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En el año 1991, el pintor y filósofo valenciano Francisco Bolinches Serna (Ontinyent, 1954) hizo las maletas y se viajó al barrio Isaías Medina Angarita, uno de los enclaves más pobres de la ciudad de Caracas (Venezuela). No se fue solo y, con su familia, formada en ese momento por su mujer y ocho hijos, marchó en misión enviado en aquel momento por el Papa Juan Pablo II.
Pero el artista valenciano, que desde su juventud había expuesto en distintas galerías de Valencia, Barcelona y Madrid, no abandonó su trabajo pictórico pese a tener el encargo de llevar el Evangelio a los más desfavorecidos. Durante casi tres décadas en Caracas mantuvo a su tierra en el recuerdo. Una Valencia a la que regresó en 2018, –aunque con una familia que había crecido hasta los doce hijos–, y que ahora ha convertido en exposición. Una muestra de 16 lienzos de gran formato sobre la capital del Turia que, hasta el 15 de diciembre, se pueden ver en el Espacio Ronda de la capital.
«He visto la misma Valencia de siempre», confiesa Bolinches a LAS PROVINCIAS, quien, no obstante, no es ajeno al paso de casi tres décadas. «Claro que he visto una ciudad más moderna, pero sus gentes siguen ahí. Eso es lo que me interesa retratar. He percibido una urbe con ojos nuevos y he llegado a pintar hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias», asegura Bolinches. «He paseado mucho por el barrio del Carmen y he visto a sus mismas gentes. Lo que a mí me interesa pintar es a las personas, por eso suelen aparecer en ellas», relata el autor. Bolinches, de familia también artista, rememora, además, los largos años que pasó en ese peligroso barrio de la ciudad de Caracas, en el que ejercía de un padre de familia humilde que, sin embargo, también llegó a exponer en museos y embajadas. En ese momento, se inspiró en la luz venezolana, «que casi no deja sombra». Pero tras su regreso a Valencia no pudo evitar recorrer la ciudad «y disfrutar de su belleza, del eco de generaciones pasadas que resuenan en cada monumento, en cada calle».
Para ello, en sus obras pictóricas de la capital del Turia se deja llevar desde el barrio del Carmen, a las Torres de San Bartolomé, la Ciudad de las Artes, las Torres de Quart y las de Serranos, la puerta de los apóstoles de la Catedral de Valencia, el puente del Mar, Santa Catalina o el Miguelete. Pero no ha sido fácil para Bolinches volver a exponer en su tierra. «En Valencia he empezado de cero, perdí todo el contacto con los profesionales del circuito artístico, pero no he dejado de pintar», asegura.
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