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josé luis benlloch
Sábado, 17 de julio 2021
La gente del toreo, tan dada a las sentencias y a los axiomas, siempre asumió como incontestable aquel que rezaba "los toreros de ... valor a mandar y los de arte a acompañar", frente a aquellos otros que afirmaban que el toreo son sensaciones y no números ni guerras, que el buen toreo son letras y no ciencias, más poesía que prosa. Y así fue, lo del mando, hasta que llegó la maldita pandemia y lo puso todo del revés. De tal manera que a estas alturas de la temporada miras la clasificación de corridas toreadas y uno se tiene que frotar los ojos y volver a leerlo para creerlo. No solo Morante, la máxima representación del arte, campea en lo más alto de la tabla con 14 corridas, sino que los dos puestos siguientes, los que completan el podium son para otros tantos diestros, Juan Ortega 13 y Pablo Aguado 12, catalogados igualmente como toreros de arte, diestros a los que se les suponía un hábitat natural muy lejos de esas cuestiones. Seguramente será la primera vez en la historia que se haya dado una situación tan singular en las alturas.
Y hay que esperar a las siguientes casillas –en las olimpiadas, ahora tan de moda, se hubiesen quedado sin medalla– para encontrar a los lidiadores más poderosos, diestros que aplicando la división más tradicional y simplista que siempre manejaron los aficionados, toreros de arte y toreros de valor, están entre los segundos: Roca Rey, Juli y Emilio de Justo con Manzanares en cuarto lugar reforzando la rebelión de los artistas.
La actividad en la Escuela de Tauromaquia de Valencia resiste las embestidas de la pandemia y ha venido manteniendo la actividad con tentaderos en las ganaderías e incluso ha realizado clases prácticas como la que ha tenido lugar en la finca Baltaja, en Guadalajara, donde los alumnos Miguel García, Nek Romero, Eloy Sánchez y Joan Marí lidiaron y estoquearon otros tantos novillos de Marcos Núñez. La puesta a punto que mostraron los chicos hace lamentar especialmente la falta de festejos formales en público, que a buen seguro permitirían que diesen un salto de categoría y ver con más claridad las posibilidades reales que tienen los nuevos toreros. La sesión en Baltaja estuvo dirigida por el profesor de la escuela Víctor Manuel Blázquez.
Todo ello sucede en una temporada de tremendas restricciones en la que el número de festejos ha caído sensiblemente, muy por encima del cincuenta por ciento se asegura. No hubo Fallas, ni Feria de Abril, ni San Isidro, ni San Fermín y lo que te rondaré y las que hubo fue con abonos y aforos muy reducidos a pesar de no haberse detectado ni contagios ni altercados. Y en ese ambiente, que Ortega o Aguado ambicionen torear, se podría entender como la ansiedad propia de los jóvenes que están llegando a quienes las ganas desbordan su cualidad de toreros de arte, pero llama poderosamente la atención el caso Morante de la Puebla, diestro veterano en el que parece haberse despertado una regularidad y hasta una ambición que nadie le reconocía ni en realidad practicaba con la frecuencia actual en temporadas anteriores. Y hay cifras que lo atestiguan: frente a las 14 corridas que lleva sumadas esta temporada que le permiten encabezar el escalafón, en la campaña 2019, la última de la normalidad, llevaba 19 paseíllos; y en la de 2018 su cifra de actuaciones a estas alturas de campaña era de 13 festejos frente a los 29 que llevaba Roca Rey, líder en aquel momento.
Lo que no cambia ni con la pandemia es la productividad, si se me permite un palabro tan feo en cuestiones toreras, digamos pues triunfos y trofeos conquistados, y en esas cuestiones los toreros lidiadores y de valor le dan un vuelco a la clasificación para volver a lo que siempre fue y los tres líderes son Roca Rey con 23 orejas, Emilio de Justo con 20 y Manzanares que este año juega en todos los bandos con 18 trofeos, seguidos de Juli con 17, mientras que Morante tiene 12 en su casillero, cifra que siendo de quien es no crean que es mucha normalidad.
Con todos esos argumentos, es cierto que están en el aire adagios y tópicos pero si se trata de mandar, objetivo que siempre acompaña a los grandes, incluso ha servido para discernir entre figuras y no figuras –fulanito no ha sido figura porque no ha mandado, hemos escuchado muchas veces–, Morante, torero de arte, manda como el primero o más, manda en la clasificación, en la cara del toro y en los despachos, seguramente lo que no se había conocido en toreros de su género y para entenderlo basta con reparar que tampoco hubo toreros de su género que tuviesen su capacidad técnica ni su valor, al fin y al cabo en el toreo se regalan pocas cosas y menos el mando, y si uno de arte manda será porque es muy especial, porque es Morante.
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