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Benlloch/Galcerá
Domingo, 30 de marzo 2025, 21:02
Dos llenos, dos, en la jornada del cierre magdalenero. ¿Quién dijo crisis del toreo?... La hazaña tuvo dos protagonistas, la pasión de la tierra ... por los recortes y el toreo popular que obligó a colgar el 'No hay billetes' en la sesión matinal y la pasión morantista que se mostraba especialmente excitada desde que el genio anunció su alta médica y sobre todo desde su apoteósica reaparición este último sábado en Almendralejo, donde leales y devotos reactivaron su devoción. Ni que decir que el de la Puebla compareció entre ovaciones y apreturas en el amplio patio de cuadrillas del coso del paseo Ribalta. Lo hizo vestido de caldera y oro con los cabos verdes a juego con las vueltas de su acreditado capote, más fino de lo que la inactividad y las últimas fotos que se tenían de su retiro hacían prever, en realidad eso se sabe, no es detalle a tener en cuenta en su caso, al peso nos referimos, nada existe que pueda condicionar su desmesurada torería. Tampoco era alto ni de grácil figura Juan Belmonte y su reunión con el toro resultaba apolíneamente escultórica.
Lo recibieron entre clamores y una vez las cuadrillas rompieron la formación, Morante correspondió a los aplausos agradecido y con cierta timidez. Al toro que rompió plaza le recetó un par de lances de un compás sobresaliente. Su primera faena, que brindó al público, estuvo preñada, faltaría más, de su mejor torería. No hubo redondeo, fueron pinceladas sueltas, pero de un sabor exquisito como el inicio apoyado en tablas que recordó estampas de otro tiempo, prólogo que abrochó con un trincherazo definitivo. El toro, tan noble como escaso de empuje, no permitió mucho más. Así que el toreo fundamental y/o sólido, imposible por la condición del toro, dio paso al aleatorio, al afarolado, al molinete y a su peculiar gestualidad, todo salpimentado con su personalísimo estar en la plaza, en su manera de ir y de salir de la cara del toro, detalles y matices que en Morante saben especialmente bien y adquieren rango de toreo importante. Antes de entrar a matar tuvo ocasión y ocurrencia de recetarle al juampedro dos doblones preparatorios de los de aupa. Remató de una estocada baja, se pidió la oreja y saludó una ovación.
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Completaban cartel Castella y Talavante. El francés se encontró de primeras con un oponente de lo más pasivo, manso y rajado al que macheteó presto. El público le agradeció la brevedad. El tercero que le correspondió al extremeño tuvo más raza aunque la entrega fue muy justita. Talavante no le perdió la fe y siempre se mostró por encima de las condiciones del juampedro. Lo toreó mejor de lo que era en una faena de logros desiguales. De su quehacer destacó un aplaudido quite por tafalleras, un par de series ligadas sobre la diestra y las manoletinas del cierre. Pinchazo, estocada y aquí paz y allí gloria.
La segunda parte de la corrida arrancó con una nueva juampedrada, un funo manso y descastado que se convirtió en todo un torpedo contra la línea de flotación del morantismo. Un vecino de localidad lo definió como Una merda de bou, pues eso, un marmolillo descastado, sin entrega ni clase ni ápice de bravura, que apenas dio para una serie en redondo de Morante. Abrevió el sevillano entre la división de opiniones del público, que ante toreros del perfil artístico de Morante, pasa cual si fuese obligado guion, del éxtasis al cabreo en menos de lo que cuesta narrarlo.
El quinto sin ser un gran toro tuvo mejor condición y duró más que sus hermanos. Castella lo administró bien desde en una doble apertura: los cambiados por la espalda seguidos de una tanda muy quieto. A partir de ahí el francés fue armando una faena templada y ligada en el toreo fundamental que caló sobre todo cuando acortó distancias y en unas apretadas bernadinas finales. Lo mató bien y eso fue clave para la concesión de las dos orejas en las que parte del mérito lo tuvo la banda, Schola Cantorum, que acompañó y ambientó la faena con la interpretación del pasodoble estrella del momento, la Concha Flamenca, de Perfecto Artola, natural de Benasal y afincado en Málaga. Así que a cada cual lo suyo.
Cerró el festejo y la feria Talavante que pinchó una buena faena al noble sexto ante el que afloró su versión más templada. El buen pulso de Tala le permitió administrar la calidad en pequeñas dosis del toro. Toreó reunido y despacio al natural en un par de series notables. La espada le privó de tocar pelo.
En la reseña final debe constar que Javier Ambel, Joao Ferreira y Viotti estuvieron a buen nivel en banderillas y que Morante ejerció fenomenal su papel de director de lidia, pendiente y oportuno en dos quites a José Chacón en el tercio de banderillas del segundo.
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