Después de sus serios problemas de salud, el retorno de Carles Alberola a la escena es una alegría, aunque estuvo en el último laboratorio Insula ... Dramataria. Es un grande del teatro valenciano y un genio para desarrollar ficciones sobre la vida cotidiana, como autoficción ('Currículum' y 'Ficció') o la existencia como una ficción (Per què moren els pares?).
Con 'Waterloo' vuelve a este terreno por la puerta grande. Relata la vida de su familia partiendo de una fotografía de una comida de 1974, al día siguiente de la victoria de ABBA en el festival de Eurovisión con la canción homónima. Entra en el recuerdo y los secretos de cada uno de sus miembros porque «nadie desaparece mientras alguien cuente su historia», nos dicen Alberola y Pasqual Alapont en este magnífico monólogo estructurado como un coloquio que conecta con el público singularizando cada personaje, incluso recordando su episodio personal reciente.
Alberola muestra sus dotes como cómico con una actuación sobresaliente y sentida. Incluso con el bululú imitando a los personajes (geniales la tía Purín y el tío Voro). Con mucho humor invadido finalmente por la ternura y la tragedia. La felicidad puede ser aparente (como la tía Teresa) y cualquier detonante provoca una batalla de Waterloo.
La generación de Alberola recordará el choque de lo rural y lo urbano en aquella España no tan lejana. Se identificará con costumbres conocidas, la quina, la caja del camión Barreiros y la visión infantil inocente hacia los adultos. Memoria y autoficción para este 'Waterloo' divertido, tierno y nostálgico. Cautivador.
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