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Inspirado en Buñuel pero nacido durante el confinamiento. Así es 'Sonoma', el espectáculo que La Veronal, la compañía del coreógrafo valenciano y Premio Nacional de Danza, Marcos Morau, estrena hoy el Palau de les Arts. El bailarín vuelve a casa con una obra, en cartel hasta el domingo, que se fraguó en pandemia y que, inevitablemente, «ha heredado las ganas de gritar de la gente».
–¿Qué es ‘Sonoma’?
–Es un espectáculo fruto del confinamiento, en el que no pudimos pasar por alto todo lo sucedido. La pieza no tiene que ver con el Covid, pero ha heredado la rabia, las prisas y las ganas de gritar por lo que estaba pasando. Es un montaje que nace de otra obra pequeña que estrené en Francia en 2016, está inspirado en Buñuel. Habla de cómo el lenguaje del cineasta se encuentra con el lenguaje de La Veronal, cómo lo tradicional se acerca a la vanguardia, lo rural a la evolución.
–¿Cómo se gira en plena crisis sanitaria?
–El espectáculo, que se estrenó en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, lo hizo en un espacio de grandes dimensiones, siendo consciente de las nuevas formas de acercarse a la cultura, lo que ha hecho que sea un montaje todoterreno. Al final, es reinventarse o morir.
–¿La pandemia ha sacudido aún más si cabe a la danza, considerada la hermana pequeña de las artes escénicas?
–Estamos muy fastidiados. Muchas actuaciones se han movido en el calendario, pero otras se han caído directamente. Se hace encaje de bolillos para cuadrar agendas de los bailarines. En España, las compañías de autor, como es la nuestra, trabajan por obra y servicio: si no bailamos no tenemos nómina. En algunos países se han seguido pagando los bolos, se realizaran o no. Es el caso de Alemania. Pero en España eso no ocurre.
–¿Lo peor está por venir?
–Llueve sobre mojado. Cuando los tejidos culturales son tan frágiles y las compañías realizan mil y un esfuerzos y penurias para llegar a la estabilidad, pues llega una crisis de estas características y muchos se quedan por el camino. La gente que estaba muy mal, desaparecerá, la que sólo estaba mal, pues pasará al borde del precipicio y a los que afortunadamente vivíamos sólo de esto nos ha tocado replantearnos cómo hacer para seguir creando.
–¿Hay miedo en el espectador a ir al teatro?
–Para nada. La gente está hambrienta para huir de la cultura digital, que no es comparable con la experiencia en vivo. El espectador quiere ver a alguien sudando sobre el escenario, quiere emocionarse.
–Vive y trabaja desde hace años en Barcelona. Desde la distancia, ¿cómo ve el sector valenciano de las artes escénicas?
–Hay un desfase entre el mucho talento que hay y la falta de oportunidades. También veo un público complicado, muy polarizado. O de citas culturales muy grandes o de salas alternativas. Y también, hay que ensalzar los nuevos nombres que crecen en el panorama cultural pero hay que traer propuestas de fuera, no centrarnos sólo en lo propio. Aunque imagino que es muy complicado cuando la política cultural debe responder a los números.
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