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Manolo Valdés (Valencia, 1942) inauguró el miércoles su primera exposición en Dubái, concretamente en la Opera Gallery de los Emiratos Árabes. Afincado en Nueva York desde hace 25 años, Valdés es uno de los artistas españoles vivos más cotizados y su obra está presente en medio planeta.
-Expone en Dubái en un momento en el que las ciudades asiáticas pisan fuerte en el mundo del arte...
-Es una muestra muy costosa y va durar un año, por lo que se supone que la verá mucha gente. En esta exposición afortunadamente dispongo de numerosos medios. Se exhiben cinco piezas en el centro financiero de Dubái. La exhibición de esculturas en la calle, como sucedió hace poco en Valencia con la iniciativa impulsada por la Fundación Hortensia Herrero en la Ciudad de las Artes, tiene la repercusión popular que muchas veces no se consigue en los museos o las galerías.
-¿Prefiere el espacio público a los centros culturales cerrados?
-La calle tiene la ventaja de que la obra es observada por todo tipo de ciudadanos, tanto los que están familiarizados con el arte como los que están alejados de la pintura o la escultura. La vía pública es muy agradecida para el arte. En la calle, las interpretaciones de las obras son muy diversas y me interesa cómo reaccionan las personas ante las piezas. El pasado lunes hablaba con dos ciudadanos de Dubai que observaban una misma escultura con diferentes conclusiones: uno veía un nido para aves sobre la cabeza de la figura y otro interpretaba una bruja con pinchos. No es una cosa ni la otra.
-Defiende el arte en la calle para llegar a más público y al mismo tiempo es uno de los artistas plásticos más cotizados. ¿Es contradictorio?
-La actividad cultural siempre es contradictoria. Sacar la pintura y la escultura a lugares que puedan beneficiar a la ciudadanía es estupendo, pero ha habido momentos en que no lo creía así. Antes llegaba a museos a ver una exposición puntual de Picasso, Goya o Velázquez y acudía tanta gente que me fastidiaba no poder ver las piezas con tranquilidad y sólo para mí, pero ahora ya no lo veo así.
-¿Cómo crea Manolo Valdés?
-Siempre estoy al acecho, voy con mi libreta y anoto ideas. No he perdido el sentimiento de cazador, no he dejado de serlo en el sentido de salir a ver qué se me ocurre o buscar ideas para crear. En eso no he cambiado. Hace poco hablaba con un amigo mío que es escritor y me decía que uno tiene la sensación de escribir la misma novela. Esa impresión la tengo yo a veces con mis piezas, pero luego reviso mis obras, algo que me pasó, por ejemplo, en la exposición de Bancaja, y veo planteamientos diferentes. No me cuesta crear ahora más que en mis inicios.
-¿Qué queda del integrante de Equipo Crónica?
-A veces miro al pasado y compruebo cómo España tenía una situación anómala y de ahí las obras de denuncia social de aquella época. Afortunadamente el país ha avanzado y los ciudadanos son más libres. No me atrevería a decir que las obras de Equipo Crónica eran necesarias, pero me sorprendo al comprobar que tienen más calidad de la que esperaba por el momento en que se hicieron. Aguantan bien el tiempo porque tienen bastante investigación artística, más allá de la relación que podíamos tener con el poder. Me siento feliz de aquellos años.
-En el siglo XX, Nueva York, Londres y París eran los centros del arte. ¿Esa pujanza se está trasladando a otras ciudades asiáticas, como Dubai o Singapur, en el siglo XXI?
-Nueva York, Londres y París continúan siendo las ciudades del arte, pero han generado modelos de compartimiento en otras metrópolis. Las capitales cuando progresan se fijan en América y Europa porque Nueva York y París son espejos para otras ciudades. Después de la exposición de Valencia en la Ciudad de las Artes mis obras viajaron a Singapur y ahora a Dubai. En la ciudad de Emiratos Árabes dos piezas se han situado sobre el agua, como pasó en el complejo de Calatrava. Fue una buena idea.
-Menciona la exposición de la Fundación Hortensia Herrero que coincidió en el tiempo con la retrospectiva en el Centro Cultural Bancaja, que estará en cartel hasta el 25 de marzo. ¿Es su voluntad intensificar su presencia en Valencia?
-Uno siempre quiere volver a su ciudad y yo tengo muy buena relación con Valencia. No tengo ninguna queja. Me gusta aprovechar las oportunidades que me brindan desde mi ciudad.
-¿Le gustaría que Valencia creara un espacio permanente o un museo propio para exponer su obra?
-No, no soy aficionado a estas iniciativas. Soy partidario de mezclar unos artistas con otros para disfrute del visitante del museo. Soy contrario a estas políticas culturales, salvo en algún caso de artistas muy concretos.
-¿Sería el caso de Sorolla en Valencia?
