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Lola Herrera, la dama de la escena, regresa a Valencia. Del 4 al 15 de octubre se sube a las tablas del Olympia 'Adictos', dirigida ... por la valenciana Magüi Mira. La obra es una reflexión muy del siglo XXI en torno a la tecnología sobre la que la actriz habla con LAS PROVINCIAS. La conversación, sembrada de amables sonrisas y sabias afirmaciones, también se detiene en la situación que atraviesa el teatro en la actualidad, así como en detalles que hablan de una experiencia de constancia y esfuerzo como camino para alcanzar el éxito.
–¿Qué va a contar Lola Herrera al público valenciano con 'Adictos' en el Olympia?
–-Es un ejercicio de imaginación de una sociedad en la que hay unas tecnologías, adelantos, que se proponen como bienestar, como un ir más allá y resulta que no es tal. Es una reflexión sobre por dónde vamos y adónde podemos llegar.
–¿En medio de ese mundo tecnológico cree que somos realmente libres?
–No, no. Lo venden muy bien y nosotros lo compramos. Tenemos que movernos hacia adelante, el progreso tiene que seguir. Lo creo así, soy progresista. Pero hay que tener cuidado en el sentido de no equivocarnos. Hay unos intereses de los que mueven los hilos que no son claros, sino interesados y nosotros no sabemos de la misa la media. Nos movemos con lo que nos venden, pero estamos muy lejos, muy lejos de saber lo que pasa.
–¿Le habrían venido bien a Carmen Sotillo las redes sociales para liberarse de sus agravios con Mario?
–No creo. No veo a Carmen en las redes sociales. La veo a lo mejor hablando con un corrillo de amigas, en una ciudad pequeña, comentando, o quizás ni siquiera eso porque es una mujer muy hacia adentro. Es de verbo muy fácil, pero lo más importante, lo que más le duele es una educación muy de formas que la tiene completamente ahogada. No creo que se metiera en las redes sociales.
–¿Y Lola Herrera está en las redes sociales, le gustan?
–No, no. No tengo tiempo para perderlo con gente que no conozco de nada, de recibir informaciones que no me interesan. El tiempo del que dispongo lo tengo que enfocar hacia mis apetencias, hacia lo que me gratifique. Las redes no me atraen. Me gusta hablar por teléfono con la gente, en lugar de poner mensajes escritos ponerlos hablados. Me gusta escuchar y estamos perdiendo el contacto aunque sea con la voz. Este juego ha venido demasiado tarde para mí, no sé si hubiera llegado antes si me habría interesado, pero en este momento, desde luego, no.
–Ahora que habla del teléfono, recuerdo que en una ocasión, creo que fue en Zaragoza, usted detuvo una escenificación porque en el teatro no dejaba de sonar un móvil. ¿Esto significa que hemos perdido las formas?
–Bueno, pues sí. En el teatro, desde que empezó la televisión hay un público que no es muy teatral sino circunstancial que confunde el escenario con la pantalla. Piensa que no oímos, ni sentimos, sino que hacemos una función y estamos desconectados, cuando es realmente lo contrario. La conexión con el público es lo que se produce en ese encuentro. Hay personas que no se dan cuenta de los teléfonos, que no saben ni apagarlo. Esta situación ahora se va organizando, pero al principio era horrible, horrible. Hay gente que hasta contesta.
–¿Cómo ve la situación del teatro en España?
–Podría estar mejor, pero no la veo mal. Pero ya sabemos que la cultura en general en España no es algo que tenga mucha protección ni muchas ayudas. Y ahí entra el teatro. También la lectura que, por ejemplo, aquí tampoco se ha fomentado mucho. En estos momentos, entre los jóvenes hay gente más interesada. Somos tantos que hay para todo. En el teatro veo muchos jóvenes y eso es estupendo.
–¿Falta interés de los poderes públicos, de la Administración, por fomentar la cultura?
–En general en este país, desde que tengo uso de razón, ha sido lo mismo. Nací un año antes de la República, desde que abrí los ojos empecé a ver cosas que no tenían nada que ver con la cultura. Cuando llegó la democracia se empezó a abrir camino, pero hemos perdido una franja de años importantísima para dedicar a la cultura lo necesario. Tenemos una rémora de ese parón de cuarenta años por tener algún interés por la cultura.
–¿No nos hemos repuesto?
–Todavía, no. Llevamos un retraso, hay muchas ventanas que se abren y se han ido abriendo estos años llenas de buenas noticias de gente que batalla muchísimo por la cultura. Desde los poderes hay una falta de interés en un sector de los que mandan muy amplio. Normalmente la gente progresista es la más dada a la cultura y cuando hay personas progresistas mandando se nota. Disfrutamos cuando esto sucede y padecemos cuando no ocurre.
–¿Dónde está el secreto de Lola Herrera para llenar los teatros contínuamente?
–Para eso no hay secretos, depende. Ha habido rigor dentro de las posibilidades que he tenido en mi trabajo, en lo que he podido demostrar al público a lo largo de muchísimos años. He hecho giras con todas las funciones que he estrenado en Madrid para llevarlas por toda España. He estado siempre dispuesta a ponerme en la carretera y a hacer kilómetros para llevar el teatro a domicilio. De eso, recibo una respuesta del público muy bonita, hermosa, cercana, tierna, algo así como ser la vecina del segundo.
–Es muy bonito esto que acaba de decir sobre su disposición a llevar el teatro a domicilio.
