Nadie es perfecto

Se trata de una comedia de pareja. Carles fue campeón olímpico de gimnasia en los juegos de Barcelona de 1992 pero después cayó en el fracaso y el paro hasta que su mujer, Tere, le consiguió una plaza en el colegio donde es profesora de literatura. Son dos caracteres opuestos: él indeciso y ella resuelta y siempre protagonista de las decisiones. Un sábado acuden a Ikea a comprar un mueble para el televisor. Algo natural como su montaje destapa su complicada relación de treinta años y surgen los fantasmas ocultados. De hecho, el original de Rubio y García Serrano se subtitula 'O todas esas cosas que nunca nos dijimos'.

Es un trabajo hábil al no quedarse formalmente en los diálogos, siempre muy bien construidos. Entre ellos se insertan apartes desde el arranque anunciador del conflicto donde los personajes se dirigen al público para sincerarse con detalles de su conducta y descubriendo su carácter con los que se garantizan la simpatía e insuflan frescura al desarrollo. Son antihéroes del presente: ni ella es la ganadora infalible ni él presenta atisbos de degradación. El mueble de escasa calidad simboliza su relación, con la metáfora de la llave allen como clave para el ensamblaje de la pareja aunque les sobre un tornillo después de montado.

El argumento podría caer en lo disparatado. Pero la dirección experta de un veterano como Rafa Calatayud mantiene el ritmo y la entidad de un género tan difícil como la comedia. Las escenas poseen un comedimiento y una contención ejemplares para lograr su verosimilitud. Mantiene el pulso de la pareja evitando una posible caída en cualquier exceso o en lo facilón que le llevaría al enredo vodevilesco, sin dejar que Tere entre en aspavientos y movimientos gratuitos o exagere su libido, por ejemplo, o que Carles quede ridiculizado en demasía. En el fondo, ambos tienen un drama interior que queda explícito sin abandonar los territorios de la comedia. Esos «momentos tristes» funcionan de maravilla.

Las interpretaciones son esplendorosas. Cristina Fernández, una de las mejores actrices de nuestro panorama, está radiante y ofrece una exhibición, aunque alguna risa le sobrara el día del estreno. Pero lo da todo para construir un personaje tan difícil de interpretar poniendo en las tablas su energía, su versatilidad y su perfecta vocalización. No le queda atrás Juli Disla con ese carácter panfilón y la ingenuidad que tan bien ha desarrollado a lo largo de su trayectoria como actor. Ambos están perfectamente compenetrados y equilibrados, bien apretados con una llave allen en los cambios de registro en lo humorístico y lo dramático.

Una divertida comedia de entretenimiento con todo el sello de Albena; de antihéroes cotidianos como en buena parte de sus producciones, donde no queda más remedio que recordar que Carles es personaje muy de Carles Alberola, la otra pata de la compañía junto a Toni Benavent. Su buena factura permite al público disfrutarla con mucho interés. Muy recomendable y seguro que tendrá recorrido por distintas salas.