![El sorolla de dimensiones más colosales se exhibe en Valencia](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202201/13/media/cortadas/sorolla-RfYWyCUVZ3diDMAZUH3CBKN-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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'Yo soy el pan de la vida' (1896-1897) fue un encargo realizado a Sorolla por un político y hacendado chileno para su casa-palacio en Valparaíso. La obra, con un formato de 414 x 532 centímetros, es una de las piezas de mayores dimensiones de las creadas por el pintor valenciano. 'Yo soy el pan de la vida' es una rareza dentro de las pinturas de Sorolla ya que es de temática religiosa. Además es de grandes dimensiones, 4,14 metros por 5,32 metros, lo que la sitúa como una de las piezas más icónicas en su producción pictórica y una de las de mayor tamaño que realizó por encargo.
La pieza se exhibe en 'Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900', una muestra que reúne en la Fundación Bancaja a tres grandes maestros de la pintura valenciana cuyas trayectorias artísticas se sucedieron en el cambio del siglo XIX al XX: Ignacio Pinazo Camarlench (1849 - 1916), Joaquín Sorolla Bastida (1863- 1923) y José Mongrell Torrent (1870 - 1937).
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La exposición, a través de una decena de obras procedentes de la colección de la Fundación Bancaja, Casa Museo Pinazo (Godella), Colección Familia Lladró y colecciones particulares, revela la presencia de la pintura decorativa por encargo en Pinazo, Sorolla y Mongrell, junto a otras obras de los artistas.
Comisariada por Isabel Justo, la muestra refleja estrategias y actitudes diferentes desplegadas por los tres artistas para expresarse en estos proyectos aún a pesar de las restricciones que un encargo pudiera entrañar. Por otro lado, se contraponen ejemplos de pintura de caballete de los mismos autores.
En el caso de Joaquín Sorolla, la exposición muestra el panel titulado Yo soy el pan de la vida (1897), realizado por encargo de Rafael Errázuriz para su casa en Valparaíso (Chile), junto a tres apuntes del artista con escenas de Biarritz y San Sebastián.
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En la exposición se muestra la obra Bacante y amorcillo (1890) de Pinazo, en la que no deja de sorprender que Salvador González Gómez aceptara de buen grado una escena de alto contenido erótico realizada para colocar en el techo de su casa en la avenida Navarro Reverter de Valencia. La maestría de Pinazo al representar la escena consigue que no se trate de una escena contemporánea cargada de erotismo, sino de una estampa mitológica protegida por el velo de la cultura clásica a la que cita. La excusa clásica a la hora de presentar el desnudo no es una excepción en la obra de Pinazo como se aprecia también en Niño tocando el aulós (1890).
Ignacio Pinazo puede que sea, de los tres, el pintor más rebelde a la hora de ceñirse a los dictados de un encargo, bien fuera un retrato o un gran panel diseñado para ambientar un interior. Aun así Pinazo era perfectamente capaz de controlar su expresividad moderna y valiente. Lo hizo en numerosos retratos como en Retrato de los niños Amparo y Antonio Martorell (1886) que se presenta en esta muestra en una de sus versiones más libres.
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De José Mongrell se ha alabado su mesura y equilibrio, la armonía clásica y el gesto ponderado de sus modelos, incluso su querencia por la pintura japonesa, de la que se declaraba gran admirador. El pintor valenciano pasó gran parte de su vida profesional en Barcelona, aunque mirando y añorando siempre Cullera, el rincón de Valencia que pintaba siempre y al que procuraba regresar cada verano. Dos de los lienzos mostrados en la exposición están firmados en Cullera: El Piropo y El beso (ha. 1910 y 1909 respectivamente). La relación de Mongrell con el cariz más utilitario de la pintura incluye la obra Alegoría de la música (ha. 1908) presente en la exposición. Este cuadro adornó uno de los salones de la primera planta del modernista Edificio Ortega (1906, Manuel Peris Ferrando) en la avenida Marqués del Turia, nº 9 de València. Se trata de una pieza realizada ex profeso para dialogar con la arquitectura, que literalmente abrazaba el lienzo con sus modernistas tentáculos de escayola, de los que todavía se aprecian las huellas. El comedimiento propio de las esculturales figuras a las que tiene acostumbrado al espectador Mongrell, se repite en los personajes alegóricos, desde los pequeños amorcillos desnudos a la misma representación de la música. La figura femenina principal comparte con las habituales protagonistas de José Mongrell los ojos claros, la tez rubicunda y cabellos largos y cobrizos.
La exposición podrá visitarse hasta el 31 de julio de 2022 en la sede de la Fundación Bancaja en Valencia.
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