«A mí no me gustaban las discotecas»
Chimo Bayo ·
Vendió un millón de copias de 'Así me gusta a mí', actuó ante 60.000 personas en Japón y marcó un estilo propio: Hu-HaSecciones
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Chimo Bayo ·
Vendió un millón de copias de 'Así me gusta a mí', actuó ante 60.000 personas en Japón y marcó un estilo propio: Hu-HaJoaquín Bayo Gómez (Valencia, 25 de octubre de 1961) es Chimo Bayo, el altavoz del Hu-Ha, el DJ más mediático en los tiempos de la ruta y a sus 62 años, premio Pop-eye al mejor artista valenciano. En el Palau de Les ... Arts levantó al auditorio con su «chiquitan chiquitin tan tan tan...», el padrenuestro de la música techno de este país.
En la terraza del bar El Parotet de la avenida de La Plata hay jaleo. En la mesa del fondo, una chica vocifera como si estuviera en una pista de baile. Chimo se presenta tematizado. En sus dedos, su vida. Y en la camiseta, un Bayo para miopes. Llegamos tarde, él ya se ha comido su medio bocadillo. Pedimos tres cervezas.
«Nací ochomesino, en La Cigüena. A los tres meses cogí una bronquitis capilar. El médico le dijo a mis padres que si sobrevivía la primera noche ya no me moría... (se sorprende) Esto no lo había contado nunca». A Bayo se le ve bien. Exultante. Una vida detrás de unas gafas de sol.
«Estudié en el Liceo Corbí y hasta 8º de EGB aprobaba sin estudiar». Cantaba. En el colegio le llamaban Nino Bayo y ganó un concurso de El Corte Inglés con 'Un beso y una flor' a capella. Su padre estaba en Los Guajiros, unos Panchos a la valenciana.
El petardeo de un 'tubarro' fue su melodía favorita en la adolescencia. «A mí lo que me gustaba eran las motos. Era un inconsciente, la moto me volvió loco. No aparecía por el instituto, repetí tres veces 3º de BUP y me invitaron a irme». Tuvo una Puch Minicross y una Derbi 74 TT. Luego se compró una de competición. «Participaba con cuatro locos en muchas carreras pirata y ganaba alguna». Entrenaba con 'el abuelo de la Maico' y con un Seat 1500 y dos motos trucadas en un remolque se iban a correr por los circuitos. En Silla, a los 18 años, se estampó y se destrozó la pierna. «Ligamentos rotos y el menisco. Estuve un mes y medio con la pierna escayolada y casi un año con muletas sin salir de casa salvo algún paseo con mis padres por la playa de Cullera». El accidente trajo el silencio. «Pensé que se había acabado mi vida».
–¿Un accidente grave a los 18 años, cuando todos los chavales están por ahí de fiesta?
–Bueno, es que a mí no me gustaban las discotecas. (Risas)
Y Chimo Bayo argumenta su gran confesión: «Yo pensaba que estaban ahí todos borrachos, fumando, y alguna cosa más. Para mí irme de fiesta eran unas patatas bravas y un trinaranjus de naranja. Era un chavalín superinocente».
En la soledad de su habitación escuchaba música y hacía maquetas de aviones. Empezó a descubrir a Pink Floyd y Supertramp a través de los discolibros. «La música me salvó la vida».
Chimo Bayo salió de la cueva de su cuarto empujado por amigos y por la que luego fue la madre de su hija, que trabajaba en la discoteca Number One de Cullera. «Iba con las muletas, yo estaba muy preocupado por si me hacían daño en la rodilla y para no molestar me metieron en la cabina del pinchadiscos. Parecía un niño castigado».
De la moto a los platos. Bayo fue DJ por accidente. «Empecé a ver los discos, cómo se subían los botones de la mesa, traían un funky de Estados Unidos buenísimo: Tom Brown, Rick James, Brass Construction... Me encantaba, era todo nuevo para mí». Y así, de manera autodidacta, como espectador de cabina y preguntando al DJ, cursó un máster.
Un día, el pinchadiscos se fue a un concurso y la casualidad parió la leyenda de Chimo Bayo en el verano de 1980. «El dueño de Number One me dijo, ¿tú sabes cómo va eso? Y yo le respondí que sabía poner y quitar un disco. Lo primero que hice fue abrir el micro y decir: buenas noches, bienvenidos. Es que me salía de dentro».
La sustitución era para una hora, luego sumó media hora más, pasaron dos horas y media, tres... «estaba desesperado, no sabía ni qué hacer». El dueño de Number One despidió al titular porque ganó el concurso y pidió más dinero. Chimo Bayo se quedó con la cabina del local.
De Cullera saltó a la discoteca Flash de Gandia –luego Coco Loco– y de ahí a Woody en Valencia durante tres años. Chimo Bayo convirtió la profesión de DJ en un espectáculo. «Yo hablaba por el micro, bailaba, cantaba, era un saltimbanqui, salía a la pista y la gente me empezó a contratar». El personaje lo completó con la estética. Después del funky empezó a pegar el techno y descubrió a los Front 242: «El grupo que más me ha gustado siempre. Incluso pude actuar con ellos en la sala Apolo de Barcelona».
La cabina la combinó con Pop 50, un programa en Radio Popular con Enrique Ginés por 10.000 pesetas al mes. De Woody a Palma de Mallorca, vuelta a casa para inaugurar en Enguera la discoteca Morocco y de ahí a Trance en Calpe.