-Sorolla tiene que estar acompañado con otros pintores. Valencia tiene un problema con los museos. El San Pío V es fantástico, pero ¿qué está pasando? El Bellas Artes está dejado de la mano de Dios. Las instituciones deberían preocuparse de él y darlo a conocer a la ciudadanía. En cambio, hay más tendencia a ocuparse de otros museos valencianos contemporáneos, pero no es comparable el IVAM con el San Pío V. Deberíamos tomar conciencia de que la importancia del Bellas Artes no la tiene ningún otro centro en Valencia.
-¿Cómo valora, desde la distancia, la actualidad cultural de la Comunitat?
-Tampoco estoy tan informado. Me entero por los medios de comunicación de que surgen nuevos artistas, galerías y centros, algo que interpreto como una buena señal y da idea de progreso.
-¿Es buen momento para la creación y para el arte?
-Sí, es buen momento para la cultura en general. No estamos peor que antes. La Valencia de hoy no tiene nada que ver con la de mi época. Cuando yo empezaba no sabíamos ir a la ópera y ahora tenemos un Palau de les Arts donde se crea ópera. Lo mismo sucedió con el IVAM. Estuve involucrado con la creación del IVAM. Cuando Tomás Llorens inició el proyecto, contactó con numerosos artistas. Yo tengo fotos del IVAM cuando estaba en obras y siento por este centro un especial afecto. Los artistas en Valencia tienen ahora más facilidades que antes.
-¿Qué le agrada y qué le disgusta de Valencia?
-Lo que más me gusta de Valencia es encontrarme con los amigos. No hay nada que me disguste, bueno, salvo lo que he comentado anteriormente. Me gustaría llegar un día a Valencia y ver que el Museo San Pío V está floreciente. La ciudad, por lo demás, suele sorprenderme gratamente porque ha progresado mucho. Un reflejo del avance y del interés por la cultura en la capital del Turia es Bombas Gens. Ojalá aparezcan más iniciativas en esa dirección o como las que impulsa la Fundación Hortensia Roig.
-¿Cómo lleva la etiqueta de «artista valenciano más universal»?
-Encantado. He pasado la mitad de mi vida en Valencia.
-La comparte con el arquitecto Santiago Calatrava...
-Él es más conocido que yo (ríe). Numerosos turistas vienen a Valencia por la Ciudad de las Artes y desconocen todas las polémicas locales respecto a su figura, que son menos importantes que su arquitectura. Los edificios de Calatrava no son de derechas ni izquierdas, pero en este país se interpretan las cosas en función de los partidos políticos. Deberíamos sentirnos a gusto de tener a alguien de la importancia de Calatrava representándonos por el mundo y de su obra.
-A usted no le extrañaría nada que los actuales gobernantes reivindiquen a Calatrava, ¿no?
-No, no me extrañaría. Yo estoy convencido de que a gente de la derecha le disgusta la arquitectura de Calatrava y mucha gente que está a la izquierda le agrada y no lo dice.
-¿Está a gusto viviendo en la América de Trump?
-En Europa se vive con más intensidad que Estados Unidos. Durante mi estancia en Nueva York han pasado cinco o seis presidentes. Con Trump el MoMA funciona igual que antes porque la sociedad civil de Estados Unidos tiene mucho poder. Ni el presidente anterior ni este nos va a cambiar la vida.
-Los medios de comunicación reflejan un recorte de libertades en Estados Unidos. ¿Es así?
-No creo que en este momento histórico, tanto en Estados Unidos como en España, un presidente y un partido político puedan hacer un recorte de libertades. Éstas se han ganado con mucho esfuerzo de los ciudadanos. Sea como fuere, en un periodo muy corto habrá otro mandatario.
-Hablando de libertades, en la última feria ARCO se descolgó la obra 'Presos políticos', de Santiago Sierra. ¿Hay censura en el mundo del arte?
-No, no creo que haya censura en el mundo del arte, pero sí episodios desafortunados y ridículos. Descolgar la obra 'Presos políticos' de la feria ARCO fue, sin duda, una prohibición y no estoy de acuerdo con lo que pasó. Me parece bien que la sociedad se rebele ante estas situaciones para que puedan volver a exhibir la pieza. Si yo fuera el artista al que le hubieran descolgado la obra en ARCO habría sido más discreto.
-¿Conoce a los coleccionistas de su obra?
-Antes los conocía porque mi parcela era más reducida, ahora es más difícil. Me he encontrado con cuadros míos en subastas en Londres o Nueva York que se vendieron en Valencia. El arte cambia rápidamente de manos.
-Usted también es coleccionista. ¿Cuáles son sus criterios a la hora de comprar?
-Me interesa todo. Tengo el derecho de adquirir lo que me gusta y estoy muy abierto. Mi ultima adquisición fue un desnudo griego, pero también me interesa el arte contemporáneo.
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