El deseo es lo contrario a la muerte

Cuando existe un gran texto, la representación teatral es difícil que sea deficiente. Si además existe una dirección sabia y unos intérpretes bien elegidos que dan todo en el escenario, el resultado es loable. Es lo ocurrido con esta nueva versión del polaco afincado en España desde 1985, Jaroslaw Bielski, un experto en adaptaciones de clásicos.

Bielski le da un aire contemporáneo respetando el espacio y el tiempo originales. Sabe que es una obra de personajes y los potencia enfatizando el antagonismo entre Blanche y Stanley en el desarrollo hasta llegar al trágico desenlace. Incluso depura el significado de la lucha entre dos formas de vida, la de valores caducos de la familia sureña venida a menos representados por ella frente a los de ese proletariado pujante y las perspectivas nuevas de Estados Unidos como tierra de pujanza socioeconómica a finales de los años cuarenta, como dibuja Kowalski.

El conflicto entre ambos queda en primer plano manteniendo vivos apéndices de la trama como la relación entre las hermanas, tan distintas, y los intentos de seducción de Blanche a Mitch. Incluso se centra en los cuatro personajes fundamentales, más el comodín necesario de González y el médico, interpretados por David Ballesteros, eliminando a los amigables vecinos Hubbel.

Una dificultad de la obra es hacer sentir al público la atracción de Kowalski hacia Blanche sin perder su conflicto abrupto por las enormes diferencias entre la brutalidad de él y el refinamiento fantasioso de ella. Bielski lo consigue dando hondura psicológica a los personajes con una eficaz dirección de actores. María Pastor es una excelente Blanche y transmite su evolución hasta encariñarnos con ella. Sus monólogos son brillantes, a pesar de la estrechez del espacio escénico. Su vocalización da momentos grandiosos muy convincentes, aunque a veces acentúe excesivamente las vocales tónicas o neutralice una frase interrogativa en aseverativa.

Tratándose de una obra de diálogos potentes, Blanche logra establecer el juego con Kowalski, un magnífico Alejandro Tous mostrando su carácter violento y machista sin exagerarlo hasta lo inverosímil. El trabajo del resto de actores es solvente, con Isabel Guardiola como Stella, la hermana que soporta a Stanley con sumisión pero carga con la culpa del destino de la protagonista, y José Di Ferri, un Mitch al que da presencia esperanzadora y que junto a Pastor consigue una gran escena del reproche por ocultar el pasado sórdido.

Y muy destacable es la ambientación. Mucho humo de cigarrillos, alcohol que se siente, tórrido ambiente con pulsiones sexuales y espesor plástico. El juego cromático del vestuario pone de su parte. Solo hay que reprochar la excesiva amplitud de la escenografía para el escenario del Talía, con lo cual la imprescindible mesa del tocador oculta la cama de matrimonio y los actores han de sortear los elementos. Pecata minuta de un montaje brillante de un clásico nada obsoleto.