![Oriente y Occidente se citan en el IVAM de la mano de la artista Gülsün Karamustafá](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202007/28/media/cortadas/Imagen%20Quay%20(152162156)-R1B18kFYJZ8xJEZUunrTeJL-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
![Oriente y Occidente se citan en el IVAM de la mano de la artista Gülsün Karamustafá](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202007/28/media/cortadas/Imagen%20Quay%20(152162156)-R1B18kFYJZ8xJEZUunrTeJL-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) presentó ayer la muestra con la que José Miguel G. Cortés se despide de la dirección del centro. 'Gülsün Karamustafa. Dos mundos' ofrece al público una reflexión en torno a la convivencia entre dos culturas, entre Oriente y Occidente. Es una exposición cuyo discurso bien puede resumirse en una de las afirmaciones de la artista que puede leerse en la sala: «Yo no soy occidental, pero tampoco exactamente oriental». No hay un solo mundo.
El recorrido de la muestra descubre una de las características fundamentales del trabajo de la artista, que responde, en palabras de Cortés –comisario de la muestra– a la «hibridez, esta capacidad de recoger lo mejor de cada mundo» que plasma en sus trabajos. Es sin duda un retrato de las distintas formas de entender la cultura, algo que el director del museo recordó que es lo que hemos hecho o intentado hacer en los últimos años: reivindicar el sur». El todavía responsable del IVAM destacó que de su mandato «me gustaría que quedara que en contra de toda visión unilateral, cerrada, sectaria, ha sido una apuesta por la multiculturalidad, con amplitud de miras y con diversas visiones. Creo que lo hemos logrado».
En el museo de la calle Guillem de Castro se contemplan una treintena de piezas de la artista turca –dos propiedad del espacio valenciano– que recogen sus obsesiones creativas, entre las que se encuentran aspectos como la migración, la memoria, la identidad o las cuestiones de género, temas que en Turquía soportan continuas amenazas. Se trata de la primera gran exposición de la artista nacida en Ankara en 1946, pero vitalmente ligada a Estambul, que se celebra en España, si bien en 1988 se mostraron algunas de sus obras en el Teatro Romano de Sagunto.
El discurso expositivo, que se puede visitar desde hoy hasta el 18 de octubre, arranca poniendo ante el espectador una fotografía de la artista en su niñez mirando por la ventana del tren en el que partió de Ankara. Esta imagen, junto con una instalación circular a partir de portadas de revistas que hablan de la radio en Turquía y que cada una incluye un artículo del padre de la creadora, alertan de la importancia de la memoria en Gürü Karamustafá, así como de otra dualidad que viene trazada por lo que corresponde al ámbito privado y lo que trasciende al público, en este caso a través de la radio o de revistas que también sirven para descubrir la mirada sobre la mujer en los años 50.
Las migraciones ocupan un espacio importante en la muestra. Una de las obras más llamativas es la instalación 'Mystic Transport', trabajo móvil que presenta un conjunto de cestos metálicos con ruedas –de los que se utilizan en los hoteles o en la industria textil para trasladar la ropa– que contienen un edredón, cada uno de un color. Es la expresión del movimiento de refugiados, migrantes o exiliados que buscan un lugar para vivir. Y en esta obra una vez más aparece la hibridez cultural de la que habló Cortés: «Esos edredones son representación de la identidad de los turcos» y los llevan con ellos cuando se dirigen a otro país, a otra cultura.
Un montaje de vídeo que muestra a hombres que lloran porque sus mujeres les han abandonado invita a cuestionarse la concepción de la masculinidad. Y como no hay valores absolutos ante las maneras de expresión cultural Gülsün Karamustafá también presta atención a las manifestaciones de la cultura popular, algo que recoge un conjunto de reproducción de tapices e imágenes religiosas que apuntan al reconocimiento de otras manifestaciones creativas.
La religión en Turquía sirve a la artista para poner ante los ojos de quien mira la diversidad de mundos. Una obra mezcla «elementos de las religiones judía, cristiana y musulmana, no para hablar de confrontación, sino de complementariedad». Además, una pieza en la que aparece un cuerpo de mujer fragmentado llama la atención sobre el control masculino de las mujeres. Los géneros y el travestismo en Estambul y Valencia, ciudades mediterráneas, ocupan también espacio en una exposición que habla de vecindades y no de mundos separados. Un canto a la pluralidad.
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