Gracias, maestro Gaffigan
El estadounidense ha sido, después de Lorin Maazel, el director más importante para la historia de la Orquesta de la Comunitat
Viernes, 4 de abril 2025, 13:25
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Viernes, 4 de abril 2025, 13:25
Elegir un director musical es uno de los retos a los que se enfrenta cualquier orquesta y teatro operístico. El secreto del acierto consiste en ... saber conciliar los intereses de un director en la construcción de su propia carrera y el desarrollo de la institución a la que ha de dirigir. Creo que es justo reconocer que hace cuatro años se acertó al confiar a James Gaffigan al frente de la nueva etapa de la Orquesta de la Comunitat y Palau de les Arts (bajo la dirección artística de Jesús Iglesias). Es importante tener clara esa conciliación de intereses, pues, en ocasiones, eso va en contra de los deseos personales y un director, por ejemplo, puede desear un puesto pero no poder asumirlo por incompatibilidad con sus propias aspiraciones. Eso es lo que ha ocurrido en este caso. Pese al interés del teatro por su renovación y el deseo del director por continuar, no fue posible conciliar las agendas y proyectos comunes. Por ello, de forma casi inesperada, el concierto del jueves fue el concierto de despedida de Gaffigan como titular, pese a que, como se ha anunciado, regresará como invitado a Les Arts.
Es, pues, momento de hacer un breve balance. En ese sentido, se puede afirmar que James Gaffigan ha sido, después de Lorin Maazel, el director más importante para la historia de la Orquesta de la Comunitat. Eso no se debe, únicamente, por su trabajo como intérprete, sino, principalmente, por el trabajo de renovación de la plantilla. Cuando el maestro llegó había 54 plazas en la orquesta, hoy hay 77. Gaffigan ha sido crucial en esa labor de selección estableciendo los estándares de calidad y los parámetros de exigencia.
Obras de Schubert, Haydn y Prokófiev.
O. Petrova, mezzosoprano. Cor de la Generalitat. Orquesta de la Comunitat. J. Gaffigan,
director.
Palau de les Arts, 3 de abril de 2025
El resultado es que hoy en día la orquesta se encuentra en uno de sus mejores momentos artísticos y todo apunta a que seguirá estando en lo más alto de las orquestas españolas durante muchos años. El público parece reconocer esa labor al menos a tenor del afecto demostrado en las ovaciones que cerraron el concierto. El concierto comenzó con la pieza de Schubert 'Gesang der Geister über den Wassern'; de Schubert en la que el coro masculino demostró su calidad consabida, aunque también algunas durezas y falta de flexibilidad especialmente en los tenores. A continuación, una brillante versión de la sinfonía 49 de Haydn en la que Gaffigan consiguió que la cuerda controlase el vibrato, pese a que la articulación y el fraseo no parecía obedecer a criterios historicistas.
En la segunda parte se interpretó la cantata 'Alexánder Nevski' de Prokófiev. El director estadounidense ofreció una versión brillante, frenética por momentos y extrovertida. Ahora bien, faltó durante toda la interpretación cierto sentido de la narración y, en general, una mayor cohesión en la orquesta. Olesya Petrova impresionó con su voz oscura y homogénea en su breve intervención. Excelente también el coro, sin embargo, he de decir que desde hace un tiempo se percibe en el mismo cierto deterioro, muy leve de momento, en su calidad. Hay que cortar esa tendencia antes de que se consolide.
Pero lo peor del concierto fue el descontento del público por no contar ni con un programa en condiciones ni con la traducción de los textos. Es cierto que en la cantata el texto es, hasta cierto punto, secundario, pero el de Schubert es ni más ni menos que de Goethe... se atribuyó a un problema técnico esa ausencia de traducción proyectada como en otras ocasiones, pero las mentes más malpensadas comentaban que un texto como el de Prokófiev, lleno de loas a la Gran Rusia, podía no ser lo más conveniente hoy en día.
De ser así, sería una decisión infantil por parte del teatro. Sea como fuere, es muy generalizado el descontento del público con la ausencia de programas en condiciones. Un descontento que dura ya años.
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