Al escritor y ensayista Sergio del Molino no le duele España como le ocurría a Unamuno. Pero eso no impide que su ojo crítico sea capaz de desentrañar todas las aristas, desde la política a la cultura, que envuelven el país. El autor ha publicado recientemente 'Contra la España vacía', una revisión y actualización de 'La España vacía', el ensayo con el que en 2016 fijó la mirada en la despoblación. Por ello, no dudó en aceptar la invitación del Otoño Literario de LAS PROVINCIAS para debatir, junto a los lectores, sobre este fenómeno y de un libro que ha suscitado diversas opiniones frente a las tesis que defiende Del Molino.
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El escritor estuvo escoltado por la jefa de Culturas del diario, Carmen Velasco, y el jefe de Opinión del periódico, Pablo Salazar. Con ellos compartió su visión de esa España vacía, que no vaciada. «No tengo una sensación de tristeza, fatalista. Me fascina asistir al final de las cosas. Si mi mirada fuera trágica, como la de Unamuno, caería en el lamento nacionalista. Me da terror creer que hay una esencia que no debe desaparecer», comenzó el ensayista ante las preguntas de los asistentes.
«¿Nos falta autoestima a los españoles, nos creemos poco a nosotros, en comparación con los franceses, los ingleses o los norteamericanos?», le interrogó Salazar. Del Molino lo tiene claro: «Nos falta autoestima pero no creo que sea un rasgo de carácter, es una posición cultural y nos hemos educado en ella. En España está mejor visto para los intelectuales ponerse fatalista e irónico y echar piedras sobre el legado que lo contrario». «¿Es una herencia del franquismo?», le preguntó el jefe de Opinión. «No. Es algo que viene del Siglo de Oro». «En 'La España vacía' le dedicó un espacio a la entronización que se ha hecho del Quijoje, un libro que es tremendamente sarcástico. Llama la atención que es un texto mucho más parecido por los anglosajones que por los españoles. Se identifican con ese sarcasmo. Nosotros lo hemos entronizado, pero es cierto que los españoles llevamos la mirada cervantina a todas partes», aseguró el autor de otras novelas como 'Lo que a nadie le importa' o 'La mirada de los peces'.
En su recorrido por la historia reciente, Del Molino no esquiva ningún tema. «Es demencial que Franco sea ahora más relevante de lo que lo era en los años 80. Eso es un rasgo populista, que entronca con el hecho de instrumentalizar la historia del país en tu beneficio como hacen los populismos. Hay muchas corrientes políticas que han detectado que sacar a Franco en procesión concita adhesiones. Es una forma de discursear que les beneficia», defiende el autor, que pone el foco en la historia más reciente.
«Me interesa España en la medida que es el mayor logro democrático en este rincón de Europa, una anomalía en un país cuya historia está plagada de guerras y dictaduras constantes. En ese caldo de cultivo, emerge una especie de milagro: Esa España de nuevo cuño que nace en el 78», asevera. «España fue capaz de construir una democracia avanzada con todo en contra. Lo que se refiere a la esencia del país, no me interesa nada. Hay que defender este modelo de convivencia. Cualquier alternativa va a ser peor de lo que tenemos», confiesa Del Molino.
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En ese escenario, es donde el autor muestra su opinión sobre el estado de las autonomías. «Era un sistema provisional que ha devenido en definitivo. Hay dos problemas derivados de su desgaste. Por una parte, su indeterminación. No es ni un estado federal ni uno centralista, las reglas de juego no están claras y por eso se crean esas baronías y caciquismos, esas peleas entre el Estado y las comunidades. Siempre gana el más fuerte. El segundo problema es la disgregación de la ciudadanía. Con este sistema se ha roto el principio de igualdad de todos los españoles que recoge la Ley y que sólo se plasma sobre el papel», reitera.
En ese momento, surge el debate sobre el fenómeno de la España vacía. «No es un problema de despoblación, de que un pueblo con treinta habitantes pase a tener tres mil. El verdadero problema es de derechos democráticos. Hay un conjunto de ciudadanos que se sienten marginados, dejados de la mano de Dios. Es muy difícil que, sin esos derechos, haya una igualdad efectiva. Hay que hacer un cambio de enfoque, se intenta repoblar, pero la verdad es que hay una parte de la población que se siente ninguneada», asegura. Defiende que no ha habido una vuelta a lo rural, a la defensa de la vida en los pueblos. «Ahora hay más domingueros y los pueblos se llenan más los fines de semana. El problema principal del mundo rural es que el mercado inmobiliario no existe, no hay casas», dice.
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Sergio del Molino no huye de ningún tema. Es más, confiesa que no le preocupa que polemizar como ensayista le pase factura como escritor. «No depende de mí. No estoy pendiente de las etiquetas. Lo que me preocupa es tener una parte hipócrita y que se perciba que mi discurso es oportunista. En este país, es más cómodo ir con las siglas políticas por delante. Pero al final, yo por lo que abogo es por la oportunidad de debatir porque en un momento tan polarizado como el que vive España es más difícil hacerte entender», asevera.
Poémica. «No estoy pendiente de las etiquetas. Lo que me preocupa es tener una parte hipócrita y que se perciba que mi discurso es oportunista»
Historia. «Está mejor visto para los intelectuales y escritores ponerse fatalista e irónico y echar piedras sobre el legado de España que lo contrario»
Literatos. «Se es muy indulgente con la figura de Joan Fuster. Es incriticable, un santo venerado. A ningún país le sienta bien tener personajes intocables»
Con todo ello, la situación actual no escapa a la opinión de Del Molino. ¿La situación de Cataluña? «Es un problema que han creado a costa de una gran fractura social, un ejemplo claro de cómo una construcción nacional ha generado dos frentes», sostiene el escritor. En un momento, la charla deriva hacia la figura de personajes como el valenciano Joan Fuster. « Se es muy indulgente con su figura y se pasa por alto que muchos de sus postulados son anacrónicos. Pero para un sector es incriticable, un santo venerado. Muchos de sus escritos son desfasados, nacidos en un momento de construcción de la respuesta al franquismo. Unamuno también decía barbaridades. Y no pasa nada por decirlo. A ningún país le sienta bien tener personajes intocables», concluye el escritor de 'Contra la España vacía'.
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