El festival 10 Sentidos sigue en pleno apogeo. En el ecuador de su edición presenta hoy y mañana en la Rambleta a la artista, malabarista y directora francesa Phia Ménard. Su estancia en la ciudad llega con dos montajes bajo el brazo, 'Vortex' y 'L'après-midi d'un foehn'. El primero, para público adulto, no dejará a nadie indiferente. El segundo, más familiar, pretende educar en la reflexión a través de unas curiosas bolsas de plástico.
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–En su visita a Valencia llega con un par de espectáculos. ¿Qué cuenta en cada uno de ellos?
–Ambos están relacionados con el viento, aunque con un punto de partida diferente. 'L'après-midi d'un foehn' es una pieza para toda la familia, con bailarines que son en realidad bolsas de plástico, que al final no deja de ser una fuente de contaminación. 'Vortex' es una metáfora sobre ver al humano como una cebolla, con capas y capas, que nos ponemos desde que nacemos para ser queridos y aceptados hasta que nos rompemos.
–Llega a un festival que reflexiona sobre las bestias. ¿Se puede hacer arte y belleza desde la violencia?
–Reconozco la violencia. En la actualidad en Francia se está ejerciendo por parte del Estado y de las Fuerzas Armadas, que no buscan una solución y sólo quieren imponer su visión liberal. Me aterra, porque ignoran la pobreza. Esa violencia la vivo como mujer, como transexual en una sociedad en la que impera el patriarcado. Esa es la que muestro en mi última pieza que se presentó en el festival de Avignon. Pero la violencia que llevo a cabo en mis obras no tiene nada que ver con la que ejerce el Estado sobre los individuos.
–En su trabajo hay circo, malabares, danza, mimo... Es inclasificable. ¿Huye de las etiquetas?
–Esto puede verse como un problema. Si no clasificas tu trabajo pueden ponerte en cualquier lugar. Aunque en el fondo es una suerte. Poner etiquetas forma parte del hecho de hacer negocios. Te clasifican para que puedas vender tu producto. Aunque el arte no tiene fronteras ni etiquetas. El espectador no debe preguntarse si es danza o circo, sino «¿qué acabo de ver?» «¿qué siento con esto que he experimentado?». El arte está para plantear valores humanos, no económicos.
–En un tiempo en el que todo es efímero, ¿el teatro se ha convertido en lo único de verdad?
–El teatro es el único lugar que se puede vivir en directo junto con el deporte. Y en él es posible hacer cosas que en la calle estarían prohibidas. Es un lugar de libertad que debería ser sagrado y difundido.
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–He leído que el teatro la salvó. ¿En qué sentido?
–Todo artista debe enfrentarse a su dolor. Mi trabajo siempre ha sido muy intenso, de buscar mi identidad. Por eso, mi vida privada se ha convertido en algo público.
–'Non nova, sed nove' (No inventamos nada, sólo lo vemos de otra manera) es el lema de su compañía. ¿Necesitamos más pensamiento crítico para ver las cosas de otra manera y no sólo como nos las imponen?
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–La compañía hace un gran trabajo de investigación para encontrar un diálogo apropiado con el espectador. Para nosotros, es nuestra preocupación principal. Buscamos espectáculos abiertos, accesibles, sin un mensaje cerrado. Al espectador sólo le pedimos curiosidad, no hace falta que sea un experto en la materia.
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