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Elvis Presley, músico estadounidense, retratado por el fotógrafo Alfred Wertheimer. EFE

41 años sin Elvis

El Rey del Rock fue hallado sin vida en su cuarto de baño tal día como hoy. Se apagaba una estrella y nacía una leyenda. De hecho, varias

INÉS GALLASTEGUI

Jueves, 16 de agosto 2018, 13:56

Eran las dos y media de la tarde cuando su novia lo encontró tumbado boca abajo en el suelo de su cuarto de baño de Graceland, su lujosa residencia de Memphis (Tennesee). Los sanitarios que intentaron reanimarlo apenas reconocieron en la cara azul y el cuerpo hinchado a una de las más grandes figuras del rock and roll de todos los tiempos, al atractivo joven que unos años antes enloquecía a auditorios enteros con su voz sensual, sus espasmódicos movimientos de piernas y su impúdico juego de caderas. Elvis la Pelvis, le llamaban.

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El Rey del Rock no estaba en la cima de su carrera cuando murió. Nacido en Tupelo (Misisipi) en 1935, aquel chico blanco con garganta de negro comenzó a labrarse una carrera como músico -tocaba la guitarra y el piano- y a los 21 años ya era famoso por su singular interpretación de las canciones de otros, fuera gospel, country, baladas, blues o rock. Temas como 'Blue suede shoes' o 'Suspicious minds' reventaban cada semana las listas de 'hits' y sus incursiones en el cine -de 'El Rock de la cárcel' a 'Viva las Vegas'- fueron bombazos.

Pero en 1977 apenas quedaba nada de todo eso. Aunque sus discos seguían vendiéndose y continuaba realizando giras -el día en que murió iba a comenzar una-, su éxito era apenas una sombra del que había disfrutado años antes. Su situación financiera no era boyante, se había aficionado a los libros esotéricos y pasaba mucho tiempo solo. Su decadencia física se aceleró tras su divorcio de Priscilla, con la que tuvo a Lisa Marie, que de mayor se casaría con otro rey, el del pop, Michael Jackson. Su adicción a los sedantes y los analgésicos no hacía sino empeorar sus achaques: con solo 42 años tenía hipertensión, diabetes, glaucoma y estreñimiento crónico. Su obesidad -medía 1,82 metros y pesaba 115 kilos- le martirizaba. Después de haber sido durante dos décadas un icono sexual, su aspecto, con sus patillas enormes y embutido en aquellos extravagantes trajes, era motivo de burla.

Tenía 42 años cuando su corazón se rompió. La decadencia física le martirizaba y se hizo adicto a los sedantes y los analgésicos. El análisis toxicológico reveló altas dosis de fármacos en el cadáver

El portavoz del hospital al que fue trasladado aseguró que la causa de la muerte había sido un ataque cardiaco, pero el análisis toxicológico reveló la presencia de altas dosis de fármacos en su cuerpo. Su médico particular, el doctor Nick, admitió que le había recetado 8.000 dosis en dos años.

El 17 de agosto las puertas de Graceland se abrieron y unas 100.000 personas desfilaron ante el cadáver, pero a partir de ese mismo instante no cesaron de circular las más enrevesadas leyendas urbanas, con un 'leitmotiv': Elvis no ha muerto. Se rumoreó que, dos horas después de la hora oficial de la muerte, un tipo idéntico a él identificado como John Burrows -un nombre que había usado varias veces para pasar desapercibido- había cogido un avión con destino a Argentina. La hipótesis era que huía de la mafia, de las deudas o de su propia vida. Lo cierto es que las ventas de sus discos (50 millones de dólares al año) aún le darían para vivir. O le dan.

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