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«Va a ser un día muy emotivo, alegre y triste a la vez en el que se van a remover muchos sentimientos. Me gustaría ... que la gente de fuera viese que en Valencia nos ayudamos, que tenemos un gran sentido de la solidaridad en las cosas importantes. Que por encima de opiniones o gustos personales diferenciales somos capaces de ayudarnos». Así arrancaba esta entrevista José María Manzanares, que calificaba de dramático lo sucedido con la dana.
«Ha sido una catástrofe tremenda», continuó el maestro. «Es verdad que ha pasado tiempo, pero la crudeza de la tragedia sigue latente, sigue existiendo. Hay sufrimiento, hay dolor, las pérdidas personales y económicas no se olvidan, y hay que estar con las víctimas y sus gentes. No podemos olvidarles, aunque no haya tanta presencia a nivel de medios no quiere decir que la gente haya dejado de sufrir. Y los toreros, el mundo del toro en general, tenemos la obligación de recaudar fondos y sobre todo de mantener vivas las conciencias de la gente, así que ahí estamos».
José María Manzanares, un valenciano de Alicante, ha asumido la organización del festival pro damnificados. A eso que la clase política le llamaría vertebración, integración, respaldo, en el toreo es sencillamente una obligación que viene de serie. En el caso del torero de la Santa Faz lo aprendió en la cuna. El cartel rebosa valencianía: romperá plaza el maestro Ponce, que ya pasó por estas páginas convocando a los aficionados, cuatrocientos festivales benéficos le contemplan, cinco por este mismo motivo; y tras él Vicente Barrera, que como en Utiel ha buscado un hueco en su tempo de torero retirado y volverá a sentir en la plaza el reto siempre inquietante de las embestidas; José María Manzanares, que le sigue en antigüedad, será el tercer hombre en el ruedo en un punto y seguido a su participación en los festivales de Vistalegre y Utiel; quien no podía faltar era Román y no faltará, todo corazón en la calle y en la arena, convocando a jóvenes y mayores; y cerrando el cartel de lidia ordinaria que en realidad es cosa extraordinaria, un novillero de la tierra, Simón Andreu; y como epílogo una cuadrilla de lo más destacado del mundo de los recortes –José Pascual «Josepa» (de Silla), Roberto Alegre (de Puzol), Javier Hernándiz (de Montroy), Noel Ribera (de Museros)– que puestos a ser protagonistas han pedido un toro de Adolfo Martín nada menos.
Estos días apura el tiempo de recuperación para la vuelta a los ruedos en la finca familiar de Cerro Teresa en Cáceres. La presencia de la familia, Rocío, Josemari, Julieta y Gabriela, hacen más llevadero el proceso, suavizan el rigor de un esfuerzo que lleva con satisfacción y disciplina. No ha dejado de torear de salón, cuenta, pero ha sido estos días cuando ha empezado a correr. Aquel maldito derrote de un toro traicionero de Fallas acabó siendo más de lo que la entereza del matador dio a entender en la plaza. Una cornada de las llamadas envainadas le forzó a suspender la temporada y de eso hace más de un mes, plazo que chirría en la comparativa con el tiempo que se llevan habitualmente los toreros para volver a la cara de los toros, sabiendo que los miedos y las dudas se curan volviendo cuanto antes a la trinchera. En la plaza no lo pareció, pero «yo sabía que estaba herido, pero era director de lidia y no me iba a retirar a la enfermería y dejar a los compañeros en el ruedo. Y menos en Valencia».
Hoy (día de la entrevista) ha salido a correr por el campo. Le tira la herida, pero los músculos han resistido bien la carrera continua y el detalle le ha devuelto la sonrisa y la ilusión que perdió por aquel maldito pitonazo que descabaló el arranque de temporada que con tanto cuido había preparado. Así que desde ya, los focos los tiene puestos en la Feria, en su Sevilla, la plaza en cuya capilla recibió las aguas bautismales (ilusión de su señor padre en justa correspondencia a la acogida que le dispensaron por aquellos lares) y en donde le dieron credenciales de heredero artístico del gran maestro. Nunca un no sevillano fue considerado tan propio en aquella santísima tierra y como culmen/confirmación aparece en su currículo, eso no se olvida, el Arrojado de Cuvillo para el que a mayor gloria de ambos el alicantino logró el indulto tras una faena para la historia. Todo lo cual le estimula tanto como presiona, hay que mantener el nivel. Luego vendrá el festival de Valencia y los compromisos de Madrid.
