Símbolo de un final

Comenzó con la interpretación del segundo concierto para chelo de Haydn. Fue su intérprete Steven Isserlis quien ofreció una exquisita versión de la obra llena de sutilezas y delicadezas, gracias, principalmente, a su dulce timbre. Su versión estuvo marcada de una vitalidad contagiosa que justificó el efectismo de hacer levantar a los vientos al final del tercer tiempo como si de la primera de Mahler se tratase: su personalidad parecía justificarlo.

En la segunda parte llegó el turno de la sexta de Mahler. Desde el punto de vista técnico fue de las mejores versiones de Mahler que ha ofrecido el director, es más, creo que fue el mejor concierto de los que ha dirigido en la presente temporada a la Orquesta de Valencia. Fue preciso y claro, y no desfalleció a lo largo de la amplia obra. La orquesta ofreció un buen nivel con algunas brillantes intervenciones solistas como la de Santiago Pla a la trompa. Sin embargo, fue una versión epidérmica que estuvo lejos de entrar en la indescifrable complejidad de la obra, especialmente en el cuarto tiempo. Faltó sentido estructural y continuidad narrativa en una versión donde los compases pasaban con menos suerte, pero sin un sentido unitario.