El novelista vasco en una fotografía de archivo tomada por Genaro Lahuerta. LP

Pío Baroja: «Valencia es el pueblo más repugnante de España»

Aniversario del escritor vasco ·

El autor vivió más de dos años en la capital del Turia, donde se licenció en Medicina. Cercano a Azorín y enemigo de Blasco, veraneó en una alquería de Burjassot

Noelia Camacho

Valencia

Sábado, 5 de noviembre 2022

Al escritor Pío Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956), Valencia le parecía una ciudad «repugnante» y el «pueblo más antipático de toda España». Así se lo transmitió a su amigo y compañero de la llamada 'Generación del 98', el alicantino José Martínez Ruiz, Azorín, (Monóvar, ... 1873-Madrid, 1967) en una carta fechada en 1902 y que se conserva en la Casa-Museo Azorín de la Fundación Caja Mediterráneo. En ella, Baroja lanzaba perlas como que la Catedral de la capital del Turia era «fea». Hasta «la reja de Villena es mejor que todas las que hay en la catedral de la encantadora ciudad de las flores, de Blasco Ibáñez y Rodrigo Soriano», se puede leer en la misiva, en la que también relata que encontró «Valencia tan repugnante como me parecía cuando tuve la desgracia de padecerla dos años y medio». Ese periodo al que se refería Baroja en su correspondencia con Azorín corresponde al tiempo en el que un joven Pío vivió en la capital valenciana debido al traslado de su padre, José Mauricio Serafín Baroja Zornoza, ingeniero de minas al servicio del Estado, a la ciudad en el año 1891.

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Parece que Valencia no dejó una buena impresión en el escritor de 'El árbol de la ciencia' y, como asegura el historiador valenciano y profesor titular de Historia Contemporánea en la Universitat de València y autor del libro 'Baroja y España', Francisco Fuster, «no hay mucha información relativa a ese periodo» en la vida del autor.

No obstante, y con motivo de los actos que se han organizado este año para celebrar el 150 aniversario del nacimiento del literato de la Generación del 98 –justamente se cumple esta efeméride el próximo 28 de diciembre–, LAS PROVINCIAS intenta recorrer los pasos que Baroja dio en su estancia en Valencia, a la que se cree que regresó en algún viaje posterior.

Pero en esos dos años y medio en Valencia como residencia fija, aunque después regresaría de nuevo, Pío Baroja llegó a matricularse en la Universidad de Valencia para realizar sus estudios de Medicina. Aquí terminó la carrera aunque para doctorarse tuvo que marcharse a Madrid.

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Aunque para seguir la estela del escritor en estas tierra, hay que comenzar por el principio. En 1891, el padre es destinado a Valencia como ingeniero jefe de la provincia. Baroja contaba con 19 años de edad. Su primer lugar de residencia fue una fonda en la calle Barcas. Después, pasaron a alquilar un piso en Cirilo Amorós. También vivieron en la calle Samaniego.

Baroja, que tenía tres hermanos, Ricardo, Darío y la pequeña Carmen, pidió el traslado de su expediente para continuar con sus estudios de Medicina en la Universidad de Valencia. No era un alumno brillante, destaca Fuster, porque el anhelo del autor que da nombre a una avenida en Valencia era ser escritor. Fue reprendido por sus profesores aunque consiguió finiquitar sus estudios en el año 1893. En octubre de ese año, comienza sus ejercicios de grado.

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Sin embargo, a la familia Baroja, la desgracia llegó en forma de enfermedad. En este caso del joven Darío, que contrajo tuberculosis. Esto obligó a la familia a trasladarse a otro domicilio, situado en una calle más amplia y ventilosa. Esta dolencia se alargó en el tiempo así que Pío Baroja, que cursaba el doctorado en la capital de España, regresó a Valencia en enero de 1894. Un mes después, su hermano falleció. Según Fuster, en 'El árbol de la ciencia', Baroja se inspiro en lo sucedido con su hermano para uno de los personajes del libro. En este caso, y en ese juego que el escritor plantea al lector en ese volumen, traslada la tragedia al personaje de una niña.

