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La caída del techo de la sala Iturbi del Palau de la Música de Valencia esta misma semana, que ha obligado a cerrar la estancia de forma indefinida y generado incertidumbre entre los miembros de la Orquesta de Valencia (OV), no es un hecho aislado. El desprendimiento de uno de los trozos de la concha acústica a causa de las filtraciones de agua provocadas por las intensas lluvias es el último ejemplo de los contratiempos, tanto en el edificio como en la gestión del coliseo, a los que se enfrenta el auditorio. El centro musical lleva meses en apuros.
Mientras los responsables del Palau andan ahora intentando encontrar la manera no sólo de reparar el escenario principal sino de buscar alternativas para poder desarrollar la programación -Les Arts ya les ha ofrecido sus instalaciones-, el edificio es el ejemplo perfecto de lo que está ocurriendo: falta de mantenimiento, una fachada que lleva más de seis meses sin reparar, presupuestos ínfimos que apenas destinan un euro para la compra de instrumentos, una orquesta que sigue sin ampliarse... Muchos frentes abiertos a los que los actuales gestores han de poner remedio.
La gestión de los despachos no es lo más eficaz a tenor de la auditoría realizada por el propio Ayuntamiento de Valencia. Un informe municipal sobre el centro musical, tal y como publicó LAS PROVINCIAS, evidenciaba prácticas irregulares. Entre ellas, gastos sin justificar, cuentas corrientes opacas e, incluso, un posible fraccionamiento en distintos contratos. También críticas por la forma de contar con refuerzos para la OV, que según el informe se hacían «sin urgencia ni carácter inaplazable» cuando lo recomendable es que la elección de plantilla sea «pública y con bolsas de trabajo».
Este es otro de los problemas que afectan al auditorio. Las plazas sin cubrir dejan una formación mermada, que debe hacer frente a una importante programación. La presidenta del Palau, Glòria Tello, siempre ha defendido la necesidad de ampliar la plantilla pero no lo ha materializado argumentando los impedimentos legales (Ley Montoro) para reponer los puestos de trabajo.
Pese a la gestión en los despachos, los músicos siguen trabajando y ensayando. Ellos fueron los que el pasado miércoles se dieron cuenta de la caída del techo de la sala donde iban a preparar el concierto del pasado viernes y que tuvo que ser suspendido. Denuncian la incertidumbre que viven en estos momentos y han pedido a la dirección del coliseo que busque alternativas para que la oferta musical se desarrolle. Según fuentes del centro, mañana será el día clave para conocer las conclusiones de los técnicos y, así, tomar decisiones al respecto. De momento, la programación de la sala Iturbi sigue en el aire y sin saber dónde se podrá llevar a cabo.
Desde que Tello accedió a la presidencia del auditorio los cambios se han sucedido y algunos se han visto envueltos en polémicas. La elección del actual director, Vicent Ros, mediante un concurso público fue llevada ante los tribunales por otro de los candidatos al proceso. Aún hay más. El adiós del maestro Yaron Traub, que no renovó su contrato al frente de la formación tras doce años en el cargo, también sacudió a la institución. El israelí accedió a ocupar el puesto de director asociado. Pero después renunció. La elección del valenciano Ramón Tebar como titular de la OV aceleró los acontecimientos. Es más, los músicos, que habían incluido a Tebar entre sus preferencias, afearon a la dirección que no les consultara la decisión.
El foco se centra ahora en la reparación de la sala Iturbi. El pasado viernes, los técnicos estudiaban aún cómo apuntalar el techo y cubrirlo con una malla para evitar más desperfectos. Los días pasan pero las sospechas de daños estructurales en el edificio, que se construyó hace tres décadas, dificultan el arreglo de una estancia que alberga el grueso de la oferta musical del auditorio. La rapidez de los responsables del coliseo para solucionar los problemas del inmueble está cuestionada. Hace más de seis meses que el trencadís de la fachada se desprendió. Una red cubre desde el pasado julio la cubierta, a la espera de que se reparen sus desperfectos. Durante todos estos meses, no se ha hecho ningún tipo de intervención. No hay plazos, ni fechas para la reparación. Es más, el informe realizado por la empresa que, en 2009 y gracias a los fondos del plan Confianza, instaló el revestimiento sigue sin hacerse público. Se desconocen las causas que hicieron que la imagen que luce hoy el Palau diste mucho de la que tendría que ofrecer. En este sentido, tampoco se prevé una partida específica para sufragar la reparación. En el presupuesto del coliseo para 2019 sólo se recogen 53.000 euros en el apartado de mantenimiento. Ni rastro para arreglar la cubierta.
Tampoco se han consignado fondos para comprar instrumentos. Sólo un euro copa la partida destinada a este fin. Para lo que sí hubo en su momento fueron 19.000 euros que se destinaron a pagar una auditoría externa que señalaba la necesidad de prescindir del 40% de la plantilla. El documento se quedó en papel mojado y se guardó en un cajón tras las críticas del comité de empresa.
En los últimos meses se han multiplicado los frentes abiertos en el Palau, que atraviesa un momento de incertidumbre.
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