–¿Qué de particular tiene esta temporada?
–Me encuentro fuerte. Es una sensación muy positiva, te diría que casi nueva. Desde la temporada de 2010, llevaba arrastrando dolores de espalda que convertían los entrenamientos en un calvario y me condicionaban mucho las temporadas. Los viajes, el torear, la actividad ordinaria incluso, todo era con dolor, al punto que tras el indulto del toro de Jandilla en Mérida tuve que parar, estaba prácticamente cojo. Desde que pusieron los tornillos en las lumbares y en el cuello puedo entrenar con normalidad, sin dolores.
–¿Quieres torear mucho este año?
–Si me lo hubieses preguntado hace unos años te diría que no. Pero ahora que me siento bien, me apetece torear. Siempre que me respeten y quieran contar conmigo me hace feliz torear.
–¿Cómo llevas el abrir cartel?
–Bien. Contra pronóstico me gusta. He estado veinte años sin abrir cartel. Solo en una ocasión lo hice en Alicante, fue la excepción, pero ya te digo me está gustando la experiencia. Además, después de veinte años no tiene mucho sentido que exija no abrir cartel. Me da la sensación de que cuando abro cartel marco el ritmo de la tarde o al menos así lo siento. La concentración desde el hotel es otra, es llegar a la plaza y a torear, me está gustando.
– ¿Eres mejor torero ahora que hace quince años?
– Mucho mejor. Me veo videos de cuando triunfaba tanto y no me gusto. El trazo del muletazo, el acompañamiento, el ritmo de entonces, no me gusta. He cambiado mucho. Ahora siento que todo es mucho más natural y más reposado. Todo tiene más sentido. Antes era todo más arrojado, pero había menos excelencia. Yo disfruto más ahora.
–¿…?
–Ahora aplico la técnica y mis conocimientos sin que realmente se note que los estoy aplicando. Hacer parecer fácil lo que realmente es muy difícil. Lidiar un toro con armonía y naturalidad no solo es muy difícil, sino que cuesta más que lo valoren.
–¿Crees en la suerte?
–Si hablamos de los sorteos te diré que no tengo mucha suerte. Eso creo que lo he heredado de papá, él tampoco tenía mucha suerte en los sorteos. Le salían pocos toros buenos, aunque eso sí, cuando le salía uno… disfrutábamos todos.
–Veintitrés temporadas de matador de alternativa. ¿En qué lo notas?
–A estas alturas de mi carrera voy creciendo mucho más a nivel personal, más íntimo. Y noto que cada año que pasa la exigencia es mayor. Cuando has hecho faenas bonitas, cuando has triunfado tanto, todos quieren que repitas aquello que te han visto en las tardes más grandes. Pero hay momentos que son irrepetibles.
–¿Renuncias a reeditarlos?
–Nooo.
–¿Entonces?
–Yo sigo con ilusión, solo trato de explicar la exigencia del público.
–¿Y tú cómo lo acusas?
–Cuantos más años cumples, más cuesta, cuanto más conoces al toro, más cuesta, cuanta más sabiduría tienes, más sentido del riesgo tienes. Sabes a lo que te expones, y está por añadidura la familia que claro que influye. Ya nada es lo mismo. Cuando no tienes hijos, cuando tu única preocupación eres tú, ante el riesgo tiras para adelante. Cuando tienes la responsabilidad de proteger una familia es diferente y la mentalidad delante del toro cambia y se hace más difícil afrontar los compromisos, aunque yo lo llevo muy bien. Me costó más al principio, cuando tuvimos a Josemari pero ya lo llevo muy bien. Ahora, cuando puede ser, me acompaña y me ayuda. Mi padre también me llevaba a mí. Su presencia me motiva mucho. Te diría que toreo para ellos, quiero que se sientan orgullosos de su padre.
