Pre-Textos cumple 45 años el próximo septiembre. La editorial valenciana tiene un catálogo con 1.700 títulos y decenas de autores reconocidos por prestigiosos premios. El último año fue especialmente fructífero en la recolecta de distinciones: Pre-Textos publica la obra de Francisco Brines (Premio Cervantes 2020), Anne Carson (Princesa de Asturias de las Letras 2020) y Louïse Glück (Premio Nobel de las Letras 2020). Manuel Borrás (Valencia, 1952), director editorial de Pre-Textos, es un protagonista cultural indiscutible. Borrás, junto a Silvia Pratdesaba y Manuel Ramírez, capitanean uno de los sellos con mayor renombre del país.
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–Menudo año...
–Personalmente ha sido un 'annus horríbilis' que empezó con la muerte de mi madre en febrero de 2020, falleció antes de la pandemia. El 13 de marzo del año pasado tenía previsto un viaje a Nueva York y ese día se cerraron las fronteras. Desde entonces, todo lo transcurrido me parece vertiginoso por la situación anómala y extraordinaria. Profesionalmente, la pandemia nos obligó a un parón, situación que afectó al poemario 'Una vida de pueblo' de Glück, que se quedó sin imprimir. Esperábamos un desastre pero hubo una reacción por parte de la comunidad lectora. Quizá el confinamiento hizo a la gente redescubrir el silencio y la soledad, que son dos aliados objetivos para la lectura. Antes de la pandemia, el hábito de lectura estaba atenuado y el confinamiento ha despertado a los que hibernaban, pero aún así no hay suficientes lectores. El último trimestre de 2020 hubo una buena respuesta y en el caso de Pre-Textos las ventas aumentaron un 12%. El sector editorial ha recibido un inusitado apoyo que esperemos que no sea pasajero porque la lectura no hace daño a nadie. Leer un buen libro hace mejor al ciudadano. He tenido la grandísima suerte de nacer en una familia liberal con biblioteca, una situación que ha conformado mi carácter y me ha hecho el hombre que soy ahora, que trata de ser honrado y decente.
–Ha citado a Louise Glück. ¿Ha destruido el stock de la Nobel?
–Todavía no, pero la arbitrariedad de las leyes nos obligan. Mi intención hubiera sido donarlo a las bibliotecas. Es lamentable que una empresa que se inauguró en septiembre de 1976 con el bagaje pionero de Pre-Textos sea noticia por la retirada de los derechos de la Nobel. Ante este hecho, nos resignamos porque no somos beligerantes. No guardo ningún rencor al representante de Glück, ni a los responsables del nuevo sello que la editará en España. Hay que seguir leyendo a la poeta, pero ella humanamente me ha decepcionado.
–¿Mintió el agente de la Nobel cuando aireó que Pre-Textos tenía pagos pendientes con ella?
–Hubo una demora en un pago como suele haberlo en todas las empresas, pero cuando ella ganó el Nobel no había ninguna cuenta pendiente con la autora, es más, los adelantos que habíamos pagado estaban a nuestro favor. Cuando a Glück le otorgan el Nobel, su editorial empieza a ser considerada una villana. ¡Qué casualidad! Si el mercado conculca los principios éticos, estamos perdidos pero ahora incluso los señores de izquierda apelan al mercado para justificar determinados desafueros. Para mí está antes la ética que el mercado.
-En la Comunitat el índice de lectura es del 65%, por detrás de Madrid (73,8%), País Vasco (66,9%) y Cataluña (65,9%). ¿Es para rasgarse las vestiduras?
–Es para que todos reflexionemos. Para mí, como editor y valenciano, es un drama. Fuera de la Comunitat, entre bromas y veras, los colegas me han llegado a decir: 'Manolo, ¿qué hacéis los valencianos que no leéis nada?' La Comunitat es hipotéticamente rica y culta, pero no nos hemos distinguido. El único Premio Cervantes es el de Francisco Brines.
