque tenía muchísimas ganas de empezar otra. Estás escribiendo una novela, que no sabes cómo va a terminar, y te entra la urgencia de escribir otra. A veces tenía que escribir una cosa para el periódico pero me ponía con la novela, o al revés. Como si la infidelidad al otro trabajo me motivase, era como provocar la escritura. Es algo inexplicable. A veces me ocurre.
-La escritura del final del libro le pilla en un proceso de ruptura con su pareja. ¿Influye en el relato? No lo digo en el guion de ese final sino en la forma. Sin esa quiebra, ¿la redacción, las ideas, el quemarropa hubiera sido lo mismo?
-Es cierto que las emociones no son las mismas aunque había pasado ya un tiempo de ese adiós. No lo podría haber escrito en los momentos más jodidos de la ruptura. Lo que ocurrió es aquello de Woody Allen de comedia tragedia más tiempo. Aquí no había comedia pero sí que había tiempo y la tragedia de esos primeros meses se había convertido en algo más amable, algo que ya que no me impedía escribir. Ocurre también en el periodismo, cuando estás muy enfadado no es bueno escribir un artículo de opinión. El hecho de que hubiera estado profundamente triste hubiera interferido demasiado en la novela, demasiados sentimientos y no se trataba de eso. Pero todavía hay muchas emociones que puedes aprovechar para escribir de ellas porque las has vivido muy recientemente, y sabes de qué hablas. Lo que cuentas no tiene que ser real pero sí verdad, muchas de las emociones y protagonistas son de verdad en personajes novelados. Bret Easton Ellis cuando escribe American Psycho no mata mujeres para saber qué piensa su protagonista psicópata pero sí sabe qué siente un hombre cuando se quema una mano. No hay paralelismo entre mi vida y la novela pero es cierto que hay una pareja que se rompe después de 22 años y todos nos parecemos mucho en la tristeza, en el sufrimiento. La ruptura no sólo la he padecido este año sino en tres traumatiquísimas rupturas anteriores y nunca había escrito de eso. Y muchas de esas tres rupturas están presentes en distintas fases de la novela.
-¿Tenía la necesidad de escribir de amor y desamor?
-No tenía ninguna necesidad pero igual que le presto atención en las columnas del periódico, para salirme del carril, es cierto que en este caso nunca había escrito una historia directa en la ficción -tampoco llevo muchas ficciones-. De alguna forma, el amor siempre está presente. De la misma manera que en Malaherba el amor es de padres a hijos y de hijos a padres, y en Miss Marte es un amor entre amigos, entre compañeros de generación, nunca había puesto en el centro una relación sentimental entre dos personas. Y siempre me han dado mucha envidia esas parejas que se conocieron tan pronto y siguen funcionando como entonces o a pesar de entonces.
-En el libro una de las frases que atronan es que en el amor se cree que los caminos siempre son de ida, cuando en realidad en muchos caso llega el de vuelta. No sé si en la vuelta se puede empezar una nueva ida.
-No lo sé, cada persona es un mundo. Yo nunca lo he hecho. Lo que sí que he hecho es convertir a alguna expareja en familia mía. He tenido muchísima suerte. Cada uno puede gestionar su relación como considere. Hay gente que no quiere tener ninguna relación con su ex y le va mejor así y gente que siguen en el mismo grupo. También hay gente que ha vuelto, pero para eso debes estar enamorado. No sé cómo va eso porque nunca me he vuelto a enamorar de la misma persona.
-Mirafiori es la planta de producción de Fiat y uno de los modelos de la marca. Es un término de otra generación, de la Transición y Naranjito. ¿Es un guiño a un tiempo pasado?
-Me gustaba como sonaba. Las cosas se explican de manera sencilla. El coche en realidad es Seat Supermirafiori pero como las otras novelas empezaban por M y era como cerrar una trilogía, pues cambié el Seat 131 por el Fiat Mirafiori. Me gustaba como sonaba. No pensé en el título como resumen de la novela. Me gusta titular, cuando tengo en marcha un libro y tengo un gran título sé que tengo que publicarlo porque ese título no se puede desperdiciar.
-Sus novelas tienen a Galicia como paisaje, costumbres y vida.
-Sí, porque joder, circunstancialmente llevo diez años en Madrid, y Galicia es lo que mejor conozco, donde mejor me muevo y es a lo que me remito cuando escribo pero no es una obligación. Ojalá tuviera el talento de escribir una trama en Los Ángeles.
-En Mirafiori los fantasmas tienen un papel fundamental. ¿Una expareja en cierta medida también puede ser un fantasma porque se suele aparecer?
-Hay una similitud de sensaciones. De levantarte por la mañana porque has soñado con tu abuelo que se ha muerto y te genera tristeza, y soñar que las cosas son como antes pero en realidad no son como antes. Imagino que la situación de pérdida tiene cierto parecido. Y a tu abuelo no te lo vas a encontrar por la calle pero a tu ex sí por más que Ayuso diga que no (ríe). Y entonces hay un cuerpo y un físico que has amado hasta la extenuación y que ya no amas, y la sensación es rara.