Azorín junto a Pío Baroja en una imagen la que se muestra que fueron amigos. A. C. M

Tras lo sucedido con Darío, la familia del novelista se traslada ese verano a una alquería situada en la localidad valenciana de Burjassot para sanar las heridas de la pérdida de su ser querido. Es el recuerdo de esa Valencia donde falleció su hermano donde el historiador Francisco Fuster sitúa esos sentimientos tan negativos que Baroja mostró a Azorín en la carta antes mencionada. «Quizás en esa misiva mostraba lo que para él era esa Valencia de la que no le gustaba ni el clima y le recordaba lo que había padecido su familia en la ciudad», asegura Fuster en referencia al fallecimiento de Darío Baroja.

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Lo cierto es que la correspondencia con Azorín está fechada unos años después de la marcha de Baroja de Valencia. ¿Regresó a la ciudad? La carta da cuenta de que sí, que lo hizo en alguno de sus viajes. Pero se desconoce cómo y cuándo se realizaron estas visitas. Aunque bien es cierto que salvo esa temporada de juventud y alguna de esas estancias esporádicas, Valencia no marcó la vida literaria ni personal de Pío Baroja. Aunque sí podría decirse que hay distintos personajes que cobran relevancia en la vida del escritor y que están vinculados con la Comunitat. El primero de ellos, y como no podía ser de otra forma, es el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Fuster resalta la «enemistad» entre ambos e, incluso, el rumor de que el literato valenciano pudiera haberse inspirado en una de las novelas del autor vasco para uno de sus libros. Según esta leyenda, Blasco Ibáñez habría tomado como referencia 'La busca', la primera novela de la trilogía barojiana 'La lucha por la vida', para escribir 'La horda', un texto que el valenciano alumbró durante los años en que fue diputado republicano y donde mostraba sus inquietudes sociales. «Es complicado saber si esto fue así o no», afirma el experto, quien resalta que el escritor de 'Cañas y barro' creía que Baroja le tenía envidia.

La amistad con Azorín

Cuenta el historiador que la amistad entre Baroja y Azorín es, quizás, un caso único en la historia literaria. «Esa relación de respeto y admiración nació a finales del siglo XIX. Azorín, que en aquel momento no había adoptado este sobrenombre –se lo puso en 1904– era José Martínez Ruiz, leyó el libro del escritor vasco, 'Vidas sombrías'. Al principio no le gustó. Lo releyó y ahí le envió una carta a Pío Baroja. Después, se encontraron un día, Azorín se acercó y se hicieron amigos para toda la vida», relata el profesor de la Universitat de València, quien señala que esa fraternal relación «dura hasta que Baroja fallece en 1956». «En ese momento, el alicantino escribe un precioso obituario para el diario 'ABC'. Y hasta 1960 siguió escribiendo sobre Baroja. En total, 60 años. Es algo insólito en la historia de la literatura», reitera.

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En este recorrido por la vinculación de Valencia con el escritor, también tiene cabida otro valenciano: el musicólogo y periodista Eduardo Ranch, quien profesaba una gran admiración a Baroja. No fueron amigos y, aunque pueda parecer lo contrario por las cartas que Baroja y Azorín se escribieron, el literato vasco no era muy dado a mantener mucha correspondencia.

Aún así, las misivas que cruzó con Ranch fueron recopiladas, muchos años más tarde, en un libro. 'Pío Baroja en Valencia: pequeños estudios barojianos', donde se mostraba ese aprecio del valenciano al autor de novelas como 'Zalacaín, el aventurero'. En este sentido, según se recoge en un estudio del catedrático Cecilio Alonso, titulado 'Admiración y recepción literaria (Epistolario de Eduardo Ranch y Pío Baroja)' la admiración de Ranch por Baroja fue tal que, en 1941, cuando fue demolida la casa donde la familia Baroja vivió en Valencia, «Ranch recogió un fragmento de la jamba de la puerta y, recordando algo que había hecho Pau Casals con otra piedra de la casa de Beethoven, encargó al escultor Alfonso Gabino un retrato en bronce de Pío Baroja». «El 14 de junio de 1942 envió al escritor una fotografía del conjunto calificándolo muy significativamente de «pequeño monumento a la admiración por su obra y a la amistad de usted». La respuesta de Baroja fue la siguiente: «La placa del escultor Alfonso Gabino debe de estar muy bien. Es Vd. un hombre muy amable», se iniciaba el texto.

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Con todo ello, la influencia de la estancia y vivencias de Baroja en la ciudad de Valencia está reducida hoy en día una calle: la gran avenida donde se ubica el Bioparc. Una vía que, como cuenta el propio Francisco Fuster, no fue fácil que finalmente llevara el nombre del prolífico autor vasco.

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