Bayo empezó a sonar. El pelotazo llegó en 1987 con su aterrizaje en Arsenal, una discoteca de la playa de Oliva. El DJ detiene la conversación y rebobina: «Cuartito, pam pam, pam. Cuartito, pam pam pam. Arsenal Travels, la mejor agencia de viajes. Oliva. Hacía yo las cuñas, sin música. Una publicidad bestial».
Antes había hecho ya el disco Ráyate –vendió 20.000 copias– y lo contrataron por todo lo alto en Arsenal. «La primera noche, una persona. Anunciado por todos los lados y una persona. Se tiró bailando toda la sesión. Él solo y yo».
El boca oreja funcionó. A la semana siguiente cincuenta personas, a la otra trescientas... «hay un DJ loco por ahí, que se sube por la cabina...» En un mes, Arsenal se puso a reventar.
Bayo guardó su traje de samurai, con el que actuaba hasta ese momento, y alumbró la estética que le encumbró.
–¿La gorra de CCCP era la más famosa de Valencia?
–Llegó una maleta con discos a Disco Studio, porque los primeros que llegaban me los daban a mí, y había una gorra de CCCP y dije, para mí. Y todos, no, no, no... Se ve que era de regalo por el grupo American Soviets, era la época de Gorbachov y a mí me caían mal todos los que llevaban gorras de New York, los Bulls... no lo soportaba. Y yo necesitaba la gorra por el pelo largo, se me enredaba con los micros. Era necesidad, sólo pensaba en la narizota que me hacía la gorra. Y se convirtió en mi look. Y luego el micro inalámbrico cambió mi vida porque me podía mover por todos los lados del escenario.
A la gorra se sumaron las protecciones y las botas de motocross, que Chimo Bayo recicló, y dos linternas en las gafas de sol. «Me gustaban las películas de ciencia ficción. Blade Runner me fascinaba, con esas luces entre la oscuridad y la lluvia. Y dije, voy a hacerme unas luces para salir entre el humo de la discoteca, era algo inquietante. Me sentía muy cómodo, me daba pie para crear».
Y de repente, empieza a tararear: «Era dididididiyuuu... hasta que no podía subir más y boom». Sesiones con dientes de sierra, calma y velocidad. Chimo Bayo aparecía a las dos de la mañana y sin parar hasta las siete. Descanso y vuelta a la cabina. «Después, otra hora y media sin contemplaciones. A ver quién me aguantaba el tirón». Manejaba tres platos y una mesa con sampler.
–Para y se viene arriba.
–Control, control... Vamos Chimo, vámonos de vareta. Y al momento, explota la discoteca. Y digo: toda la semana trabajando, ha llegado vuestro momento, bienvenidos, ¿Hay alguien ahí? Bom, bom, bom. Se me pone ahora mismo la carne de gallina. ¿A ti también?
De Arsenal a El Templo, a Cullera, su punto de partida. «Vuelvo a lo bestia». Y alguien, que nunca supo quién era, le dijo que convirtiera su himno «Así me gusta a mí» en disco. «Cuando presenté el 'Esta sí, esta no' todo el mundo se reía. Yo improvisaba. El chiquitán ya lo cantaba en Woody, lo quisé meter en el Ráyate y me lo guardé. Creo que lo saqué de la película Chitty Chitty Bang Bang. Me encantaba llevar ritmos con la boca. Es que después del chiquitán era imposible hacer algo mejor... Grabé la letra sobre la base del French Kiss (Lil Louis) tintintirin, tirintintirin...».
En Disco Studio quisieron mandar sobre el tema y Bayo se opuso. Al final lo hizo en Área Records. «Para mí la estructura de la canción era muy importante, que se pudiera defender en un escenario. La canción empezó a andar sola». El sencillo vendió un millón de copias en todo el mundo. Después vino 'Química', luego llegó 'Bombas' –la escribió tras la Tormenta del Desierto– y más tarde puso a 'La tía Enriqueta' en órbita. «La gente decía que estaba loco pero estoy orgulloso. ¿Quién tiene huevos de hacer una canción techno que se llame La tía Enriqueta?»
–¿Qué fue la ruta (para muchos mal llamada) del Bakalao o Destroy?
–Un movimiento social, espontáneo de la búsqueda del placer del baile. Éramos los hijos de los que habían vivido la dictadura. Valencia fue la cuna de la electrónica. La defenderé por encima de todo. Es que la gente en la ruta tomaba cosas, decían. ¿Y ahora qué toman, un yogurt? Teníamos una educación clásica y transgresora, ese equilibrio era muy importante. La Movida madrileña eran 600 personas, aquí 70.000. La ruta era cultura y trabajo. La equivocación fue que sólo se sacara lo que pasaba en los parkings, que era lo que venían a grabar.
Bayo surfeaba en la cresta de a ola. Actuó en un montón de países y metió a 60.000 personas en Japón. «Lo dejé. La música se acelero, pipiripipipipi... No lo sentía. Lo dejé y me puse a hacer televisión». Aparcó las discotecas a principios de siglo, estuvo en el cielo y en el infierno y defiende que los artistas tienen que pasar por esa etapa. «Nunca he hecho lo que no me gusta. Todo lo que ganas se puede perder, pero no te pueden quitar la alegría. He sido fiel a mis raíces». La aparición de su chica M fue fundamental: «Sin ella no estaría aquí». Igual que el apoyo que ha tenido de amigos como Miguel Simón y Vicente De Gracia.
«Nunca he cambiado mi forma de ser y de pensar». Volvió a los escenarios, hoy es icono en muchos festivales. El apellido Bayo sigue y seguirá. Su hija Tanya picha fuerte: Hu-Ha.
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