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Olivia Molina: «Muchas veces, a las mujeres se nos vende un falso empoderamiento»
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Llega al Talia con 'Malditos tacones', la obra que interpreta junto a Luisa Martín, dirigida por Magüi Mira, que habla del empoderamiento femeninoLos tacones, como concepto, se pueden medir con un doble rasero. Por un lado, elevan. Son un símbolo de empoderamiento profesional. Por otro lado, duelen. Son una imposición estética que continúa manteniendo a las mujeres en el rol del sufrimiento y las expectativas. Es lo que dice Olivia Molina, conocidísima actriz que llega ahora al Talia con 'Malditos tacones', una obra que habla de esas contradicciones del empoderamiento femenino, de las clases sociales y de la sororidad entre mujeres provenientes de mundos opuestos. Estará en el Teatro Talia hasta el 23 de febrero.
–La obra tiene como fondo la determinación de que se puede dejar de cargar con todas esas imposiciones machistas que tenéis las mujeres.
–Los tacones son la metáfora de los lastres que tenemos aprehendidos y que nos conforman. En la obra, dos mujeres toman conciencia de esa carga. Es un viaje personal, pero a la vez colectivo. Los tacones son un elemento muy cargado de significado. A veces, a las mujeres se nos vende un falso empoderamiento en las contradicciones que vivimos constantemente. Sé profesional, pero buena madre; sé poderosa, pero no demasiado, no vayas a llegar a un lugar que no te corresponde. Todas las mujeres cargamos con eso, y es lícito, cada una tiene un despertar diferente y no hay que juzgar. Mi personaje se pregunta por qué se pone los tacones. ¿Se lo imponen? ¿Puede decidir libremente bajarse de ellos?
–'Malditos tacones' bebe mucho de la literatura griega. ¿Qué grandes pasiones esconde la obra?
–Ignacio Amestoy, el autor de la obra, es un apasionado que siempre acude a los clásicos, que son eternos por las grandes problemáticas y las batallas universales que plantean. En la obra se entrevé la búsqueda de la propia identidad que sufre Edipo. ¿De dónde vengo? ¿Cuáles son mis orígenes?
–Aitana Sanchez Gijón decía que a partir de los cuarenta, profesionalmente empezaron a llamarla mucho menos y, casi de un año para otro, pasó de ser la chica de la peli a la madre de la chica de la peli. Usted, que tiene 44, ¿empieza a notar esto o cree que ahora pasa menos?
–Creo que es una dinámica. Todas las compañeras hablamos y sucede, pero la diferencia ahora es que se nombra, se pone sobre la mesa. Y ahora hay más oportunidades para mujeres más mayores. Lo que le ocurrió a Aitana, afortunadamente, a mí no me ocurre. Pero es cierto que desde muy pronto empecé a hacer de madre. Aunque no me parecieron personajes menos interesantes por ello. Quizás no era la protagonista, pero no tengo esa ambición. Agarro los papeles con la misma intensidad. Y ahora los personajes femeninos se escriben de otra manera, con momentos vitales diferentes.
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LUIS URIOS IBÁÑEZ
–¿Cómo está siendo trabajar con Magüi Mira?
–Es una persona apasionante y arrolladora. Tiene ochenta y pico años y me da la vuelta en energía. Tiene una vitalidad contagiosa, entiende mucho los procesos y es muy arriesgada trabajando. No pide cosas estándar, te anima a ser más poética, más personal. Todo al servicio de la función, lo cual es muy enriquecedor. Es como una capitana de barco. Cuando me llamó para este papel no lo dudé ni un momento. Y encima también es actriz, lo que hace su experiencia más completa aún, le da una perspectiva más benevolente y comprensiva. Todo crece mucho con Magüi.
–Está en 'La Casa', basada en el libro de Paco Roca. Aquí en Valencia, a Paco Roca lo idolatramos.
–Es uno de esos proyectos que te llegan de forma inesperada. Desde el inicio tenía todos los ingredientes para ser lo que es. Partíamos de algo muy positivo, una historia de una universalidad y una humanidad brutales. Ha salido muy bien, es que la historia ya estaba muy bien narrada. Fuimos a la casa de Paco Roca y estuvimos allí, con su familia, un mes y medio. Ha tenido muy buena acogida. Ha sido un trabajo de filigrana. Es una historia que te cruje y te sana.
–¿Disfruta más haciendo cine o teatro?
–Siempre he hecho mucho audiovisual. Crecí en televisión, haciendo series, trabajando el mismo personaje durante, qué se yo, dos años. Eso te permite crecer dentro de un personaje. Pero luego estudié teatro y empecé a verlo como un lugar sagrado. El aprendizaje en el cine es diferente. La conquista, para mí, está en hacer ambas cosas.
–Tiene una trayectoria bien larga y mucha experiencia en proyectos de primerísimo nivel. ¿Le sigue quedando algo del síndrome del impostor?
–Lo tengo bien domado porque voy mucho a terapia y lo trabajo. He aprendido a descifrarlo, a darme permiso a sufrirlo con humildad. Para mí, la salvación está en aprender a identificarlo y ponerlo en su sitio, que no abuse de tu espacio. Nos acompaña a casi todos, y lo bueno es que ahora lo nombramos más. Eso te hace sentirte acompañada.
–¿Próximos proyectos?
–Estrené hace pocos días serie en Disney+, y estoy encantada. Es 'El mejor infarto de mi vida' y está inspirada en la novela homónima de Hernan Casciari. Tengo la suerte de ser Concha, una antiheroína que huye a Buenos Aires y vive una vida rocambolesca. Y voy a seguir con esta función hasta diciembre.
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