Samuel hizo lo mejor de la tarde

Habrá quedado claro que aquello de la pena grande con lo que he arrancado la crónica sucedió por mor o desamor de una novillada de poca casta o mejor sin casta ni carácter, pocas fuerzas alguno sin ninguna fuerza, muchas puntas y nada que ver con lo que se supone que debe ser una novillada de lujo ni con la clase y toreabilidad de los orígenes de la divisa. Pasado el ecuador del tercero, Navalón había pinchado una excelente faena al mejor novillo de la tarde, todo se torció. No hubo merienda, no hubo la gloria que se le supone a una novillada postinera, no había luz en Valencia ni la alegría ni siquiera la generosidad de la que se acusaba a esta plaza, era como si no fuese Valencia, así que me reafirmo pena grande a la espera de que los gitanos tengan razón y hoy la cosa se venga arriba. O eso o me busquen un refrán para levantarme el ánimo.

La tarde arrancó con un buen ambiente. Todo se suponía preparado para lanzar una hermosa historia de torería y competencia, pero ya saben el hombre propone (o no tanto) y el toro descompone. Eso es lo que pasó. El primero embistió rebrincado de salida, defecto que no le corrigieron ni los picadores y solo al final del trasteo Nek que había arrancado a torear por abajo muy torero y compuesto, logró encauzar la descompuesta embestida en un toreo al natural de los que dan crédito, cuestión que valoró justamente el público. Mató de estocada defectuosa y ya se sabe que en el toreo sin espada no hay paraíso. Su segundo fue mucho más deslucido y por mucho que lo intentó, incluso demasiado, no encontró recompensa. Se llevó el lote más deslucido.

Jarocho que venía con el aval de su triunfo en Madrid no pudo reeditarlo en Valencia. Y no porque no lo intentase. A sus primero lo lanceó con las manos bajas, reunión y temple. A ese manojo de lances solo le sobraron las voces. No queda bien en plaza importante semejante griterío. A ese recibo le replicó Navalón con unas chicuelinas muy asentado, muy ajustado y con airoso vuelo de capote que dieron paso a la contra replica de Jarocho, para entonces la tarde todavía seguía el buen guion. Banderilleó el matador con exposición y a la faena le faltó lo que debía poner el novillo, que, aunque noble y pasador, le restaba tensión al conjunto. Así fue hasta que atrapó de la mala manera al matador, lo volteó, lo campaneó, le pudo partir en dos y todo se saldó con magulladuras y la alegría de que no fue nada para lo que pudo ser. Lo poco bueno que tenía el novillo se acabó allí. Su segundo no tuvo opción alguna.

Los lances a la verónica de Navalón al tercero, después de los faroles de rodillas, tuvieron cuerpo empaque, templanza y categoría. Tan buenos que merecen que Nemesio, su apoderado, le regale un capote más presentable. Luego con la muleta se mostró poderoso, fácil y cuajado. Preparado para dar el salto a empeños mayores. Eso sin faltarle las buenas maneras. Es torero hecho y se antoja torero fácil dentro de lo fácil que puede ser el toreo. Ya queda dicho que falló a espadas y el premios se redujo a una reja. En el otro se encontró con el descalzaperros de los novillos flojos y se esfumaron mayores glorias.