Las tiendas de música, un negocio en extinción en Valencia: cierra la emblemática Discocentro
Discofilia. Los cambios en el consumo cultural conducen al cierre de los establecimientos de discos. El número de estos comercios se reduce a la mitad en los últimos diez años
Una emblemática tienda de discos como es Discocentro en Valencia cierra sus puertas tras cuarenta años. El 30 de este mes será su último día. No ha sido la crisis por el coronavirus la que ha empujado a bajar la persiana. Ya estaba escrito. Ha llegado el momento de jubilarse. Sobre los expositores de Discocentro se han vendido vinilos, cassettes y cedés. Pero ahora están en liquidación. Se pueden adquirir piezas a partir de 2,50 euros y ahora con descuentos. El negocio se fue adaptando a los tiempos, pero «ya los discos nuevos no se venden», señaló a LAS PROVINCIAS al anunciar el cierre David Geraldo, uno de los socios de este establecimiento que disfrutó de la gloria en los años 80. 80.
Esta firma pone fin a una larga trayectoria que ayuda a describir la realidad que acompaña a los vendedores de música y a los interesados en comprarla. La forma de consumir música ha cambiado y ha arrastrado a algunos establecimientos a bajar la persiana. Los expertos hablan de que es posible que hoy haya la mitad de tiendas que diez años atrás. Pero también dicen que la discofilia sigue viva, incluso alguno apunta que pisa fuerte.
El modelo del negocio de la compra de música ha cambiado. La venta 'online' es una alternativa fuerte
¿Qué sucede en el universo de la venta y la compra de discos? ¿Qué cambios son los que ha experimentado el modelo de ventas? La primera respuesta a estos interrogantes llega cuando se comprueba que cierra una tienda, pero en Valencia quedan más porque melómanos y coleccionistas no faltan.
Cada vez son menos los establecimientos, tal y como tradicionalmente se han conocido, pero se han abierto otros caminos. La digitalización llegó impetuosa al mundo de la música y todo cambió. «Ahora habrá la mitad de tiendas que hace diez años», apunta Mario García, también socio de Discocentro. García apoya sus palabras recordando que sólo ellos llegaron a tener siete sedes en la capital del Turia, y al mismo tiempo recuerda que la diferencia es mucho mayor si la mirada se retrotrae veinte años.

No es la única voz que se pronuncia en esa dirección. Montse Martínez, directora de la empresa Discoloco, que a lo largo de veinte años ha organizado la Feria del Disco antiguo en Valencia -en 2020 al no poder celebrarse en abril llegará en noviembre-, coincide en que el número de tiendas ha podido descender a la mitad y habla de que es un fenómeno general en toda España. Pero ello no la aparta de aclarar que la discofilia en la capital del Turia sigue ocupando un espacio importante: «Si no fuera así, no habríamos aguantado veinte años viniendo».
Son sus declaraciones las que permiten responder al interrogante que quiere conocer los cambios en el modelo de ventas. «Algunos comercios cierran y se pasan a la venta online o van a las ferias como expositores a vender. El concepto está cambiando», advierte al mismo tiempo que apunta que la afición a adquirir discos no decae: «La venta de vinilo se ha disparado, incluso algunos que vendieron los que tenían ahora están volviendo a comprar».
El perfil de los discófilos se sitúa en el segmento de la población de entre 40 y 50 años, aunque también los hay más jóvenes
También Luis Serna, que regenta la tienda Chachachá desde 1987, se pronuncia sobre estas cuestiones. Difiere su opinión respecto a las anteriores, pues entiende que «hay tiendas que han cerrado y otras han abierto», pero ofrece un dato que también apunta al mencionado cambio de modelo: «Muchas sobreviven más por las ventas en internet que en el espacio físico».

Es el rostro que hoy, a juicio de quienes conocen el negocio, reflejan los comercio, pero ¿qué camino sigue la discofilia? Vicente Fabuel, quien junto a José Salvador regenta en Valencia la tienda Oldies, ofrece un dato que ayuda a comprender el ambiente entre los coleccionistas, de los que asegura que sigue habiendo muchos y que incluso observan que «hay hijos de familias que han heredado una colección y quieren ampliarla» y, además, «la vuelta del vinilo ha traído un público nuevo». Son afirmaciones que hablan de la vigencia de una afición que triunfa sobre todo «entre los hombres. Es menos frecuente entre mujeres, aunque desde hace veinte años está cambiando».
La franja de edad que describe al cliente medio, según la apreciación de Fabuel, se sitúa entre «los 40 y los 50 años», que son quienes vivieron los gloriosos 80, aunque eso no excluye la existencia de buscadores de piezas de momentos musicales que no se han vivido. A ello añade Serna que también los hay más jóvenes, hijos de coleccionistas que se deciden a seguir con la tradición.
«Hay hijos que han heredado una colección de discos y quieren ampliarla y la vuelta del vinili ha traído un público nuevo»
Entrar en una de estas tiendas que venden piezas de segunda mano, ya sean cassettes, vinilos o cedés, es adentrarse en un atractivo universo donde residen vivencias y emociones que ayudan a los amantes de la música a sentirse como pez en el agua. La afición de estos coleccionistas, como los de cualquier otro objeto, encierran un componente de «fetichismo», advierte Fabuel, quien también destaca que hay «una carga emocional» que en cada uno es distinta.
Algunos sólo los adquieren «por el mero placer de tenerlos». A veces ni siquiera los abren. Lo que se persigue es la rareza, aquel disco que llevaba una determinada impresión o cuyo diseño en la portada interesa por cualquier motivo. Hay buscadores de todos tipo y en estas tiendas, como expone el propietario de Chachachá se pueden comprar piezas «desde 20 céntimos hasta de 80 o 90 euros» y quizás más.

Entre las cuatro paredes de cada uno de estos comercios se han desencadenado muchas historias y se han forjado amistades entre los vendedores y los coleccionistas o melómanos que reiteradamente acuden a la caza de esa joya a la que no quieren renunciar. «Desde Teruel y de Cuenca han venido clientes», apunta Mario García, de Discocentro, quien destaca el valor del vendedor porque los clientes llegan y te plantean «aconséjame». Como se conocen bien, incluso antes de que pregunten ya les indican «tenemos de lo que te gusta a ti».
Muchos los relatos podría escribir Mario García, como el resto de los propietarios de comercios que con el tiempo se han ido adaptando a los cambios. Hoy, en su mayor parte, venden segunda mano que llega a los establecimientos para satisfacer el deseo de los clientes de encontrarse con ese objeto tan preciado para ellos.
David Molins | Coleccionista
«Cada pieza es un trozo de memoria emocional»
David Molins tiene 48 años. En sus estanterías guarda grabaciones en cualquier soporte. Pero, ¿los casetes todavía los escucha?: «Sí, los pongo en el baño porque no se estropean», afirma. Esta afición es «su vicio más sano», confiesa al tiempo que apunta que tiene algún disco «que no se abre» y que cada pieza «es un trozo de memoria emocional».

José Ramón Montaner | Melómano
«Me gusta el soporte físico, tocar los cedés, como los libros»
José Ramón Montaner tiene 58 años. Es un melómano que no deja de guardar música. Así lo viene haciendo desde hace muchos años. Tiene tantos cedés que asegura que algunos «nunca los escucharé. Me gusta tenerlos en soporte físico, verlos y poderlos tocar. No me gusta el formato digital. Es lo mismo que me sucede con los libros».

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