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AMALIA YUSTA
Viernes, 26 de septiembre 2014, 09:09
Noche de rock para creyentes y renegados. No importa de qué lado de la geografía sonora llegaran. Si desde la zona más country, la americana más de moda o desde el rock sureño de raíz pantanosa. Los reyes bastardos, Supersuckers, se las veían con el público valenciano en el Loco Club de Valencia y junto a ellos, abriendo las puertas del infierno, los locales The Splizzy Gang. Una sala tomada por las ganas de alzar cuernos al aire y de gritarle al diablo que al rock no le falta combustible para seguir su camino.
The Splizzy Gang llegaban tras telonear a Jolly Joker. Una de esas semanas que se quedarán marcadas en su corta trayectoria como banda, ya que también formarían parte de la gira que traía de nuevo a España a Supersuckers. Enfrentándose a una sala vacía (que se llenaría para recibir a los de Seattle) consiguieron levantar un corto setlist que iba cobrando intensidad tema a tema. Nada precisos en su ejecución pero con ese germen que aún está por tomar forma en el quinteto. Sleazin, Feel so blue o Born to loose en una desigual puesta en escena (achaquémosla esa falta de calor que propiciaba el haber comenzado pasadas las 21h) que fue creciéndose y que acabó con la reverencia a los Ramones con el California Sun
Una gira por 11 ciudades
Pero el caldero rock llegaría con la banda de Seattle. La mejor banda de rock'n'roll del mundo, así es como se autodenominaban dejando constancia de ello. Aquella formación que comenzó a dar sus pasos bajo el amparo de SubPop (el sello que fichó a Nirvana, Soundgarden o Mudhoney) se alejó por completo de ese grunge que por entonces parecía colonizar a toda banda que se preciara. Pero los de Eddie Spaguetti (bajo, voz) siguieron entonces fieles a las raíces que les habían llevado a esto de la música. Desde entonces unos 25 años de rock sin condimentos ni florituras. Y con esa rudeza llegaban al Loco Club de Valencia, en una gira que pasaría por 11 ciudades españolas de forma ininterrumpida.
Junto a Spaguetti, Dan Thunder Bolton (guitarra y voz), Captain Chris Von Streicher (bacteria) y Metal Marty Chandler (guitarra, voz) se convertían en el cuarteto de jueces que sentenciaría la noche. Imparables, acelerados y como disparos certeros. Atronadores en su setlist e imparables en cuanto a ejecución. La actitud ya casi que era lo de menos. Los mástiles enfilados al aire, las poses más canallas y los cuernos casi pasaban desapercibidos en un show que no llegaba a la hora y media pero que sería suficiente para arrastrar a los asistentes al escenario de sus temas.
Llegaban para presentar ese Get the Hell que editaban este mismo año, pero no por ello sería un concierto enfocado al mismo. Algo que muchos de los asistentes agradecían a cada tema iba sucediéndose. Una longeva discografía para conseguir satisfacer a los presentes que, sin embargo, se entregaron al show desde que comenzaran los primeros compases de esa intro sucia, árida y sudorosa. Esto es rock, tío le lanzaron a Eddie Spaguetti desde la primera fila. Un pacto tácito entre las dos partes, público y músicos: la entrega absoluta a un rock de ejecución impecable y pose interiorizada. Tenía razón lo que le gritaron, eso era rock.
Gluttonous, Disaster Bastard o Never let me down again, ese cover mucho más enérgico que el original de Depeche Mode (del Get the Hell) se intercalaban entre temas clásicos de su (longeva) discografía. Desde Heat (con el descaro rockabilly) a Bad, bad, bad (con miras en los Ramones) pasando por Goodbye, I want the drugs o el espectacular Cowboy Song con el que rinden pleitesía a Thin Lizzy. Un setlist con el que ni respiraron ni concedieron el relax a un público entregado a la ponencia Supersuckers. En esa concomitancia y sintonía con el respetable es donde reside el punch de estos mamones. Estribillos rítmicos y (debemos reconocerlo) facilones a los que engancharse sin problema e irreverencias necesarias para chutar de energía a que todavía quedaban por electrificar.
Los protagonistas de la noche fueron esos supermamones que terminaron volviendo del revés el Loco Club de Valencia. Un show sólido, aprendido hasta el milímetro y efectista. Rock a base de rock que iba despidiendo su larga gira española. Dos citas aún por delante en los próximos dos días (Lleida el viernes y Barcelona el sábado); dos oportunidades de entrar en el infierno agarrados de las barbas de Eddie Spaguetti.
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