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–¿Llega tarde el galardón al poeta valenciano, cuya entrega prevista para hoy se ha aplazado por problemas de salud?
–Sí. A mí me parece cruel que se distinga con el máximo galardón a autores que están en la recta final de su vida. Francisco Brines se merece el Cervantes desde que publicó 'El otoño de las rosas'. El premio es merecidísimo, pero llega al final de la vida de Paco, una persona a la que admiro. Para mí es una satisfacción verle disfrutar del Cervantes pero, como amigo, me hubiera gustado verle disfrutar antes. La última vez que vi a Paco fue en febrero de 2020 porque, dada la actual situación, lo primero es preservar la salud del poeta pero he hablado con él por teléfono.
–Usted vive y trabaja a caballo entre Valencia y Madrid. Son dos ciudades muy diferentes culturalmente...
–Conozco menos lo que ocurre aquí. Tengo la sensación de que en Valencia está todo más diluido e igual me equivoco y seguimos un poco con el 'meninfotisme'. Valencia no se ha distinguido por el amor a sus escritores y artistas. El aprecio a Sorolla, por ejemplo, ha venido después porque parece que sea la representación de la valencianía. Mi abuelo, que estuvo destinado en Argentina, ayudó a Sorolla a organizar una exposición en Buenos Aires. El padrastro de mi padre fue el alcalde Albors, que también conoció al pintor y a Blasco Ibáñez. En Barcelona ha habido una burguesía, un poco roma, quizá, pero que se ha preocupado por su cultura. En Valencia ese eslabón, honradamente, nos falta. Aplaudo la acción de la Fundación Hortensia Herrero de recuperar la iglesia de San Nicolás, que es una labor benemérita y se lo agradezco como ciudadano. Más allá de la pintura y de los edificios, hay una cultura viva que habría que apoyar en beneficio de la sociedad. Valencia es una ciudad privilegiada, de escala humana, con temperatura agradable y no está tan viciada de crispación española porque somos gente más tranquila y distendida. Los valencianos somos, en mi opinión, aragoneses de la costa. Cuando veo la pugna cainita entre Madrid y Barcelona, que se puede ilustrar con 'Duelo a garrotazos' de Goya, creo que Valencia, que se ha destacado también por su liberalidad, tendría que decir algo, porque ya está bien. Tendríamos que tener más protagonismo.
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–¿A qué se refiere?
–Valencia tendría que ser árbitro porque somos una sociedad más moderada y podríamos ser una comunidad más flexible. Mi padre es de origen catalán y mi madre era vasca, yo nací en Valencia y soy andaluz de adopción. Soy en cierto modo el español genuino, algo que molesta a mis amigos nacionalistas aunque yo no comulgue con el nacionalismo. El español genuino es un mestizo. España es un país mucho más moderado de lo que nos hacen ver los políticos a través de los medios de comunicación.
-¿Por qué Pre-Textos no publica en valenciano?
–No hemos publicado ningún título en valenciano. Los tres somos mestizos y nuestra lengua materna es el castellano. Hubo un momento que tuvimos la tentación, pero no cuajó. Me hubiera gustado publicar en catalán, gallego, etc. Yo, como Unamuno, creo que todo ibérico que se precie debería saber leer en las tres lenguas (catalán, castellano y galaicoportugués) de la península. La espinita del valenciano me la sacaré cuando edite el Premio Francisco Brines de Poesía en catalán y ya veremos el resultado que da en el futuro. Lo que sí publicamos son las obras ganadoras del Ciutat de València que promueve el Ayuntamiento. Ha sido el primer equipo de gobierno local de la democracia que se ha fijado en Pre-Textos y estamos agradecidos por su confianza. Lo mismo nos ha ocurrido con la Generalitat. La única vez que un president nos ha querido conocer ha sido el actual. Recibí el apoyo moral de Ximo Puig con el desaguisado de Glück, algo que agradezco y que algunos señores se lo recriminaron.
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