Las reseñas dan paso a los partes de guerra

«Sepa usted que aquí se muere de verdad, no como ustedes en el teatro»… es la frase que se le adjudica a don Luis Mazzantini, político y torero, que nada hay nuevo en este mundo, como parte de un brindis al actor Julián Romea tras escucharle sus protestas por lo que el dramaturgo consideraba falta de compromiso por parte del lidiador. Este agosto, toquemos madera, no se ha llegado a tanto, pero la tragedia ha sobrevolado con insistencia por diversas plazas de toros. La más grave ha sido la de Conquero en Cenicientos, plaza de tercera categoría cuyo renombre radica en la lidia de toros exagerados al punto que pese a la locura que existe por el toreo en el pueblo madrileño las figuras no asoman. Tampoco es mala cosa porque esa ausencia permite la presencia de toreros necesitados de una plataforma de lanzamiento, aunque sea por la vía del heroísmo más cruento.

Conquero tardará en volver a lucir el chispeante, la recuperación será larga, aun así, los doctores han asegurado que ha tenido mucha suerte: «Lo que atravesó el pitón fue una zona que se llama el mesorrecto, está entre el coxis y el recto, tuvo la suerte que no se perforó, tenía una pequeña rotura con una esquirla que parece del hueso y estaba desplazada, además de presentar un gran hematoma», ha declarado a los compañeros de Aplausos el doctor Olmeda que le atendió.

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Roca Rey, el primero de esta lista de heridos agosteños, tras una racha continuada de cogidas sin más consecuencias y el deterioro indumentario, cayó finalmente en El Puerto de Santa María y reapareció once días después en Málaga para gozo del empresario, que puso el cartel de «No hay billetes» en la taquilla al igual que sucedió al día siguiente en Gijón y es que como dice Pedro Toledano, no hay mejor fórmula para revivir el toreo que la emoción del valor y el interés de la novedad, y de ambas cuestiones el peruano tiene dosis de sobra. David de Miranda, que como suele ser habitual entre los toreros, pecó de precipitación y quiso reaparecer en el festival de El Rocio Chico, acabó resistiéndose y anunciando que volvía a interrumpir su temporada. El veterano Manuel Díaz «El Cordobés», cogido espectacularmente en Huesca donde sufrió una cornada de 20 centímetros en el triángulo de Scarpa derecho y una fractura en el segundo dedo de la mano izquierda, no escapa de la obsesión general de los toreros por recortar los plazos médicos y anuncia que piensa reaparecer el día 27 en Arenas de San Pedro. Objetivo que teniendo en cuenta que se trata de su última temporada en activo y su campaña está argumentada en el sentimentalismo del adiós por encima de cualquier meritocracia, no tiene el menor sentido.

Otro de los heridos de gravedad fue Daniel Luque, cogido en El Puerto de Santa María. El parte médico emitido por los doctores en la misma plaza fue muy alarmante: «Cornada en abdomen que eviscera asas intestinales. Rotura de aponeurosis abdominal que entra en cavidad abdominal exteriormente al borde externo del recto anterior del abdomen». Posteriormente se le detectó una fractura limpia de peroné y aun así el torero, que vive el mejor momento de su carrera y parece consolidado por fin en el grupo de cabeza, ahora sí hablamos de meritocracia, ha pedido que se aguante el anuncio de su caída del cartel de los próximos compromisos, en otro intento de robarle tiempo a los consejos médicos.

A pesar de que las tradicionales reseñas se han convertido este ferragosto en una retahíla de partes médicos o quizá habría que decir partes de guerra, la situación no ha desestabilizado a la grey torera que tiene refranes y reflexiones para reanimarse moralmente: «peor hubiese podido ser»… «será para bien», se dicen pensando que el percance ha impedido otro mayor o aquella otra sentencia de «unos las firman y otros las torean» que lo normaliza todo y dispara los teléfonos de los apoderados a la caza de las sustituciones. Es la realidad del toreo.