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Galván fue el descubrimiento. LP
Por San Isidro milagros en Las Ventas
EL RUEDO

Por San Isidro milagros en Las Ventas

La resurrección de Talavante, la ascensión de Galván y Borja y la aparición de los chicos | La España doliente, tensionada y por momentos ilusionada se representa cada tarde en la plaza

Lunes, 3 de junio 2024, 21:53

No es fácil triunfar en San Isidro. Muchos le dan rango de milagro. Motivos hay para tal consideración. Y si te das de frente con las trincheras del siete (santuarios del integrismo) la tarea se encabrita todavía más. En compensación, cuando se consigue (el triunfo) es como sentarse a la derecha de Dios. Ya se sabe, de Madrid al cielo. Aunque nunca se estará libre del infierno. No hablo de ganarse la eternidad porque los vientos son cambiantes y las opiniones veceras como los viejos naranjos, y de la misma manera que te aúpan te pueden dejar caer para volver a auparte si surge. Y aun a pesar de tanta exigencia, prejuicios, quimeras, caprichos y demás inconvenientes de sus tendidos, incluidos presidentes desnortados - ¿a quién piensan los usías que deben servir? ... – a pesar de todo ello, hay milagros. Triunfos y señales que te llevan o te acercan a esa ilusión. Es la imagen de la España doliente, tensionada y por momentos ilusionada que se representa cada tarde en la plaza.

Este año han sido varios los que han rozado incluso saltado la linde que separa el cielo de la tierra. Milagro fue que embistiese un toro de Juan Pedro Domecq de 670 kilos, Rebeco se llamaba. Era verle en los corrales y venirte a la cabeza el camión de la carne y más allá de pronósticos tan catastróficos ¡oh, milagro! embistió mucho y bien, con trasmisión que no es otra cosa que, cada vez que pasa por delante de un torero, piensas que aquello tiene mérito y por tanto emoción y le da grado de calidad al toreo que se le hace. Sucedió con Talavante, que estuvo rozando los cielos en los que ya estuvo y lleva camino de volver (lo dicho no hay sillón asegurado ni definitivamente perdido) con un toreo creativo, nada previsible, de muñeca suelta y un vuelo de muleta grácil pero mandón, virtudes que no siempre coinciden. El desenlace fue un doble milagro, el del toro Rebeco y el de un Talavante sin espada, pero rescatado para los cielos.

A fuego lento

Otro milagro es el triunfo (doble) de David Galván y no porque no tenga cualidades para hacer un milagro sino por su persistencia, doce años esperando. Horneándose hasta el punto justo. Hay toreros de cocción rápida y otros, a la vista está, que necesitan su tiempo, aunque sea en un hábitat inhóspito para un toreo como el de Galván, pero resistió y de pronto, en dos tardes (dos milagros), se ha erigido en la gran esperanza. El milagro ha llegado desde una personalidad diferencial e imprevisible, de pronto cuando nadie creía salió toreando y se hizo la luz: la muñeca suelta, la técnica oculta pero activa, entraba y salía de la cara del toro sutil y mandón, lo difícil parecía fácil. Era la cosecha de esa docena de breges vividos/sufridos que suenan a condena y solo eran tiempo (duro) de maduración. El secreto estaba en resistir sin traicionarse, el que resiste gana, el que persiste rompe las cadenas. Pues ahí lo tiene. Le viene de perlas a la fiesta. Y en esa misma línea emerge un desencadenado Borja Giménez, con menos sorpresa teniendo en cuenta ya había abierto la Puerta de Alcalá con los victorinos, menos distinguido que Galván, pero más desgarrado, curtido en la desesperación, hambriento de gloria, insistente en su ataque, plomo en las zapatillas, lo ves y sabes que hay un guerrero. Esta semana vuelve con los victorinos, así que pongan atención.

Los viejos maestros respaldaron al toreo. LP

Y milagro en el Senado: el toreo defendido

Otro milagro cada vez más frecuente es la defensa del toreo en las altas instancias de la nación ante la beligerancia constante y oportunista de los de siempre. Es la reacción ante la agresión. La actividad imprescindible frente la complacencia fuelle que acompañaba al toreo que nunca como ahora tuvo necesidad de defenderse. En esta ocasión ha sucedido en la Cámara Alta donde se debatió una propuesta del PP instando al gobierno a restablecer el Premio Nacional de Tauromaquia y a activar la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes que en esta edición dejaron intencionada y de forma oportunista en blanco. La moción, que había sido presentada por el PP, contó el apoyo de VOX, UPN y la curiosa y sorprendente abstención del PSOE que recordó los muchos alcaldes del partido que apoyan los toros y propuso un debate de futuro (¿) en línea con la evolución que está experimentando la sociedad española. Lo suyo fue una vela a Dios, otra al diablo y las posaderas al viento. En el debate, en el que el ministro no tuvo pudor en utilizar datos de asistencia a las plazas durante los años de la pandemia para demostrar la falta de apoyo social a los toros, el senador valenciano del grupo mixto Fernando Carbonell tuvo una brillante intervención en apoyo de la moción, en la que recogió datos publicados por Las Provincias, medio al que reconoció como referente informativo de Valencia. Arrancó su respuesta a Urtasun con frase de lo más torera «voy a coger el toro por los cuernos» y justificó su apoyo a la moción del PP recordando el calado cultural y humano de la tauromaquia en la ciudadanía española, tal y como se manifiesta a través de sus hábitos y lenguaje; los puestos de trabajo y la actividad económica que genera; la aportación real al ecologismo que va más allá de los mítines y despachos donde lo practica el partido del señor Urtasun y el interés creciente que despierta entre los jóvenes, como se está demostrando en las últimas ferias.

En el arranque de la feria, que a estas alturas parece perderse en la noche de los tiempos, quedan dos tardes, dos milagros de Perera, un tipo irreductible que ha desafiado castigos y ninguneos aferrado a la columna de sus creencias. Hace del poderío su ley. A la gloria por el mando, abajo florituras y sutilezas, ¡viva mis…mis bemoles! Y vaya si le da resultados.

Apariciones

Milagros grandes fueron los que lograron los chicos. Torear como torearon a novillos que eran toros, con bagajes/experiencias personales tan reducidas como las que impone el sistema actual, torear bajo la espada de Damocles, ya saben o triunfas o al arroyo, es puro milagro. Y lo hicieron con mucho nivel: el valenciano Navalón, Jarocho que abrió la puerta grande después de interpretar el natural de altos vuelos, Chicharro que se la cerró con la espada y el propio Nek que también apuntó alto, son un milagro sobre otro milagro. Todo eso por no hablar de los llenos diarios que no quiero decir que son gracias a Urtasun pero debe haber ayudado, por aquello de tocarle las narices.

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