Érase un hombre a una nariz pegado / érase una nariz superlativa / érase una nariz sayón y esciba / érase un peje espada muy barbado...
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Así atacaba ... Quevedo en el siglo XVII a su muy detestado rival literario, Luis de Góngora. Pero ¿le hubieran brotado las mismas palabras al genio teniéndolas que alumbrar al instante, con Góngora justo en frente, preparado para replicarle, y una multitud jaleando sus ocurrencias?
Las cosas han cambiado desde entonces. Vivimos en el siglo XXI y los poetas callejeros se despellejan hoy de otro modo para intentar hacer viral su habilidad en pantallas, en vez de páginas, y alcanzar la alta competición:
Tienes mucha presencia / pero decencia tienes una poca / pero ¿sabes lo que pasa? / que ya te voy conociendo, y parece que se te va mucho la fuerza por la boca / porque nos han explicado al menos treinta veces por dónde hay que subir y yo al menos subo por donde toca...
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Son rimas improvisadas del joven Alek durante la final nacional de Red Bull Batalla que se celebró en Valencia el año pasado. Se trata de la competición de estilo libre en habla hispana más prestigiosa en el universo de las batallas de gallos.
¿De qué hablamos exactamente? Dos raperos cara a cara, una base rítmica, unos segundos de tiempo para cada uno y un jurado de expertos que mide con lupa quién se las ingenia mejor para descalificar al otro con versos ágiles e ingeniosos. Son retos que desatan la locura en plataformas como Youtube o Twitch, con seguidores, patrocinadores y admiradores a escala planetaria.
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En Valencia, Alek se alzó con el bronce junto con otro valenciano, Segrelles. Ambos se han situado en el top nacional del rapeo de competición y estuvieron entre los 16 'gallos' que el viernes buscaron el oro en un nueva edición del torneo, en Cádiz. En esta ocasión, Alek llegó de nuevo al duelo final y acabó segundo.
La paradoja es que estos dos raperos son, en realidad, amigos del alma, colegas que han crecido juntos en un instituto del barrio valenciano del Cabanyal. «Mientras otros jugaban al fútbol, nosotros empezamos a rapear en el patio. Hemos avanzado en esto y es increíble dónde hemos llegado en poco más de un año», hacen balance.
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Alek tiene 21 años y es el segundo hijo de una educadora infantil y un camionero. Ha cursado Márketing y Publicidad y ha trabajado de monitor escolar y comercial. Pero hoy es un profesional del rapeo. Forma parte del selecto grupo de diez grandes de la batalla de gallos que compiten en la liga nacional, la Freesyles Master Series (FMS). Acaba de debutar este año en el torneo, «con unas ganancias medias de 1.800 euros» al mes. Pero ahora se las verá con los mejores y seguir al máximo nivel con su rima de combate «es todo un reto», asume con ilusión.
Héctor Segrelles es el hijo único de una quiromasajista y un guardia de seguridad. Y también sueña con vivir del rapeo. Tiene 22 años recién cumplidos y estudia Grado Superior en Turismo. Ha sido educador infantil y voluntario de Cruz Roja. «Mi pasión empezó hace cuatro años. En Bachiller tenía un amigo que rapeaba, empecé a ver batallas y me llamaron la atención. Después se unió Alek en el patio del instituto y seguimos juntos en esto», recuerda.
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Desde la ignorancia, uno presupone que estos gladiadores raperos se empapan del diccionario de sinónimos. O que se pasan el día leyendo versos. Pero no. «No hay una manera única de conseguir que las palabras te vengan al instante». En general, coinciden, «hay que escuchar mucho a la gente, fijarse en cómo hablamos, obsesionarte con algunas palabras, tocar la calle y entonces las ideas te vienen».
Mientras Segrelles prefiere no emplear los insultos clásicos en sus picotazos verbales, Alek se declara un enamorado del vocablo «cabrón», que dispara con frecuencia contra sus contrincantes. Y da bastante juego: colocón, obsesión, perdición, posición, remolón...