-Le he leído ensalzar el desamor, no sé si como un proceso necesario para sentir que antes uno vivió algo mejor.
-En absoluto es necesario pero, joder, no te enamores si no quieres sufrir. Cuando subes a la montaña rusa vas a pasar por muchas emociones diferentes pero si quieres seguridad súbete a los caballitos del tiovivo.
-Pero cuando vas de bajada en la montaña rusa, tanto real como emocional, las que sienten son las tripas.
-(Reconoce que nunca se ha subido ni se subirá a una en un parque de atracciones). Cuando alcanzas un punto álgido de felicidad, cuando estás eufórico, sabes que bajarás en algún momento, otra cosa es pasar por la vida de puntillas, cosa totalmente legítima cuando vives sin profundidad pero cuando vives con mucho sentimiento también se genera la decepción, no tiene por qué haberla, pero si estás enamorado está el riesgo de que dejes de estarlo. La decepción es grande pero... ¿qué haces? no confiar en más gente por no pasar por el desamor, ¿no vivir por no pasar por el dolor de la enfermedad y de la muerte?, las cosas a veces tienen un precio.
-¿Cuánto dura el luto del desamor?
-Ni idea.
-¿Y los suyos?
-El que más, el relacionado con mi hijo, porque éramos una familia y luego ya no lo éramos. Y ese luto fue más difícil de gestionar.
-La editorial dice que con Mirafiori vuelve el mejor Jabois -apunto que no estoy de acuerdo con ella porque no siento que se hubiera ido-.
-Esa frase tiene algo de peligroso.
-¿Es lo mejor que ha escrito?
-En la ficción sí. Es el trabajo del que más orgulloso estoy, y hay algo de vanidad en esto, porque es como decir que cada vez escribo mejor. Creo que es un buen síntoma creer que lo último que has escrito es lo mejor. No es una frase de márketing porque tenga que vender la novela.
-Un amiga mía define estos libros como 'libros de piel', porque te hacen sentir y ahí cabe desde la euforia al sufrimiento.
-Me gusta esa definición, los libros que interpelen, que interfieran en la vida de los lectores, que los deje pensando y que les haga volver a leer la novela tras darle una vuelta a la cabeza.
-Escribir de amor, ¿corría el riesgo Jabois de ser un moñas?
-Me da igual. Lo comenté con algún amigo mío, mientras lo estaba escribiendo, y eso a mí la verdad es que me divirtió mucho. Es mucho más fácil escribir del descuartizamiento de veinte prostitutas que de los intestinos de una relación sentimental y de las cosas que pasan en las parejas, de cómo se construyen, de cómo se levanta el monumento de uno y otro y cómo de repente se erosionan y se derrumban. Cómo el mayor de los imperios puede terminar de un portazo. Corría ese riesgo, probablemente haya párrafos que lo sean pero chico, quien no esté enamorado y haya sido cursi o un moñas cinco minutos no sé si ha estado enamorado. Si estás follando y no dices una frase irreproducible entre lo salvaje y lo cursi, depende cómo estés haciendo el polvo, entonces está pasando algo muy raro. Si te pones a escribir de una pareja tienes que contar las cosas que se dicen y de cómo las dicen. Del puto churri, del puto cari... estas cosas pasan, no las inventa uno, nada de lo que está escrito ahí no ha ocurrido en una pareja
-En una ruptura de pareja cada parte sufre de manera distinta. En su novela se siente. Unos asumen y otros se autodestruyen.
-Ahí le cedo la palabra a mi querido Andrés Calamaro cuando dice «los dos fuimos a volar con el mismo paracaídas». Es una metáfora acertada, se puede llegar a eso al mismo tiempo pero hay más daños en uno que en otro, y generalmente uno se va antes que el otro. Una de las cosas de las que más orgulloso estoy de la novela es que no se sabe quién cerró la puerta y quién bajó las escaleras, nunca llegas a saber quién se ha ido antes y mejor así. Repartir responsabilidades y definir culpas es bastante absurdo
-¿Cómo va la serie de Miss Marte que produce la valenciana María Zamora?
-Tienen los derechos pero no sé en qué punto está. Yo no participo de ello. No suelo participar en cosas de estas, no me gusta mucho. Tengo muchísimo trabajo, cuando alguien compra algo tuyo pues pasa a ser de él. Si no tuviera tanto trabajo igual sí que me gustaría estar porque aprendes, miras cosas, parece un trabajo fascinante. No soy de ir a ver rodajes, ni luego ver la historia, soy muy raro con eso. Pero ya es de otros, lo que se haga, si se hace, ya será un proyecto de otra persona.
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