–Siempre pensé que la ingenuidad es un arma importante para el torero.
–A menos conocimiento menos miedo, claro. Cuanto más conoces el comportamiento del toro y las consecuencias que trae, más consciente eres de a lo que te estás enfrentando y entonces... Hace falta valor para ponerse delante de un toro, pero hace falta mucho más valor sabiendo que te puede coger.
–En ocasiones se te pide más ataque, alguna concesión…
–Yo siempre fui fiel a mi forma de entender el toreo que es tal como me lo enseñaron, en ese sentido nunca me engañé a mí mismo ni lo quise cambiar por unas formas más populistas que podría haberlo hecho para conseguir más triunfos de manera más fácil, pero decidí mantenerme en lo mío.
–Eso tiene un precio, supongo.
–Lo sé. Esa postura muchas veces me perjudica, pero me siento bien. No me prostituyo, por el hecho de agradar no hago nada que no sienta. Eso sería un error.
–Has sido el torero más reclamado en los ambientes sociales al margen del toro.
–Estos años me he separado un poco de ese ambiente. He tenido una vida un poco más privada. Me lo pedía el cuerpo y la mente.
–El torero siempre fue un personaje especialmente atractivo, seductor diría. ¿Sigue siéndolo, sigue abriendo puertas?
–Por supuesto. La presencia del torero acapara las miradas y genera interés. Su presencia sigue atrayendo. Yo ya lo comprobaba de muy cerca con papá. Sin necesitar hablar, con solo su presencia, atraía miradas e interés. Ese magnetismo sigue existiendo, claro que hay que reunir muchas cosas para que eso suceda. Está la magia, el saber estar, el respeto, la educación taurina…
–¿Tú estás pendientes de las redes sociales?
–No. Fíjate que fui de los primeros que las utilicé, pero ya no. Cuando estás abriéndote camino y creciendo en tu carrera sirve mucho, atrae a mucha gente, pero yo ya estoy en otro momento. No me gusta exponer sin necesidad a mis seres queridos ni mi vida privada. Yo intereso por lo que hago en la plaza, no por lo que desayuno o por cómo duermo.
–Fuiste imagen de Dolce Gabbana, de Givenchy, de los relojes IWC, de Dsquared, posaste para fotógrafos tan prestigiosos como Mario Testino con Kate Moss nada menos, también para Peter Lindbergh, Meta Marcus, Bruce Weber, fuiste el único torero invitado a la gala de la moda de Nueva York donde conociste a Madonna, a Hamilton… un mundo absolutamente ajeno a la tauromaquia. ¿Cómo acogían la presencia del torero?
–Todos me mostraron mucho respeto hacia mí y hacia mi profesión. En esos ambientes los toros despiertan curiosidad, les atrae el misterio del toro. Con Hamilton coincidí más porque los dos éramos imagen de los relojes IWC. Me hacía muchas preguntas, me preguntaba si pasaba miedo, qué sensaciones tenía frente al toro, se mostraba muy interesado y respetuoso, aunque luego hizo unas declaraciones contra los toros.
–¿Ves toreros jóvenes que te interesen como aficionado?
–De los toreros que más he admirado el primero ha sido mi padre, luego Morante y Juli. Mi padre porque me lo enseñó todo y fue mi espejo, y ellos dos porque son con los que más he crecido toreando y más he admirado.
–Te había preguntado por los jóvenes.
–El toreo es una carrera larga. Deben pasar muchas etapas, muchos años y cuando pasen aún deben pasar más. En ese tiempo hay modas que cambian y a las que tienes que sobrevivir, si las superas y persistes es que tienes personalidad y fondo, y entonces hablamos.
–Personalidad, dichoso tesoro.
–Es clave. Nadie puede querer ser otro torero por mucho que le admire y hoy día se copia mucho, seguramente desde la admiración, por eso siempre digo que la admiración es peligrosa. Yo admiré a mi padre como a nadie, pero yo nunca quise ser él.
–Así que hay que esperar con los jóvenes.
–Hay que esperar.
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