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El director Luis Luque (Madrid, 1973) irrumpe en la creación textual con 'Poncia' un 'spin-off', Trama derivada de los sucesos de un personaje de otra obra originaria, a partir de la secundaria criada de 'La casa de Bernarda Alba' de García Lorca.
Ha desarrollado ... lo ocurrido después de la muerte de Adela. Al fraseado inicial le siguen las conocidas palabras del final lorquiano: «¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!». Poncia se rebela y exclama «Voy a hablar porque me da la gana» y «Me callé. Nos callamos. Hasta hoy», para completar los rincones oscuros de Bernarda y sus hijas de los que ha sido testigo y narrar su historia personal.
Poncia habla sola primero detrás de unos lienzos blancos y después frente a las cenizas del cuerpo de Adela cayendo hasta amontonarse. Adopta un tono que camina de la narración de acontecimientos a la confesión y la reflexión, en ocasiones con registros poéticos o frases lanzadas como aforismos. Habla del suicidio, la tiranía familiar matriarcal, la libertad, la culpa, la educación y el sexo. También dialoga con los personajes ausentes con los que convivió e incluso con el fantasma de la abuela Josefa. Frente a la opresión de Bernarda y su deseo por ocultar la realidad, Poncia recuerda las tensiones y problemas, o la determinante presencia de Pepe Romano. Incluso se autoinculpa de no haber hecho más al sacar su ira por la muerte de una «hembra valiente», Adela, en una escena magistral.
No se libran de reproches los personajes sobrevivientes. Como a las hijas de Bernarda. Angustias es ejemplo de la mujer anulada tras su boda. Muestra todo su odio a Martirio, «más fea por dentro que por fuera», y deja en la insignificancia a Amelia y a Magdalena. Es formidable la escena sobre las hijas simbolizadas en cuatro vasos de leche que dejan vacía la jarra como el bellísimo final donde Luque la traslada al mar sacándola de la casa de Bernarda, donde recuerda su infancia y su adolescencia, revelando sus sueños y mostrando su sensualidad como signo de libertad. También rememora la relación con los hombres; su experiencia matrimonial le sirve para pronunciar frases como «a los hombres hay que dejarlos libres pero atándolos con correas» o cómo pasan de la relación sexual a la taberna tras casarse.
Autor y director: Luis Luque. Intérprete: Lolita Flores. Espacio escénico: Monica Boromello.
Iluminación: Paco Ariza. Música original: Luis Miguel Cobo. Teatro Olympia (Hasta el 24 de noviembre)
El protagonismo de Lolita Flores en este monólogo es un atractivo. Su capacidad interpretativa va mucho más allá de su enorme popularidad. Aún está más convincente que en aquella adaptación dramática de la novela 'La plaza del Diamante' de Mercé Rodoreda a cargo de Joan Ollé de hace una década. Aunque Luque a veces no resuelve las diferencias entre los fragmentos lorquianos y los suyos originales, y se nota excesivamente hasta resentirse el ritmo y la intensidad, Lolita Flores, cada día más gran actriz, engrandece el texto con su potencia para sincerarse. Construye una Poncia con garra, arte, desgarro y credibilidad al transmitir su sentimiento interior. Ni siquiera perdió el hilo el día del estreno en Valencia cuando sonaban los móviles con reiteración por la alerta de nivel rojo.
Donde está excelente Luque es en la dirección. Aprovecha con soltura los lienzos de la escenografía de Mónica Boromello, el espacio sonoro de Luis Miguel Cobo y los giros de la iluminación de Paco Ariza. La plástica y su templanza engrandecen la interpretación de Lolita Flores.
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