Valencia ilumina el siglo XIX en el Prado

Nuevas salas de arte finisecular. El museo concede un acusado protagonismo a los artistas valencianos que retrataron un momento trascendental de la Historia de España

JORGE ALACID

Lunes, 4 de octubre 2021, 00:32

Es el nuevo Museo del Prado. O el Prado del siglo XIX. O el Prado del siglo XXI, porque es también el Prado del futuro: una institución que presta una atención renovada a la Historia de España, de cuyo imaginario colectivo forma ... distinguida parte, y también se interesa por quienes integran la otra mitad del mundo. Las mujeres. Mujeres artistas y españolas, a menudo silenciadas en sus fondos, que merecían un protagonismo materializado en las nuevas salas dedicadas a reflexionar sobre la pintura finisecular, que es tanto como meditar acerca del yo español. En esa etapa de frontera se desarrolló gran parte del mejor arte nacional (con Goya como exponente máximo), que brilla de manera apoteósica en las estancias inauguradas hace dos meses, iluminadas por la luz de los mejores pintores valencianos. Con mayoría masculina y una solitaria presencia femenina: la pintora Fernanda Francés.

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En total, cerca de una veintena de artistas nacidos en la Comunitat figuran en la selección de obras que la pinacoteca, dirigida por cierto por el valenciano Miguel Falomir, ha elegido para recrear ese decisivo momento: cuando, en palabras de Bertolt Brecht, lo viejo no terminaba de morir ni lo nuevo acababa de nacer. La España del desastre de Cuba y demás calamidades. La España que tanto dolía a la generación de Unamuno y otras luminarias del 98 se abre paso en estas salas mediante un sugerente recorrido que bebe por supuesto de Goya pero que ingresa en la contemporaneidad a través de una serie de hitos que justifican una visita detallada: de la pintura de historia a los retratos (y los autorretratos), el arte del siglo XIX cruza todos los géneros y llega a la centuria siguiente para arrojar luz no sólo sobre la propia historia del arte. También puede leerse el conjunto de las obras aquí expuestas como la particular contribución del Museo a indagar sobre el ser de España.

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El resultado es una muestra brillante y diversa, que interpreta por lo tanto muy bien ese atributo singular de España: su heterogeneidad. Una lectura crítica, donde cabe la luz y caben también las sombras. Y en cada uno de esos dos polos entre los cuales gravita el recorrido, los pintores valencianos acusan una sobresaliente relevancia, desde esa primera sala donde deslumbran Sorolla y Pinazo. Luz, más luz: las palabras de Goethe en su agonía ejercen en el renovado Museo como una suerte de epifanía. Una revelación: no significa que se trate de obras nuevas, puesto que duermen desde hace largo tiempo en el Museon, sino que hoy funcionan en el espíritu del visitante de una manera diferente. Como un auténtico todo, antes que como referencias aisladas.

Son obras que ayudan a entender España, como una especie de guía de patriotismo cívico sustanciada ante otro de los lienzos estelares del recorrido, también con ADN valenciano. Gisbert, el deslumbrante pintor nacido en Alcoy, preside una de las salas con su célebre 'Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga', su monumental epitafio de la España liberal que murió a la orilla del mar donde al prócer le arrebataron la vida sus enemigos. Una emocionante escena que instaura una meditación presente durante todo el recorrido: esa idea de las dos Españas que tal vez nace en Goya y sus españoles partiéndose la crisma (y el alma) a garrotazos.

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Ni siquiera el impacto de 'Chicos jugando en la playa', uno de los cuadros canónicos de Sorolla y su contribución central al nuevo Prado, amortigua la sensación sombría que aguarda al final de las salas. Pero quien pasee por ellas y deposite en sus tesoros una mirada de raíz valenciana concluirá que se trata de una experiencia gratificante. En total, figuran 17 artistas. Quince pintores y dos escultores: Mariano Benlliure y José Piquer. Uno más si se suma un caso singular: el de Salvador Martínez, pintor valenciano nacido en 1845, que aparece al otro lado del espejo, retratado por su hijo Enrique.

Quién es quién

Vicente López (Valencia, 1772). Maestro del retrato, formado en la Academia de San Carlos.

Fernanda Francés (Valencia 1862). La única artista valenciana en las nuevas salas.

José Aparicio e Inglada (Alicante, 1770). Gran exponente de la pintura neoclásica.

Bernardo López Piquer (Valencia, 1799). Reputado especialista en la técnica del pastel.

José Miguel de Roxas (Alicante, 1786). Profesor de pintura y experto en miniaturas.

José Piquer (Valencia, 1806). Último primer escultor de cámara de los Reyes de España.

Antonio Gisbert (Alcoy, 1834). Cumbre del arte español del XIX, director del Prado entre 1868 y 1873.

Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840). Formado en San Carlos, desarrolló casi toda su carrera en Málaga.

Francisco Domingo (Valencia, 1842). Su estudio de La Gallera fue templo del arte valenciano.

Joaquín Sorolla (Valencia 1842). Pintor entre los pintores, cima del arte valenciano, el autor de la tierra más representado en los fondos del Museo.

Ignacio Pinazo (Valencia, 1849). Junto a Domingo y Sorolla formó la gran trilogía de artista valencianos de la época.

Cecilio Pla (Valencia, 1860). Máximo exponente del modernismo, mago de la luz natural.

Luis Franco (Valencia, 1850). Especialista en temas orientalistas, al estilo de Fortuny.

Enrique Simonet (Valencia, 1866). Pintor, ilustrador e incluso corresponsal de guerra.

Antonio Fillol (Valencia, 1870). Alumno de Pinazo, admirador de Sorolla, especializado en temas regionalistas.

Mariano Benlliure (Valencia, 1862). Escultor, miembro de una saga de prolíficos artistas. Director del Museo de Arte Moderno de Madrid y de la Academia de España en Roma.

Emilio Sala (Alcoy, 1850). Pintor costumbrista, fue también ilustrador y muralista.

La presencia de Sorolla es por supuesto significativa, como el protagonismo concedido al alcoyano Gisbert, pero otros hijos de la tierra ocupan un lugar de enorme relevancia. Es el caso de Ignacio Pinazo, cuya obra se expone en la primera sala, junto a Sorolla. O de Muñoz Degrain o Fillol, por citar los más conocidos. Vicente López, José Aparicio, Cecilio Pla... O Bernardo López, cuyo delicado retrato de 'María Isabel de Braganza como fundadora del Prado' cierra el círculo virtuoso: el Museo se mira a sí mismo y lo hace con ojos valencianos.

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