Un libro nace, pero nunca debería morir. Su azarosa existencia, que depende siempre de los lectores, es como un rompecabezas. En él intervienen muchas personas. Desde que un escritor se pone manos a la obra hasta que alguien decide abrir su primera página, el ejemplar ... pasa por un proceso en el que editores, impresores y libreros tienen mucho que decir. No todo lo que se escribe se publica. De ahí que la labor de personas como Manuel Borrás, responsable de la editorial Pre-textos, sea crucial para elegir qué sale al mercado. Después, es el turno de la imprenta, como puede ser Kolor Litógrafos, instalada en el Polígono Fuente del Jarro. Allí se hacen las pruebas antes de la impresión después de haberse diseñado el libro, la portada, las páginas, elegido el papel, la encuadernación... y de ahí, a las librerías, donde profesionales como Alodia Clemente, de La Rossa, buscan lectores y hacen un trabajo de recomendación y difusión literaria. E, incluso, personas como Rafael Soriano, quien ha impulsado un club de libros libres con el que evitar que los ejemplares terminen en la basura. Porque en la vida de un libro, cada participante, tiene una tarea esencial.
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