Empate con el fútbol

Como señalé en el último concierto en el que Ramón Tebar dirigió a la Orquesta de Valencia, el nivel artístico no hace justicia ni al director ni a la orquesta. El principio fue el peor imaginable. No por las excelentes arpas, sino por unos vientos que parecían una mala banda. Algo mejoró con la entrada de la cuerda. Durante toda la interpretación la irregularidad fue la tónica dominante con algunos pasajes buenos, como los crescendi al final de 'Vysehrad' o la fiesta campestre del célebre 'Moldava' con otros poco brillantes y caóticos; por ejemplo, no sé en qué estaba pensando el oboe en su entrada en el claro de luna del 'Moldava' en un absurdo mezzoforte o esos arcos anárquicos en 'Tábor'. En conjunto una pena para una obra de enorme belleza y que debería servir a una orquesta y su director para cierto lucimiento; en su lugar lo que hubo fue una dominante monotonía con intervalos de brillo y sombras. De las intervenciones individuales habría que señalar el exquisito trabajo de Santiago Pla en la tromba y el siempre perfecto Javier Eguillor en los timbales.