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Luis Bermejo LP
Luis Bermejo: «Para luchar contra la ansiedad, deberíamos cultivar la lentitud en lo cotidiano»

Luis Bermejo: «Para luchar contra la ansiedad, deberíamos cultivar la lentitud en lo cotidiano»

Llega al Rialto con 'Hoy tengo algo que hacer', una oda al no hacer nada para luchar contra el sistema hiperproductivo en el que vivimos

Viernes, 24 de enero 2025, 10:18

Luis Bermejo dice que para luchar contra los demonios de la inmediatez y el desenfreno del sistema hay que cultivar la lentitud. Propone un ejercicio: dedicar diez minutos al día a esto. Hagas lo que hagas, hazlo despacio, consciente y aquí, dice. Es el principal aprendizaje que ha extraido de su papel protagonista en 'Hoy tengo algo que hacer', la obra dirigida por Pablo Rosal que estará hasta el domingo 26 en el Teatro Rialto. La obra, con claras influencias de la mítica 'Esperando a Godot' de Samuel Becket, arranca a un hombre de cualquier cotidianidad posible y lo arroja a un universo sin un rumbo claro. Hablamos con Bermejo sobre la obra, el ritmo vertiginoso de las cosas y el oficio de la actuación.

«La mayor revolución humanista del mundo actual es el feminismo. Yo me esfuerzo por salir de lo heteronormativo»

–¿Qué se va a encontrar el espectador en 'Hoy tengo algo que hacer?

–Un amanecer. Creo que esta realidad desvalida en la que nos encontramos necesita luminosidad y amaneceres. El texto, de Pablo Rosal, es muy divertido. Su intención era hacer una especie de viaje iniciático de descubrimiento a través de lo cotidiano. Este personaje descubre que no tiene nada que hacer y se despoja de los abalorios que le pesan. En la trama se va encontrando con varios maestros que le van aconsejando y regalando lecciones. Es un alegato a parar y no hacer nada, a dejar que el día pase, entrar en la tarde y no sentirse solo ni aislado. Es una obra que reflexiona sobre el tiempo de extrema ocupación y ansia en que vivimos. Hay que perder el día y dejar que entre una luz que te ilumine. Todo en un monólogo de humor. Es una defensa de la vida sencilla, del encuentro con el otro, de la simplicidad vital.

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–Vivimos tan deprisa que ni siquiera nos damos cuenta. ¿Hay algún aprendizaje con el que se quede después de haber hecho esta obra?

–Estamos envueltos en la comodidad y el trajín del día a día, lo que a veces obstaculiza la elevación espiritual. Hay un personaje en la obra del que he aprendido mucho que apela a la vida sencilla, a darle a las cosas amor y regalarles el momento en que se hacen. Deberíamos aprender a estar más en el presente, pero nos atoramos las agendas.

–La teoría la sabemos todos, pero ¿cómo llevamos ese 'carpe diem' a la práctica en un mundo que nos exige tanta rapidez?

–Bueno, cada uno sabe lo que necesita. Escuchar es la tarea más ardua. Hoy en día se está convirtiendo en un ejercicio difícil. Hay que parar el ruido. Siéntate diez o veinte minutos y escúchate, intenta hacer las cosas con amor, eso está en nuestra mano. Yo intento hacer un ejercicio diario de terapia y meditación. Si queremos evaporar la prisa y la angustia en que vivimos, hay que cultivar la lentitud, ir despacio.

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–Pero eso puede ser un arma de doble filo. Cultivar la lentitud puede hacer que afloren los demonios de uno.

–Sinceramente, no creo que esta velocidad, el hiperconsumismo y el modelo neoliberal al que se nos ha sometido nos haga más felices. Haya demonios o no, apelar a la vida sencilla y en comunión con la naturaleza es todo un camino a redescubrir.

–¿Es pesimista u optimista con respecto a todo lo que estamos hablando?

–Yo soy un melancólico, y en la melancolía encuentro abundancia de ideas. Es un lugar muy fértil. Tengo momentos pesimistas, pero mi oficio siempre me devuelve el optimismo. Creo que esta obra es un espectáculo muy sanador para quien lo ve, invita mucho a ese redescubrimiento.

–Su mayor reto profesional, si no me equivoco, ha sido 'Norberta', la película en la que interpreta a un hombre que no se identifica con su género. ¿Cómo fue esta aventura?

–'Norberta' habla de la disforia que supone no sentirte bien con tu cuerpo, pero también a nivel espiritual. A mí me ha servido para fijarme en mis propias disforias. Ha sido un proyecto muy gozoso, sobre todo gracias a Sonia Escolano y Belén López, las directoras. Ha sido jugar a ser otro, ¡y qué otro! 'Norberta' ha sido un regalo.

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–Ha dicho en alguna ocasión que viene de una cultura familiar muy patriarcal y que la terapia y el teatro le han salvado la vida. Ya empieza a ser una realidad eso de las masculinidades deconstruidas y la asunción de que no hay que ser un macho rudo y fuerte para ser válido.

–Ni lo soy ni lo quiero ser. Yo me reviso todos los días. Hay que estar atento, porque los patrones están tan asumidos que es muy difícil emanciparse, pero es posible. La mayor revolución humanista del mundo actual es el feminismo, y yo me esfuerzo por salir de la heteronormatividad que nos lastra. Aún hay mucho que hacer, porque la sociedad está llena de las impurezas que deja el machismo.

–Es un hombre, según he podido comprobar, sin mucho ego. Y a veces da la sensación de que el mundo del cine y el teatro tiene que estar lleno de egos.

–Es un oficio de mucho ego, sí. A mí no me interesa eso, la verdad. Me miro para ser mejor persona, ver mis errores y soltar lo que me pesa, pero el foco tiene que cambiar. Hay que cambiar la mirada para que los egos dejen de lastrarnos. Hay que mirar más a los demás y menos a nosotros. En la escuela de actores, mi maestra me decía que tenía mucho agujero yoico, un vacío de ego. A mí me interesa el trabajo con el otro, como esta conversación, que es transparente y la construimos entre los dos.

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