AMALIA YUSTA / ALQUIMIA SONORA @AlquimiaSonoraW
Viernes, 11 de julio 2014, 07:52
Las imágenes finales de la pasada noche en los Conciertos de Viveros darían cuenta de lo que se vivió en ritual sonoro a las órdenes del sacerdote Loquillo. Voces que se rompían al grito de un siempre sangrante nena y que convertían ese Cadillac solitario en la muestra de respeto más sincera que podrían dejarle al músico catalán. Sobre el escenario 11 músicos. Abrazos entre el público, corazones que recordaban moratones en el alma y alguna que otra lágrima que acababa delatándose bajo el brillo del escenario. La esencia del rock patrio hacía estragos ante unos jardines de Viveros transformados en santuario Pero hagamos un rewind y volvamos al inicio
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Rock era lo que prometía la segunda noche de los Conciertos de Viveros. Tanto como fueran capaces de ofrecer desde la vertiente más rockabilly los locales Cat Club, y el sargento incorrecto de presencia seria desde el lado más rock. Y no solo eso, sino que además Loquillo sabría cómo montarse la fiesta en el escenario llamando a algunos amigos a compartir la noche The New Raemon, Sabino Méndez, Mikel Erentxun y Jorge Martí. Ahora habría que esperar para descubrir a qué sabría ese cocktail
11 Julio Jorge Drexler + Marlango
12 Julio Antonio Orozco
15 Julio Quique González + Santero y Los Muchachos
17 Julio Mónica Naranjo
18 Julio Fangoria + Nancys Rubias
19 Julio Leiva + Santero
20 Julio Pablo López + Nada que Decir + Junes Kaleidoscope
Desde Valencia Cat Club harían caer la noche y preparar el terreno para la apisonadora que llegaría después. Miguel Ángel Escorcia (voz, guitarra), Archie Boogie (contrabajo) y Lucky Martínez (batería) son la imagen de una formación que se adentra en las lindes del rockabilly sin escatimar en su propuesta. Devotos de la estela stray, el trío supo mantener el tipo en la difícil tarea de tocar ante un público casi inexistente o que iba llegando con cuentagotas. Pero no importaba. Lady Blue, Happy days, No llores por mí o Rockabillyland sonarían tremendas sobre el escenario de Viveros. Potentes, hábiles y desprendiendo una gracia inusual en este tipo de formaciones, los de Escorcia demostraban por qué ha trabajado con Jaime Urrutia o por qué sus grandes éxitos se han editado en Japón. ¿Lo negativo? Que el público siga quitando importancia a los teloneros y dejen de verles en pro de los cabezas de cartel.
Pero ese cabeza de la noche no era otro que el Loco. Un Loquillo que está de vuelta incluso de él mismo, que vuelve a retomar lo que en los 80 le marcó definitivamente, y lo que no le ha abandonado nunca, el rock. Un rock de presencia escénica, de actitud y sobre todo, como en el tema (que no trajo a Valencia), de incorrección política. Loquillo aparecía en los jardines de Viveros para jugar con la magia de la música, de los recuerdos, de las vivencias de (nos arriesgamos a decir) todos los que allí se congregaban como buenos fieles, y de lo que canciones como Feo, fuerte y formal, Malo, La nave de los locos, Sol o Memorias de jóvenes airados implican. Los creyentes que estaban dispuestos a participar en la liturgia rock venían aleccionados: desde los que vestían el riguroso negro a los que se dejaban acompañar por la imagen del pájaro loco Los seguidores de siempre, los que se quedaron con El ritmo del garaje como leit motiv, los nuevos, un público que no seguía un único patrón y que prácticamente llenaba el aforo del recinto.
Y sobre el escenario, la banda que acompaña a Loquillo en esta gira: Josu García (guitarra), Igor Paskual (guitarra), Alfonso Alcalá (bajo), Santi Comet (teclista), Laurent Castagnet (batería) y Jaime Stinus (guitarra). Sabiéndose en la retaguardia del Loco pero teniendo su parte de protagonismo esencial en el ritual rock de la noche, como por ejemplo los pasajes de Santi Comet en Por amor o la batalla campal entre las guitarras de Stinus y García en Feo, fuerte y formal.
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Un recorrido por gran parte de los temas que han hecho del Loco lo que es. El Creyente (abriendo su setlist, como tocaba), Planeta rock, Carne para Linda, El ritmo del garaje o ese La mataré que injustamente se autocensuró en su momento y pocas veces se ponía en escena. Todo lo que es Loquillo está en sus canciones, no hay más que darse un recorrido por sus letras, por sus declaraciones de principios. Lo icónico del rock patrio reside sin duda, en la figura de ese Loquillo vestido de negro, de semblante serio, casi cabreado con lo que le rodea, pero que se deja vivencias y sentimientos en todas las paradas de su carrera. Y no solo acuñó sonrisas y guiños, sino que aprovechó un tema como Carne para Linda para bajarse al foso y darse un baño de fotos, de pantallas de móviles y de selfies con su imagen al fondo.
Leiva, Ariel Rot, Quique González, Mikel Erentxun
Pero la noche contaba además con la presencia de sus amigos, de músicos con los que está compartiendo esta gira. En contadas ocasiones los músicos unen sinergias de una forma tan visceral como lo están haciendo en este El Creyente. Leiva, Ariel Rot, Quique González son algunos de los nombres que ya se han subido al escenario en la gira de Loquillo. A Valencia llegarían Sabino Méndez, The New Raemon, Mikel Erentxun y Jore Martí a disfrutar desde el escenario la música y a regalar emoción a los asistentes. Sin moneda de cambio, solo rock.
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El primero en aparecer sobre el escenario, la mitad de Duncan Dhu. Un Mikel Erentxun que llegaba tras la cancelación de su show hacía solo unos días junto a Diego Vasallo por problemas de salud de éste último. Cruzando el paraíso y El Rompeolas fueron los cortes que compartieron con la banda. Pero no fue hasta llegar a la zona final del setlis cuando comenzaron a brillar sus intérpretes. Sabino Méndez dejaba claro que solo quisimos envejecer de esta manera junto a su amigo y desde ese Rock suave que ya le dejaría en el escenario hasta que acabara el show. Tras él, Ramón Rodríguez aka The New Raemon cantaba esa Barcelona ciudad tal y como lo hicieran en Un lugar llamado mundo. Y el toque local lo pondría Jorge Martí, de La Habitación Roja, en un intento de conseguir llegar, sin éxito, a lo que el resto de sus compañeros había logrado con Rock and Roll star. Es la primera vez que estoy con una estrella del rock. Bueno, con 4 más, decía Martí.
A medida que iban cayendo los temas del setlist, estaba claro que el final iba a ser de los que van formándose en un increscendo emocional por parte de los asistentes. Himno tras himno iban cayendo La ciudad de las mujeres, El rompeolas o Cruzando el paraíso para acabar en ese retrato de algo más que una generación que ha crecido con el legado intelectual y emocional de Loquillo. El Creyente es cada uno de los asistentes, pero también el propio sacerdote. Y en esa unión lisérgica fue cuando la noche estalló y se llevó consigo lo que cada uno de los presentes evocó en cada verso de Cadillac solitario.
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Noche de rock pero más allá de etiquetas, de reencuentros emocionales y de magia. Esa que muchas veces se ha perdido, esa que quizás sea más complicado encontrar sin confundirla con otra cosa Y esa que, sea como sea, poco brillará, tras lo vivido esta noche, en lo que queda de cartel en Viveros.
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