![Las celebridades adoran a Lita Cabellut](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201801/20/media/cortadas/cabellut-kD1E-U5071056865018F-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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Begoña rodríguez
Sábado, 20 de enero 2018, 13:49
Cuenta la leyenda que a los 3 años su madre la abandona, que a los 10 pasa de vivir en la calle a un orfanato y que a los 13 la suerte le sonríe y la adopta una familia rica. De origen gitano, hoy vive en Holanda y sus cuadros -que cuelgan en paredes de artistas célebres y jeques...- valen decenas de miles de euros. Para añadir más drama a su infancia ‘cruel’, sus hermanas lo niegan todo. Ni de madre gitana, ni abandonada. Lo que nadie le puede rebatir es ser la pintora española contemporánea más cotizada del mundo. En España, apenas se la conoce.
Manuela, Manolita, Cabellut nació en Sariñena, Huesca, en 1961. Su madre adoptiva empezaría a llamarla Lita, y así se quedó. Fue ella quien la llevó por primera vez al Museo del Prado: «Ahí la niña analfabeta sintió que le contaban su primer cuento», relata en una entrevista. Estaba delante de ‘Las tres gracias’ de Rubens. Pero le impresionó ‘Peregrinación a la fuente de San Isidro’ de Goya: «Reconocí en esta pintura las expresiones a los ojos de la gente que crucé en las calles cuando era pequeña», dice. «Esta pintura describe la locura, la esperanza, los momentos terribles que el ser humano puede tener cuando pierdes tu seguridad... Para mí, cuando vi esta pintura por primera vez sentí la complicidad de ser testigo».
Le causó tal impresión que trató de copiar otro Goya, «uno de sus más dulces trabajos que representaba a un niño de campo con una niña de campo y un perrito», comenta James Badcock. El resultado no fue espectacular, pero su familia adoptiva alentó a la adolescente Cabellut a seguir pintando, incluso pagaron por tutores privados para compensar el tiempo perdido. Y por primera vez en su vida, también comenzó a ir a la escuela. «Fue muy difícil para mí. Es difícil comenzar a aprender a leer y escribir cuando tienes 13 años, y luego está la dificultad psicológica de que te pongan en una clase donde todos los niños son mucho más jóvenes. Recibía muchas clases particulares en casa. Era necesario porque tenía que aprenderlo todo».
Y así, lentamente, progresó en la escuela al tiempo que comenzó a escuchar la ‘voz del arte’ y decidió estudiarlo en la Academia Gerrit Rietveld de Ámsterdam. «En aquella época era difícil entrar en esta escuela, tenían una buena reputación en los años 80 y eso formaba parte de mis ambiciones gigantes, una vez más, yo quería ser una superhéroe, yo tenía pasión, dedicación, lo puedes llamar delirio».
Después de graduarse, se quedó en los Países Bajos y ahora tiene un estudio en La Haya, donde vive desde hace más de tres décadas. Pero el éxito no fue fácil: «Hice cosas como darle a alguien una pintura para poder pagar la luz o para conseguir crédito en el supermercado». Cabellut defiende que cuando estás en un período de crecimiento como artista tienes que defenderlo ferozmente porque necesitas ese tiempo para encontrar tu idioma y convertirte en un maestro. «Si lo cambias por dinero, no tienes ese tiempo para desarrollarte». Por eso, más adelante, y cuando ya había establecido una lucrativa relación con una galería de renombre, decidió empezar de nuevo y no vender nada durante dos años. Lita había pintado una serie impactante sobre la prostitución infantil que su galerista rechazó. No le gustaron nada esas imágenes desgarradoras frente a los dulces ángeles que se vendían tan bien. Pero Lita se negó: «Un artista tiene que seguir su trayectoria, así que hoy pueden ser ángeles, mañana demonios y fantasmas…. Si no sigues tu desarrollo artístico, todo se convierte en un desarrollo económico, y eso es muy peligroso. Yo pinto a la gente en la que el espectador necesita encontrar la belleza verdadera detrás de la piel».
La ‘gitana’ ocupa el lugar 333 de la lista de Artprice. Para que nos hagamos una idea, y cómo muy bien señala Mar Moreno, actualmente solo Miquel Barceló está por encima de ella entre los artistas españoles. Casi nada. Pero, además, Cabellut es adorada entre las celebridades hollywoodienses (según ‘The Times’, algunos son los actores Halle Berry y Hugh Jackman o el chef Gordon Ramsay) que se mueren por adquirir alguna obra suya. El precio más alto que han pagado hasta ahora ha sido 115.000 euros.
Su especialidad es lo que ella llama «la gente solidaria» o, lo que es lo mismo, los perdedores de la sociedad. «Hay que tratar lo que no conocemos de manera respetuosa. La tolerancia es un ejercicio de ternura».
En cuanto a la técnica, somete a sus lienzos a un largo proceso químico para darles una textura áspera y nerviosa y usa técnicas que van desde «la pintura de estudio del siglo XVII hasta el arte de la calle». Según explica, ha trabajado durante años con expertos químicos para conseguir en sus lienzos el aspecto craquelado de las pinturas antiguas. Es, en palabras de Marc Driessen, una variación del fresco que parece dotar a las caras de piel. «En las doce capas de distintos componentes que uso para lograr mis efectos pictóricos, a veces me apoyo en la proyección y la serigrafía, en técnicas modernas con materiales de diferentes disciplinas. Desde el óleo clásico con aerosoles -nunca acrílicos- y los pigmentos de toda la vida hasta la tira usada en el ‘street art’. En fin, soy una rockera de la figuración de hoy, con admiración absoluta por los maestros del retrato», asegura. Es su homenaje a Velázquez, Goya y Ribera. Y a Rembrandt, el holandés que la atrajo «en busca de un prisma especial de luz».
Y aunque lleva lustros triunfando internacionalmente, está muy ilusionada por las dos exposiciones organizadas el pasado otoño en España: en la Fundación Vila-Casas de Barcelona (donde expuso tres años sin éxito); y en el MAC de La Coruña. «La primera resume todo lo que he hecho como artista. A la segunda, sin embargo, llevé todos mis conocimientos: lo que he visto, sentido y aprendido, Es el testimonio de que estoy viva y que he dedicado gran parte de mi vida a lo que más me conmueve, emociona e interesa: La belleza». Y se remite a su infancia en las calles de Barcelona. «Todavía siento que estoy vendiendo estrellas», dice. «La gente no está comprando pintura, lienzo y resina, sino la magia y la emoción que es el espíritu del arte». Uno de sus cuadros más célebres aparece en la portada del libro ‘El color del silencio’ de Elia Barceló, publicado hace unos meses. Merecerá la pena prestarle atención.
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