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Luis Mateo Díez (Villablino, León; 1942) acaba de ser galardonado con el Premio Cervantes. El escritor visita Valencia invitado por el encuentro Golem Fest, cita ... con la literatura fantástica que este año, en su quinta edición, entregará mañana al también académico de la RAE su Premio de Honor. Con motivo de esta visita, el autor de 'El reino de Celama', un espacio de la imaginación y la memoria, habla con LAS PROVINCIAS de su trabajo como escritor, de los valores que han inspirado su vida y también de asuntos que atañen a su condición de académico de la RAE.
-¿Cómo se recibe el Premio Cervantes?
-Con complacencia por lo que supone de reconocimiento. Yo soy un escritor de largo término, tengo una obra extensa, de escritor prolífico y he tenido la suerte de disfrutar de reconocimientos. Se recibe como algo que te complace y te da la sensación de que hay una medida de valoración de lo que has hecho.
-¿El Cervante no llega siempre muy tarde, tengo esa impresión?
-Creo que no, depende de las expectativas y de las necesidades de confirmación que tengas. Yo soy un escritor que hace tiempo que vendí el alma al diablo. Para mi la escritura está más intensamente inscrita en lo que soy y en lo que hago que en mi propia vida. Parece que no tiene uno tiempo de pensar en otra cosa. Los aprecios están en los lectores cómplices. No me he sentido secuestrado por otras veleidades. Cuando llega dices, qué bien que haya llegado, qué gusto y estoy encantado de haberme conocido. Es así, no es que tenga una visión tan ajena a estas cosas que te permita vivir sin la gente que te confirma en lo que haces.
-El único valenciano Premio Cervantes es Francisco Brines, a quien le llegó muy tarde ese reconocimiento.
-Sí, le llegó tarde. Era gran amigo. Le tenía gran aprecio y él también a mí. Tuvimos una relación intensa de amistad y admiración mutua. Le llegó más tarde de lo debido la Academia y también este premio. Estaba en una vida ya muy retirada, enfermo.Todos los que le quisimos y admiramos, a mí me parece que es uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, hubiéramos querido que le hubiera llegado antes.
-Luis Mateo Díez empezó en la revista de poesía 'Claraboya', ¿qué quería ver, qué buscaba a través de esa claraboya?
-El aprendizaje y la confirmación de algunas actitudes creativas. Saber que estaba predestinado a la escritura y a la ficción y que era preciso saber que no se podía llegar antes de tiempo a ningún sitio, sino que tenía que dar espacio y tiempo a lo que quería ser y conseguir.
-¿Los que nacen en un pueblo pequeño, en las entrañas del mundo rural, como es su caso, tienen un sexto sentido?
-Tal vez el sentido más profundo del ensimismamiento y la posibilidad de que la cabeza no se te vaya más de lo debido. Bueno, esto es una manera de verlo. Yo nací en un lugar muy peculiar porque había muchas tradiciones orales, la Institución Libre de Enseñanza había ejercido sus funciones a través de una fundación y había gran tradición de reconocimiento de lo popular y de lo universal. No había problemas para enredarte en localismos y costumbrismos. Si eras un chico despierto, tenías ya una visión mucho más amplia de los límites de aquellos hermosos paisajes.
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-Celama, clave en su obra, nos lleva a las raíces, ¿hemos perdido el respeto a las raíces?
-El mundo va muy deprisa. Vivimos en una sociedad sometida a un vértigo excesivo. El vértigo da una propensión a la huída, a la distancia, al olvido. También es cierto que en las tradiciones culturales del XX y hasta ahora, hay cierta opción a las desapariciones. Ese es uno de los grandes temas del siglo XX que hasta fue atendido por las vanguardias. Las desapariciones están más cerca del olvido que de la memoria.
-¿Hay alguna desaparición que a Luis Mateo Díez le duela de manera especial?
-A mí lo que me duele es tal vez la fragilidad de algunas convicciones en las que fui educado en el medio y en la familia en la que estuve. Eran más bien valores sustanciales que he procurado que sustenten mi propia vida: la generosidad, la discreción y el sentido común. Con estas tres cosas he pretendido sobrevivir al menos moralmente. Y sí, hay cierta degradación, pero bueno nacen otras cosas.
-¿Son tres pérdidas, pues?
- Son valores probablemente deteriorados en mi percepción. El mundo en el que vivo es un mundo tecnológico, de amplitudes, de muchas conquistas derivadas del progreso y del sentido de la vida. Supongo que hay muchas cosas que se irán cambiando por otras y acabaremos irremediablemente -porque el ser humano está hecho para las contradicciones-, logrando una nueva sabiduría para vivir.
-¿Todos necesitamos un Celama?
-Es bueno tenerlo. Esa pertenencia de las cosas está en nuestra experiencia y nuestra memoria, donde hay unas razones para tener un peculiar sentido de la vida. Esto que pertenece al misterio de lo que somos es muy importante y sobre todo para los artistas y los escritores.
-Y como académico de la RAE, ¿hemos perdido el respeto a la lengua?
-Creo que no. Lo que hay es cierta libertad un poco exagerada y un descuido. Esta especie de uso despiadado da posibilidades de otros descubrimientos. La lengua se ahorma a las necesidades utilitarias. No respetar las reglas de la misma no es el mejor camino, pero en el español hay mucha creatividad, además, el español no sólo es el peninsular, sino por lo menos el de cuarenta orillas donde la creatividad verbal es exuberante y maravillosa.
-¿En este momento en España, el castellano en las áreas bilingües cómo lo ve?
-Las lenguas maternas son sustanciales para mantenerlas, respetarlas y usarlas en la medida razonable. No podemos tener pérdidas de lengua, hay que ser extremadamente cuidadosos. Lo que es complicado son los contrastes interesados, que eso convierta el cuidado en batalla política o interesada. Hay una cosa que debemos tener clara, que el castellano o el español es la lengua que es porque no es sólo peninsular, aquí sólo somos el 9% de los usuarios del español como lengua crucial. Me produce, como poco, perplejidad nuestro parlamento pinganillos. Y a nuestros hermanos americanos de la academias no sólo les produce perplejidad, están estupefactos.
-¿Dónde está la fuente creativa de Luis Mateo Díez?
-En la imaginación, más que en la experiencia y en la memoria.
-¿Cuáles son los principales problemas culturales de la sociedad actual?
-La educación, que no tengamos un medio educativo unificado y que no exista un acuerdo político exhaustivo para que ese medio educativo se siga con una convicción total. Siempre ha sido un grave problema que está causando un deteriorado en la enseñanza. Los perjudicados son los que deben instruirse, pero todavía más los profesores en las aulas, que están olvidados y dejados de la mano de Dios. Les hemos perdido el respeto.
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