Un cuadro sin límites de espacio y tiempo. Ni siquiera la línea del horizonte que determina dónde acaba el mar y empieza el cielo. Una escena de lúdicas carreras de infancia, esa edad en la que se disfrutan las horas a manos llenas porque parece ... que no va a acabar nunca. Un encuentro con la inocencia en la orilla del mar. Son las imágenes y emociones que llevan a la abogada María Clemades, la cicerone de este Lunes de Sorolla, a señalar que 'Corriendo por la playa' es su pintura favorita entre las que salieron de la paleta del universal valenciano.
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El escenario es la orilla del mar. Dicho esto tal vez poco más quedaría por decir. De ese decorado natural extrajo el pintor un buen puñado de sus obras maestras. Pero lo cierto es que no basta. Con ello sólo habríamos hablado de la forma, pero no de cuanto encierran los límites del marco. No sólo hay agua salada, espuma de mar, arena y unos niños. El óleo, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias, almacena sus mensajes, aquellos en los que María Clemades lee que es «el retrato de la inocencia, de la despreocupación, del jugar por jugar sin esperar nada».
Y ante estas observaciones, se convierte en inevitable para la abogada ejercitarse en la retrospección para reconocer que 'Corriendo por la playa' despierta la «añoranza» de esos días de infancia en los que «no existen las ataduras de la vida adulta. Es la imagen de la liberación». Si todo ello puede extraerse al detener la mirada en este óleo es porque todo está recogido en el lienzo. Es prueba de la maestría del artista, que no se limita a plasmar el movimiento, sino a hacerlo «con gran detalle» y con un juego de colores que le permite enmarcar la escena «sin necesidad de que se vea el horizonte».
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Al detenerse en el cómo se hizo, María Clemades viaja hasta el agua para recoger el resultado que imprimen los destellos de sol que Sorolla humaniza para inmortalizarlos «en ese niño que se lleva la mano a la frente para convertirla en una especie de visera».
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Y la abogada sigue mirando el cuadro para apuntar una observación que le permite acercar aquellos albores del siglo XX a la realidad del siglo XXI. Observa diferencias en la manera de mirar la infancia entonces y ahora. «En 1908, cuando el artista pintó el cuadro el niño aparece desnudo frente a las niñas». Con la mirada de hoy tal vez aquello fuera increíble.
María Clemades ha mirado una pintura, su preferida de Sorolla. Y cuando se contempla una obra con detenimiento, casi se habla con el lienzo. Ha sido la apuesta de la abogada: apartarse por unos minutos del estricto marco del lenguaje de la ley para establecer diálogo con el contenido de un cuadro, la representación de un espacio luminoso y un tiempo escurridizo que a María Clemades le cuentan muchas cosas.
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