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Las palabras deben fluir rápido entre mente y boca «o estas muerto», pues en los jurados de los combates hay grandes campeones que han estado antes en la tarima machacándose a rimas raperas. Es decir, «se las saben todas, no se les escapa una» y tienen en cuenta factores como «ingenio, rapidez, ritmo, variedad, sonoridad, ausencia de errores...». El principal temor es quedarse en blanco en el ring de la reyerta verbal. O la segunda posibilidad: tropezar con las propias palabras, como le sucede a Alek en esta intentona.
Para estar a punto cuando toca batallar ambos beben de los grandes del rapeo. Segrelles se fija en Benet. Y desvela un propósito: leerse un diccionario de la A la Z «para conocer muy bien todas las palabras» y tener la mayor munición posible en su cabeza y convertirse así en una ametralladora del verbo urbano. «En Turismo me fijaba mucho en las palabras largas y comenzaba a rimarlas en mi cabeza», describe.
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Mientras Alek se entrega en cuerpo y alma a la competición, Segrelles se ha lanzado a la creación de rap y trap. El joven ya ha puesto a circular en Instagram un par de temas de su puño y letra. Como en este, en el que entierra el lado 'malote' que acompaña al género para mostrar sentimientos a su pareja, Alicia.
Ella le sigue a casi todas las pruebas. Es su fuerza. Y considera «un gran mérito» lo que hacen gente como su novio o Alek. Alicia se confiesa una apasionada del rapeo, pero reconoce que no sería capaz de ponerse frente a un contrincante en una sala abarrotada y empezar a soltar versos improvisados. En las competiciones, las pasa canutas.
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Las batallas de gallos tienen sus técnicas: recursos expresivos que los raperos tratan de hacer valer para aniquilar a sus rivales y ganarse la admiración del jurado. Usan, por ejemplo, el calambur, agrupación de varias sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen. «En una batalla salió la palabra 'colonoscopia' y derivó en 'este rapero que aquí se coló nos copia'», explica Alek.
Los jurados valoran las secuencias multisilábicas. «En lugar de rimar la última sílaba tónica de las palabras, como suele ocurrir, se busca una rima de más sílabas», describe el rapero valenciano. Como cuando a Segrelles se le ocurrió jugar con 'soporífero' y «Nadal bajo un foco en Wimbledon». Eso, elogia, «deja una sonoridad muy bonita». O las estructuras, con un juego de sonoridades que ejemplifica Segrelles en el siguiente audio:
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En algunos duelos la temática es libre: simplemente encontrar argumentos para meterse con el otro rapero de todas las maneras imaginables: por su aspecto, por su vestimenta, por sus errores, por su historia, porque fuma... Todo vale en los puñetazos vocales.
Pero hay más formatos. Como cuando los organizadores les sueltan de repente un concepto o una temática y sus versos deben orbitar sobre ese asunto. O aparece una caja de la que pueden sacar distintos objetos para inspirarse en sus ataques. Les pongo a prueba. En el parque donde gestamos la entrevista nos asedian las moscas. Muchas, gordas y pesadas. Tres, dos uno... ¡Improvisación con moscas ya!
Algo con un origen tan 'underground' y callejero como el rap aparece en ocasiones asociado a las drogas. Al cannabis. ¿Realidad o leyenda? «Bueno, una cosa es lo que puede suceder en los parques, en batallas de plaza, y otra las competiciones grandes», distinguen. «Ahí no están permitidas, más allá del cigarrito que alguien quiera hacerse en su espacio privado antes de salir», resumen.
Según Segrelles, «hay gente que lo ha pasado mal y se agarra a eso, otros que para vencer la presión de las batallas fuma... Pero en general es un mundo sano y con personas agradables». Alek, por ejemplo, mata los nervios «pegando varios saltos» en el momento de irrumpir en la disputa.
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En competición, Alek y Segrelles se han cruzado varias veces, a veces en finales. Y están muy igualados en victorias. «Como somos tan amigos y estamos ya aburridos de rapear juntos no nos lo tomamos en serio», confiesa Segrelles. En alguna ocasión, «nos hemos dejado ganar»,
Como colofón, les proponemos un último reto: olvidarse por unos segundos de su amistad, dejar atrás el buen rollo entre ambos y despedazarse como si fueran acérrimos rivales.
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