Al cruzar el umbral de la puerta de la sala Iturbi me sorprendió la familiaridad de la escena: el público ha vuelto al Palau. El público de siempre, el de abono, el que llevaba cuatro años desperdigado por la ciudad. Era el primer concierto de ... la temporada y se presentaba con un gran programa estructurado en un elegante equilibrio entre lo local y lo internacional. Comenzó con la 'Marcha burlesca' de Manuel Palau, obra con la que se inauguró la sala en abril de 1987. A ella se ha vuelto ahora para este nuevo comienzo y Alexander Liebreich ofreció una versión de marcados acentos donde los elementos expresivos pasaron a un segundo plano.
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A continuación, llegó el turno de 'Noches en los jardines de España' de Manuel de Falla. Fue su intérprete Javier Perianes. Se da la curiosa coincidencia de que Perianes inauguró con esta misma obra (y Lorin Maazel) en Auditori de Les Arts. En esa ocasión inauguraba el abono tras cuatro años de cierre de la sala. El maestro andaluz demostró, una vez más, el absoluto dominio que tiene de la obra; un dominio tan interiorizado que, lejos de tener de la obra una visión rígida e inamovible, es capaz de hacer de cada ocasión un evento único, diferente y flexible, en diálogo con la orquesta y el maestro con el que trabaje. En este caso, se mostró recio en 'En el Generalife' antes de desplegar todo su lirismo en la evocadora «Danza lejana» donde la delicadeza y expresividad alcanzó sus máximas cimas. Sus interpretaciones de esta obra solo son comparables con Rubinstein, Larrocha, Achúcarro... Por su parte, era la primera vez que Liebreich se enfrentaba esa obra, de la que se mostró fascinado y a la que dedicó todo su talento. Como bis, Perianes ofreció la 'Danza ritual del fuego'.
En la segunda parte llegó el turno de 'Una vida de héroe'; Liebreich es un excelso intérprete de Strauss. Conoce a la perfección esta música y, sobre todo, tiene un conocimiento estructural de la arquitectura formal de sus poemas sinfónicos y a partir de esa seguridad ofrecer inspiradas interpretaciones.
La Orquesta de Valencia vuelve a su rutina; ahora bien, ahora que vuelve a su sala, con su acústica, se percibe el peaje que ha habido que pagar por estos años turbulentos. Se ha perdido calidad de sonido, claridad, flexibilidad… es como si el instrumento presentase grietas. La buena noticia es que las perspectivas son prometedoras. Se dan las condiciones artística e institucionales para que la orquesta pueda recuperar y superar sus estándares de calidad, pero para eso es necesario trabajo. En un concierto de estas características, son muchas las individualidades destacables, en Falla, especialmente, Iván Balaguer (chelo), pero también Enrique Palomares (violín) y Santiago Pla (trompa) quien también triunfó en Strauss. En «Una vida de héroe» el protagonista es siempre el violín. En este caso, hubo cambio de concertino y fue Anabel García la intérprete. La parte es exigente y pide un concertino con calidad de solista. La violinista se encomendó a su natural musicalidad, antes que a una exhibición virtuosística que tal vez esté lejos de su alcance en la actualidad.
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