Los secretos de los Santos Juanes de Valencia salen a la luz

El avance de los trabajos, que además de recuperar a Palomino también persiguen rescatar del paso del tiempo esculturas de Bertesi y Aliprandi -entre otros trabajos- ya ha permitido a los expertos los primeros encuentros visuales con la obra que los grandes artistas del barroco legaron a Valencia. Entre un treinta y un cuarenta por ciento de la superficie pintada ya ha recuperado el brillo. «Es un proyecto único e irrepetible», ha apuntado Pilar Roig este miércoles durante la visita de los medios de comunicación a los trabajos de los que ya se van conociendo los secretos que esconden.

Un andamio aéreo recorre buena parte de la superficie sobre la que Palomino pintó los frescos que primero un incendio, el que el templo sufrió durante la Guerra Civil, y luego una desafortunada intervención a cargo de los hermanos Gudiol dañó en profundidad. Desde las alturas los profesionales trabajan para devolver el brillo de la obra de arte que en 2025 se prevé que esté en perfectas condiciones para mostrarse a los valencianos y a cuantos quieran acercarse a contemplarla.

Y si vale la comparación con el trabajo del bisturí, todavía es posible afinar más cuando se conocen los detalles de la intervención. Pilar Roig admite con una sonrisa que casi se trata de una operación dermatológica, la restauración transita un universo de rescate de pieles: las capas del arte en combinación con las del tiempo. La intervención parte de la retirada de los paneles a los que en los años sesenta los Gudiol llevaron las pinturas de Palomino tras arrancarlas de la bóveda.

Esas piezas, de madera, se encontraban completamente estropeadas causando el consiguiente daño a las pinturas. Ahora, conforme a las explicaciones de la catedrática de Restauración de la Universitat Politècnica de València (UPV), las placas de madera que supusieron una desafortunada actuación se sustituyen por otras, una especie de piel de fibra de carbono, que son «más flexibles y se adaptan mejor a la curvatura de la bóveda», además de que pesan menos y no atraen bacterias ni insectos que las puedan dañar.

Dicho así parece una tarea fácil y sencilla. Pero nada más lejos. Sobre cada una de esas piezas se actúa en la Universitat Politècnica de València. Allí se llevan para librar las pinturas de todas las agresiones que el maltrato, el fuego y el paso del tiempo les han infringido. Una vez curadas esas heridas, como si de arrancar una capa de piel se tratara, se transfieren a la piel de fibra de carbono. Todavía quedan pasos que dar. Las zonas de las que ha desaparecido la pintura las cubrimos con estuco« y sobre esta base »se aplica un papel de gel« al que previamente se ha transferido la reproducción de la pintura original -a partir de una fotografía- mediante un sistema de inyección. »Al humedecer el papel de gel, éste se vuelve elástico«, ha aclarado Pilar Roig. De esa manera permite su retirada y que la pintura quede, como si de una calcomanía se tratase, adherida a la bóveda.

Minuciosa intervención que ha conseguido recuperar una parte de las pinturas de la bóveda que se colocaron en 90 paneles, de los cuales se han restaurado 35. Queda camino por andar. La próxima fase ya alcanzará la nave previa al presbiterio, al ábside, donde se encuentra una de las figuras que mayor curiosidad despiertan: la imagen del dominico valenciano San Vicente Ferrrer con su identificativo 'Timete Deum'. Aun cuando hay trabajo todavía por hacer, la especialista en restauración ha manifestado que sienten una «satisfacción enorme» al haber conseguido que «queden partes muy importantes» de la obra «a pesar de todos los avatares y desgracias».

Desde los años noventa se trabajaba por conquistar una intervención que ahora está siendo posible gracias al mecenazgo de la Fundación Hortensia Herrero. Se imponía borrar el daño causado por la anterior restauración realizada entre los años 50 y 60. La intervención actual ha permitido descubrir que quienes trabajaron en esa restauración firmaron su obra y dejaron constancia escrita en la cubierta interior del templo de que su trabajo terminó en 1965. En aquellas fechas los Gudiol arrancaron los fragmentos de pintura conservados en dos tercios de la bóveda y presbiterio de los Santos Juanes y se las llevaron a Barcelona para colocarlas en paneles de madera contrachapada.

Los frescos del ábside, que hoy se muestra desnudo, nunca regresaron, y por tanto no podrán someterse a la renovación de su piel pictórica. Pero se ha encontrado una solución alternativa. Las nuevas tecnologías lo van a permitir. Sobre esa zona, la que cubre el presbiterio, se «proyectará un vídeo mapping' que reproducirá los frescos tal como los dejó Palomino. De esa manera se contemplará la imagen pictórica tal como la concibió el artista cordobés.

La transferencia digital, la limpieza con bacterias, los ultrasonidos y la foto-ablación láser se han unido para permitir un renacimiento del mejor barroco valenciano que volverá a la vida en gran parte gracias a una instantánea de Juan Alcón, un fotógrafo aficionado a capturar la arquitectura y detalles de las iglesias, que retrató los Santos Juanes antes del incendio de 1936. Alcón falleció antes de saber que sus imágenes servirían a los expertos para poder recuperar la bóveda. «Sin su fotografía no hubiéramos podido hacer nada, nunca se lo agradeceremos lo suficiente», ha destacado Pilar Roig, cuyo padre -catedrático de Restauración- conservaba la imagen en su despacho porque se la había regalado este autor.

Los expertos han sido «muy respetuosos con la huella de la historia», teniendo en cuenta que «los pigmentos no son los mismos que el artista plasmó en 1701 ni mucho menos, sino que han sufrido una agresión importante». Han estudiado su obra para utilizar exactamente la misma paleta de colores. «Queda todo en una armonía manteniendo la huella de la historia», ha subrayado la especialista mostrándose segura de que el público se «emocionará» y «se va a quedar con la boca abierta» cuando dentro de unos años vea el resultado final de todos estos trabajos. «A nosotros nos emociona cada cinco minutos».

Cuando todo haya terminado, levantar la mirada pondrá en contacto con el color y las figuras que plasmó el artista trazando un lienzo de santos, ángeles, figuras alegóricas y elementos ornamentales. Todo dará fe del valor artístico y patrimonial que Palomino legó a Valencia, como también lo hicieron los maestros que levantaron el templo y aquellos que erigieron los ornamentos escultóricos que circundan y coronan las naves.