–Es parte de la obligación de quienes nos dedicamos a esto del teatro. Di que hay un desorden dentro de este asunto porque tampoco existe acuerdo entre las comunidades. En toda nuestra estructura ahora tenemos que recorrer millones de kilómetros para hacer un bolo aquí y otro allá. Cruzamos el mapa todas las semanas. Las cosas podrían hacerse más fáciles y también abaratarse si se pusieran de acuerdo las administraciones, los ayuntamientos y las comunidades autónomas. Con la cultura, y con otras muchas cosas, nunca se ponen de acuerdo. Debe ser difícil por lo que se ve. Cuando contrataban los empresarios privados, utilizaban su economía para las giras; hacíamos el norte en verano, Valencia en primavera, Andalucía en otoño. Recorríamos el mapa por zonas y la verdad es que era mucho más cómodo, pero claro, eran unos señores que se ponían de acuerdo por teléfono. Había una estructura en el teatro que ahora no existe en las autonomías ni en los ayuntamientos de todo el país; cada uno contrata cuando le viene bien, cuando le queda un hueco. Supongo que tienen muchas otras cosas que les preocupan más que el hecho de que nosotros hagamos kilómetros.
–No se retira, ¿verdad?
–Me retirará la vida y no tardará mucho. Voy cumpliendo muchos años, pero estoy muy bien. Se ve que tengo unos genes que han sido un regalo maravilloso de mi gente. Tengo buena salud y buena cabeza, con los achaques que se tienen con el paso del tiempo. Lo que mejor tengo es mi cabeza. Lo que más me divierte es mi trabajo. No pienso prescindir de él mientras lo pueda hacer al cien por cien.
–¿De no haber sido actriz, qué le habría gustado dedicarse?
–Cuando era jovencita quería ser peluquera. Me habría gustado estudiar, acceder a la Universidad, pero no pude, las circunstancias no lo permitían, y he tenido que aprender por el camino. No sé de mayor que me habría gustado, pero encontré circunstancialmente lo que me apasiona que es el teatro. Estoy volcada y hago temporada tras temporada desde el año 58 del siglo pasado.
–¿Hay adictos al teatro?
–Ojalá. Hay algunos adictos que nos mantienen. Esto aumentará, la gente acabará harta de las pantallas y empezará a distinguir lo que le interesa o no de las pantallas y nos quedaremos en otro sitio. En el teatro existen los adictos que lo ven todo. Hay poco en vivo y en directo, casi todo es enlatado, pero la adicción irá creciendo.
–¿Tiene un consejo para los jóvenes que se quieren dedicar al teatro?
–Constancia. No tirar la toalla. Es una profesión complicada, difícil, pero es maravillosa. Tienen que estar preparados a prueba de bombas. La profesión se ha hecho muy grande, muy grande, y todo el mundo no cabe, esa es la verdad. Es terrible esperar una llamada o hacer un montón de pruebas para ver si te aceptan en algún sitio. Pero creo que la pasión, la abnegación y el tiempo –si puedes sostenerte económicamente– se convierte en un esfuerzo que vale la pena porque lo que hay detrás es algo muy hermoso, que es mi trabajo.
–Tengo la impresión de que en el teatro de hoy hay mucho espectáculo pero poco texto, ¿cómo lo ve?
–Los textos no son fáciles. No hay muchos autores que escriben para la escena. La mayoría de posibles escritores para teatro lo hacen para televisión o cine, pero sobre todo para televisión que hay muchas plataformas y producciones. Se deben encontrar más cómodos y realmente no hay demasiados autores teatrales, vamos tratando de encontrar lo que podemos hacer. Excepcionalmente hay autores fantásticos que escriban sobre nuestro presente y el posible futuro.
–Tengo la impresión de que en el teatro de hoy hay mucho espectáculo pero poco texto, ¿cómo lo ve?
–Los textos no son fáciles. No hay muchos autores que escriben para la escena. La mayoría de posibles escritores para teatro lo hacen para televisión o cine, pero sobre todo para televisión que hay muchas plataformas y producciones. Se deben encontrar más cómodos y realmente no hay demasiados autores teatrales, vamos tratando de encontrar lo que podemos hacer. Excepcionalmente hay autores fantásticos que escriban sobre nuestro presente y el posible futuro.
–¿Necesitamos dramaturgos?
–Necesitamos muchas cosas, entre ellas dramaturgos.
–¿Qué otras cosas?
–Uy, no sólo en nuestro país, en el mundo entero. Necesitamos mucha cordura entre los que mueven los hilos, entre los que intentan imponer. Vivimos en un mundo injusto totalmente. Necesitamos una lista inacabable.
-¿Es pesimista?
–No, no. Trato de ser realista. Soy alegre y con sentido del humor. Trato de dar la vuelta a todo y ver el vaso medio lleno. Esto no me impide analizar, para eso me han dado una cabeza, para tratar de discernir.
–¿Qué más nos quiere decir?
–Me hace mucha ilusión llegar a Valencia. Me sabe muy rico pasar allí unos días porque además del público que siempre viene a vernos tengo unos amigos del alma desde hace muchísimos años. Echaré de menos a María Fernanda d'Ocón que ya no está con nosotros y que siempre que iba a Valencia la veía. Siempre está en mi cabeza, cuando llegue a Valencia lo primero que recordaré será a María Fernanda.
–Muchísimas gracias. Ha sido un placer hablar con usted.
–Muchas gracias.
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