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La periodista y escritora Marta García Aller. lp
«Las redes sociales te pueden llevar a pensar que todo el mundo es muy extremista»

«Las redes sociales te pueden llevar a pensar que todo el mundo es muy extremista»

Marta García Aller, periodista y autora de 'Lo imprevisible' | Tras el éxito de 'El fin del mundo tal y como lo conocemos' se adentra en la revolución tecnológica y sus implicaciones

PABLO SALAZAR

VALENCIA.

Domingo, 12 de julio 2020, 00:09

Marta García Aller (Madrid, 1980) analiza en 'Lo imprevisible' todas las implicaciones de la sociedad digital, la inteligencia artificial y la robotización, las posibilidades, y también los peligros, que se presentan.

-El libro se titula 'Lo imprevisible' pero yo le hubiera añadido 'Lo inquietante'. El futuro que dibuja da un poco de miedo.

-En realidad no hablo del futuro sino de lo que ya está pasando y eso es lo que hace que resulte inquietante a mucha gente que no está al tanto de las innovaciones tecnológicas que están transformando nuestra vida cotidiana. Pero me parece mucho más inquietante vivir al margen de esto, no saber lo que está pasando y que no nos hagamos estas preguntas.

-En la página 70 habla de la contradicción que supone dar a 'aceptar' a las condiciones que nos ofrecen muchas web y que luego nos pongamos escrupulosos con la posibilidad de la geolocalización para controlar los contagios del Covid. ¿Es por desconocimiento o por pura incoherencia?

-Veo una evidente incoherencia, en general en la relación con la tecnología, que es supersticiosa, pidiéndole cosas que están más allá de su capacidad y teniéndole miedo a las que saben hacer y que nos parece que es mágico, cuando aquí no hay nada mágico, son los algoritmos. Es verdad que ha habido muchos recelos, y es verdad que no todas las aplicaciones se están haciendo bien, pero en Alemania está salvando vidas porque al llevar la app en el móvil de manera voluntaria, cuando ya hay una suficiente masa crítica de gente que la utiliza ya puede servir para recibir una alerta que te permite saber que una persona que ha estado cerca de ti ha tenido el Covid. Es una tecnología que inevitablemente vamos a tener que desarrollar. Tenerle miedo a una app que localiza dónde estás puede ser un poco hipócrita si uno por ejemplo está tuiteando, porque Twitter geolocaliza todos y cada uno de los tuits que haces, la empresa sabe dónde estás y vende esa información, y la vende para fines comerciales que no tienen nada que ver con el bienestar del usuario. Hemos dado a aceptar a muchas condiciones de uso de apps de juegos que si son gratuitas deberíamos preguntarnos dónde está el negocio. El negocio está en los datos.

-Los robots ocupan una parte sustancial del libro, Me interesó mucho el caso que cuenta de los robots que en Japón hacen de asistentes o acompañantes de los ancianos. Y deja una reflexión sobre si acaso esto es muy diferente a dejar a los mayores todo el día delante de otro robot llamado... televisor.

-Me encanta provocar debates que puedan hacer ver nuestras contradicciones con las tecnologías, que se repiten una y otra vez. En el siglo XIX se le tiene miedo a la expansión del ferrocarril por si le corta la leche a las vacas cuando atraviesa los prados y en el XX a la televisión por si deja ciegos a los niños. Y en el XXI también tenemos nuestros miedos a las tecnologías. Con la robótica debemos plantearnos qué papel tienen que jugar en el cuidado de los ancianos, no es una pregunta del futuro, en Japón el 70% de los ancianos tienen robots para su cuidado. Habrá que establecer unos límites. Pero sí que habría que pensar que los robots no pueden cuidar de los ancianos porque cuidar implica que te importa, y las máquinas, por definición, no se preocupan por ti.

Si en vez de pensar en 'Black mirror' pensamos en 'Cine de barrio' es cuando surgen las contradicciones, la idea de que a la gente mayor se la ha dejado delante del televisor, sin compañía, y a lo largo del siglo XX naturalizamos eso como normal, pues a lo mejor a lo largo del XXI vemos extenderse esos robots de compañía, que pueden interactuar, pueden hablar... No me atrevo a decir si es bueno o malo pero lo que desde luego sí es malo es la soledad.

-Hablemos de móviles. Se pregunta en el libro si es la única que para consultar el tiempo que hace mira la pantalla en lugar de asomarse a la ventana. ¿Nos hace falta un código de conducta con los móviles?

-No tenemos un protocolo de buenas maneras de los móviles, no ha dado tiempo a que las élites establezcan una manera de proceder. Aún no está claro si tener el teléfono móvil encima de la mesa cuando estás comiendo con alguien es de buena o mala educación. Lo consultamos más de cien veces al día. Es todo, el teléfono, la cámara, la agenda, el álbum de fotos, el papel y el boli con el que escribíamos antes... es la forma en que nos hemos convertido en 'cyborgs'.

-Cuenta el caso de Leo Harlem, que lleva un móvil sin internet y que nos regala una frase memorable: «si vas mirando una pantalla no te enteras de lo que pasa a tu alrededor». Lo constato a diario en el autobús.

-Sí, es curioso porque así pensamos que aprovechamos más el tiempo. En el capítulo de la impaciencia hablo de la importancia de aburrirse, de estar ratos sin hacer nada, que es algo que nos están arrebatando las pantallas, que impiden que el cerebro no se relaje nunca, que es el momento más creativo, por eso se nos ocurren tantas ideas en la ducha, donde no tenemos la pantalla

-Por último, las 'fake news', una de las partes más inquietantes, condicionan elecciones, referéndums, la actualidad política... ¿No hay nada que hacer frente a este fenómeno tan nocivo?

-Hay mucho que hacer, empezando por entender cómo funcionan los algoritmos que controlan las noticias que leemos. Es muy ingenuo por nuestra parte creer que las noticias que lees cuando entras en tus redes sociales son por casualidad, hay un algoritmo que las ha seleccionado para que veas lo que dice un amigo y no otro porque entiende que va a captar más nuestra atención y lo sabe porque sigue nuestro rastro en Internet. A los humanos nos encanta que nos den la razón, por eso los algoritmos tratan de repetir los prejuicios de cada uno. Y hay otra variable y es que nos irrite muchísimo, lo cual distorsiona la realidad porque no se nos está enseñando lo más importante sino lo que más va a captar nuestra ira o nuestra complacencia. Si uno pasa demasiado tiempo en internet, en las redes sociales, llega a la conclusión de que el mundo está loco, que todo el mundo es muy extremista. Y en realidad la vida no es así. Hay una distorsión enorme, que nos hace pensar que la gente está muy a favor o muy en contra de lo que decimos. Esa distorsión está transformando la política, como vemos que en el Congreso, que cada vez parece más un debate de tuiteros en vez de una conversación de personas bien informadas. Es una distorsión de la opinión pública pensada por un algoritmo ideado para llamar la atención y mucha gente no quiere llamar la atención

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